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Theodor Kallifatides: “Si hubiera más líderes mujeres, tendríamos menos guerras”

El escritor Theodor Kallifatides en una imagen de archivo.

Alejandro Luque

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En la larga vida de Theodor Kallifatides (Molaoi, Grecia, 1938) han pasado muchas cosas, pero una de las más inesperadas es sin duda su tardío éxito en España. Escritor y guionista cinematográfico afincado en Suecia desde 1964, era un perfecto desconocido para los lectores de nuestro país cuando, hace tres años, la editorial Galaxia Gutenberg publicó Otra vida por vivir, uno de sus libros más personales.

Desde entonces, han ido viendo la luz otros títulos suyos como Madres e hijos, El asedio de Troya, Lo pasado no es un sueño o el más reciente Timandra, que lo han elevado a la categoría de autor de culto. Con este libro ha permanecido un mes en España, en el que ha tenido la oportunidad de conversar con su público y descubrir rincones que no conocía. “He estado muy relajado aquí, encontré a gente maravillosa y muy cariñosa, espléndidas ciudades como Salamanca, Santiago, Betanzos, Granada, Málaga, Barcelona… No he tenido ningún problema, todo lo contrario, todos han sido encantadores conmigo”.

El escritor sonríe cuando se le pregunta si alguna vez había imaginado una recepción como ésta por parte del mercado español. “Por supuesto, el éxito es siempre una sorpresa que como escritor nunca te esperas”, comenta. “Hay muchísimos escritores en todas partes, muchísimos libros. Pero a veces pasa, y es bonito para uno encontrar un buen editor y que la gente se fije en tus libros”.

Nuevo mundo

Pero, ¿por qué especialmente aquí, por qué ahora? “Es una interesante pregunta que naturalmente me he hecho”, afirma Kallifatides. “Creo que hay dos claves: España y Grecia han vivido, salvando las distancias, situaciones similares: problemas, guerras civiles, persecución, odios en el seno de sus sociedades, pobreza… Y, en segundo lugar, tal vez los españoles encuentran en mis libros algo de sus propias experiencias, de sus sentimientos, de sus recuerdos de familia. No lo sé con certeza, pero deben de encontrar algo especial, que les habla de su propia vida”.

Nacido en una pequeña villa del Peloponeso, la familia del escritor se trasladó, siendo él adolescente, a Atenas, hasta que con 26 años decidió emigrar a Suecia en busca de las oportunidades que su patria le negaba: “La situación política tras la guerra civil era que Grecia estaba totalmente arruinada, no había trabajo, nada para los jóvenes, de modo que abandoné mi país. Nadie me perseguía, pero tenía que salir, porque ni siquiera se podía estudiar”, recuerda.

Ahora asegura estar “muy preocupado con el ascenso de la extrema derecha y la situación de Ucrania. No sé si estamos preparados para el nuevo mundo que se está dibujando, me asusta mucho, mucho. No por mí, que soy viejo, pero tengo nietos y temo que ese nuevo mundo sea un desastre.  No solucionamos el problema del medio ambiente, que está muy amenazado, ni el de la pobreza, o el modo en que los gastos militares van a hacer que los países pobres lo sean aún más. Es una situación totalmente esquizofrénica”, lamenta.

Grecia para todos

Estos temores compartidos se viven de un modo particular en Suecia. “Hay una idea general, todo el mundo está preocupado. Estamos en uno de los países más desarrollados, pero estamos caminando lentamente hacia ese nuevo mundo del que hablaba antes. Generalmente en Europa se piensa que la mejor manera de evitar una guerra es estar preparado. Yo no estoy seguro. Me pregunto quién se va a preocupar de la naturaleza, de los inmigrantes, quién va a construir buenas escuelas si el dinero va a gastos militares… Todo eso puede provocar un terrible efecto dominó”.

Volviendo sobre la Antigua Grecia, tan presente en su obra, Kallifatides vuelve a sonreír ante una pequeña provocación: ¿De veras son los griegos de hoy herederos más legítimos de esa cultura que un siciliano, un alemán o un turco? “Yo diría que es evidente”, responde. “No sé si tenemos un vínculo especial con aquel pasado, pero tenemos la lengua griega. Eso no basta, por supuesto, pero hay una continuidad en la cultura a través de la lengua. Algo así como ustedes están vinculados a Lorca. Si un turco o un italiano se acercan a la literatura clásica y la sienten suya es estupendo, pero a nosotros la lengua nos permite imaginarnos como descendientes de aquellos griegos, por más que el griego clásico no sea el que hablamos ahora. Pero decimos muchas cosas igual, sobre todo lo esencial: madre, padre, mar... Lo que es cierto es que no es algo exclusivo de nosotros, todo el mundo puede participar de esta cultura”.

Cambiando de tercio, Kallifatides se sorprende cuando se aborda el tema de Christina Vendel, una policía que protagoniza una breve saga de novelas suyas, ninguna de las cuales ha sido aún traducida al castellano. “¿Dónde has oído hablar de ella? A decir verdad, fue un experimento, yo quería buscar nuevas formas de expresarme. He escrito tres libros sobre este personaje, ninguno se ha traducido al español por el momento, y creo que no escribiré más de esa serie a pesar de haber tenido mucho éxito y ser traducida al alemán, al francés y otras lenguas”.

El mejor premio

Sobre la posibilidad de que una mujer posea habilidades para descifrar crímenes que los hombres no tengan, asegura que “no sé mucho de los instintos femeninos, pero en mi experiencia personal las mujeres de mi vida, mi madre, mis novias, mi esposa, mi abuela, se comportaban de un modo distinto a los hombres”, dice. “Yo trato de entenderlas y de describir su forma de pensar a través del personaje de Christina. Estoy seguro, por ejemplo, de que, si hubiera más mujeres líderes políticas, tendríamos muchas menos guerras. No es una conclusión científica, pero eso es lo que creo. La guerra como solución de problemas es una idea masculina. No me gusta Fulanito, mato a Fulanito. Eso no arregla nada, eso causa aún más problemas”.

Muy lejos de la guerra se ha sentido Kallifatides durante sus días en España, en los que ha tenido tiempo incluso de recoger premios, como el BBK Gutun Zuria Bilbao o el Cálamo. “Los premios son siempre un honor, pero nunca los he buscado”, confiesa. “No escribo para ellos, sino cuando creo que tengo algo que decir. No espero nada, no hago nada para recibirlos. Escribo para el público, para mis lectores. Ellos son el premio verdadero, el único que cuenta. Ayer, dejando Granada en el aeropuerto, alguien se me acercó: ‘¿Es usted el señor Kallifatides? He leído sus libros. Lo he leído, sus libros me acompañan'. Eso vale más que el dinero o cualquier otra cosa”.

A punto de partir de vuelta a su Suecia, el escritor insiste en agradecer la acogida de la que ha sido objeto. “Cuanto más estoy en España, más me gusta. He aprendido un poco de español, puedo leer, ver televisión y hablar con la gente por la calle. Lo echaré de menos”.

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