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ENTREVISTA | Stefano Mancuso, investigador de las plantas

“La mayor parte de la vida no tiene cerebro y es inteligente”

Stefano Mancuso, en La Térmica de Málaga | N.C.

Néstor Cenizo

Stefano Mancuso vino a La Térmica de Málaga a explicar ideas polémicas. Presentarse como neurobiólogo vegetal es motivo para arquear las cejas, como poco. Las plantas no tienen neuronas. Ocurre, sin embargo, que más allá de la rimbombancia de ese título que él mismo matiza, el profesor asociado de la Universidad de Florencia Stefano Mancuso tiene un discurso elaborado que parte de un cuestionamiento radical de lo que entendemos por inteligencia y de la clasificación de los seres vivos que de ahí se deriva.

Mancuso defiende que la inteligencia es la capacidad de resolver problemas, obviando la conciencia. Siendo así, las plantas serían inteligentes. Por poner un ejemplo: para Mancuso, el hecho de que la cuscuta (una planta parásita de la tomatera) detecte dónde está la tomatera y descarte el trigo, o que la alubia se enganche al palo (a partir de un mecanismo fotosensible) convierten a la cuscuta y a la alubia en seres dotados de una inteligencia porque han resuelto un problema para su superviviencia.

En la sala hay unas 200 personas, muchas de ellas sin asiento. La charla forma parte de un ciclo llamado Aula Savia, en el que se exploran los vegetales desde muchos ángulos: sus aromas, su peso en la alimentación, su importancia para nuestra existencia.

Dice Héctor Márquez, que lo coordina, que el ciclo nació por la inspiración que supuso para él ver una entrevista de Eduard Punset a Mancuso, que se presenta al público con datos: el 99,7% de la biomasa terrestre corresponde a las plantas. El ser vivo con más años sobre la tierra es un pino de 5.800 años. Hay una colonia de álamos clónicos en Utah (Pando) con 80.000 años de antigüedad. “Amamos lo que conocemos”, dirá, y toda su charla se orienta a resaltar la importancia de las plantas, su relegamiento y la supuesta organización reticular de su organismo, en contraposición a la supuesta jerarquía que rige en los animales.

Señor Mancuso, ¿usted viene a defender que las plantas piensan?

Si se quiere decir así, sí. Las plantas son seres inteligentes.

¿Qué es la inteligencia para usted?

Para mí, la definición más importante de inteligencia es la capacidad de resolver problemas. Con esta definición, está claro que si tenemos en cuenta esta definición las plantas son increíblemente inteligentes. La capacidad de resolver problemas es una propiedad aplicable a cualquier ser vivo.

Sí, pero es un tipo de inteligencia basado en parámetros distintos a los que habitualmente utilizamos.

Claro. Esto es un problema. Hay miles de definiciones de inteligencia, tantas como personas a las que se les hace la pregunta. El problema es que los hombres siempre hemos tenido tendencia a definir la inteligencia según parámetros adecuados para nosotros, pero nos vamos dando cuenta de que no puede restringirse a nosotros. Hay otros seres vivos que hacen cosas que no pensábamos que pudiesen hacer. Por ejemplo, solemos referirnos a la capacidad de utilizar herramientas para definir la inteligencia, y hemos visto que no sólo los primates son capaces de esto, sino que también las usan las aves e incluso los insectos. A esto hay que añadir otro problema: cualquier definición de inteligencia que hemos manejado hasta ahora encaja a la perfección con las características de las máquinas.

¿Cree usted que nuestra idea de inteligencia está restringida por una especie de visión antropocéntrica?

Sí. Tenemos la idea de que la inteligencia está ligada al cerebro y cuanto más grande es, más inteligente eres. Esto no es verdad. El cerebro está presente en menos del 1% de la biomasa de la Tierra. ¡Y hay quien lo tiene y no lo usa! La mayor parte de la vida no tiene cerebro y es inteligente, en la definición como capacidad de resolver problemas.

Entonces para usted, ¿cuál es la diferencia entre animales y plantas? ¿Sólo de grado?

No. Es enorme. Es una diferencia ligada a la organización. Cómo se organizan animales y cómo se organizan las plantas. Los animales hemos concentrado las funciones en órganos especializados, con pulmones para respirar, cerebro para resolver problemas… Las plantas no tienen órganos porque son puntos débiles. Si los tuvieran, bastaría una larva para acabar con la planta. Por eso la planta distribuye sobre todo el cuerpo las funciones que los animales concentran en órganos, lo que quiere decir que aplica sus sentidos, percibe y razona con todo el cuerpo. Las funciones existen, pero sin órganos. Y esto es lo fascinante. Son capaces de hacer las mismas cosas con una estructura distinta.

En sus charlas, usted cita a menudo el último párrafo de El poder del movimiento en las plantas, de Charles Darwin, que da a entender que la punta de la radícula actúa de forma similar a un cerebro. ¿Podría explicármelo?El poder del movimiento en las plantas,

Darwin había estudiado cómo se mueve una raíz, y al final del experimento no vio ninguna diferencia a cómo se mueve un animal que explora el terreno. Desde este punto de vista una raíz es como un animal con un pequeño cerebro. Es verdad que la punta de la raíz tiene capacidad de sentir muy bien lo que tiene alrededor. Hay miles de raíces, que trabajan juntas, igual que una colonia de hormigas o de aves. Todas estas raíces trabajando juntas forman una especie de gran cerebro similar al cerebro de un organismo colectivo como los insectos.

¿De dónde viene este relegamiento del mundo vegetal, que usted presenta casi en términos de injusticia histórica?

[Sonríe] Hay algo que está estudiado: nuestro cerebro sufre de una ceguera selectiva hacia las plantas. Sólo puede procesar una cantidad de información relativamente pequeña: 300 bits por segundo. Pero sólo por los ojos nos entran 1.600 millones de bits por segundo. ¿Cómo se las ingenia? Eliminando lo que no considera importante. Nosotros evolucionamos en un ambiente verde con plantas alrededor, de modo que para nuestra evolución era mucho más importante detectar cuándo había un animal u otra persona y descartar ese verde que siempre estaba. Así que hoy seguimos ciegos a las plantas. Yo hago un experimento con cuatro diapositivas: hay un bosque, y además en una diapositiva hay dos personas, en otra un ciervo, en otra una rana y en otra sólo plantas, y pregunto: ¿qué ha visto usted? Y me dicen: “dos personas, un ciervo, una rana y en la cuarta, nada”. Eso ocurre porque nuestro cerebro está condicionado para eliminar las plantas. Es una cuestión de adaptación y evolución.

Y por eso no hay plantas en el Arca de Noé…

Es otro caso clásico. No hay ni una planta. El mundo va a quedar sumergido y llena el arca de animales, ¡pero es mucho más importante meter plantas! Porque dependemos de ellas.

Usted suele mencionar a Aristóteles y de su libro De anima. ¿Tiene alguna relación la idea del alma con el postergamiento de las plantas como seres vivos? De anima.

La idea de alma es una idea un poco particular. Para el propio Aristóteles era un concepto ligado al movimiento, incluso en la raíz de la palabra. Para Aristóteles sólo tenía alma lo que estaba dotado de movimiento y creía que las plantas tenían alma, pero un alma vegetativa.

¿Pero cree que las plantas sienten dolor?

No. [Sonríe]. Bueno, la respuesta científica es que no lo sabemos. Pero no tendría sentido a nivel evolutivo, porque el dolor es un aviso que te obliga a moverte y las plantas no pueden hacerlo.

¿Qué hay de cierto en eso de que las plantas crecen más y mejor si se les habla?

[Ríe]. Es falso. El Príncipe Carlos defiende esta tesis. La Royal Horticultural Society hizo un experimento: cogió un invernadero en Kew Gardens, puso tomateras y a cada planta le colocó un altavoz que reproducía una cinta con un libro durante 24 horas. No tuvo efecto alguno. Sólo con uno: El origen de las especies. Me llamaron para contarme que esa planta había crecido de más y yo les dije: “Cuidado, eso no es bueno. Cuando una planta crece de más es que quiere escapar” [ríe]. Las plantas tampoco pueden percibir la música, pero es verdad que pueden percibir alguna frecuencia sonora entre 100 y 500 hercios. Se les ha puesto una música “enriquecida” con sonidos en esa franja, que coincide espectralmente con los sonidos del agua que corre.

¿Tienen capacidad de comunicarse?

Sí. En mi laboratorio estamos desarrollando un experimento que muestra que una planta puede comunicar a sus vecinos estímulos como la existencia de un depredador o la falta de agua.

¿Existe entonces un lenguaje vegetal?

Sí. Hecho de moléculas químicas volátiles.

¿Qué tipo de sociedades pueden crear?

Las plantas, en sentido estricto, son muy sociales por necesidad, porque están obligadas a compartir un territorio. No pueden moverse para cambiar de vecindario. Sabemos que son capaces de proporcionar cuidados parentales, proporcionando vía raíces los compuestos que necesitan hasta que son capaces de apañárselas ellos solos.

Estas tesis son rupturistas y han recibido críticas de la comunidad científica. ¿Por qué entiende usted que debe pensarse en términos neurobiología vegetal?

Obviamente el término neurobiología hace referencia a neuronas, y la planta no tiene neuronas. Sin embargo, las técnicas que se emplean para estudiar el sistema nervioso en animales son aplicables en las plantas. Con lo cual nos encontramos que podemos estudiar en las plantas fenómenos como la memoria, el aprendizaje, la resolución de problemas o la vida social, fenómenos que hasta hace poco pensábamos que eran exclusivos del reino animal.

Está ruptura de los esquemas que usted propone, ¿sirve para comprender mejor otras posibles inteligencias?

Claro. Cuando se habla de inteligencia extraterrestre pensamos siempre en seres modelados como animales. Yo creo que no tendremos capacidad de comprender inteligencias de otros planetas si no somos capaces de entender las inteligencias que hay en el nuestro como las plantas.

¿Qué enseñanzas pueden aportar las plantas a nuestra organización social? [pregunta formulada por el público en el coloquio posterior]

Cualquier organización jerárquica ya presenta per se unos problemas estructurales. El primer gran problema es la aparición ineludible de una burocracia. Yo soy italiano y para mí la burocracia es el mal. El mal absoluto. Es un problema porque la información tiene que pasar por todos los niveles y eso produce errores y retrasos. La paradoja de Peter dice que cualquier miembro de una organización jerárquica asciende hasta encontrar su nivel máximo de incompetencia. Esto parece una paradoja pero no lo es. Funciona así y es un problema no eliminable de las organizaciones jerárquicas.

Un problema más grave es la distancia entre el lugar en que se produce la decisión y el sitio donde debe aplicarse, lo que ha tenido y tiene repercusiones trágicas [Mancuso relata el proceso de escritura de Eichmann en Jerusalén por Hannah Arendt y el famoso experimento de Milgram]. La lejanía entre la toma de decisión y la ejecución provoca el desastre. Cualquier acción jerárquica funciona así. Es por eso que considero muy interesante la alternativa vegetal a la organización animal. Todo lo que consideramos “moderno” hoy responde a un modelo vegetal. Con Internet esto ha dejado una utopía total, porque no sabemos a dónde nos va a llevar. Se transforma de seres individuales en un enjambre, y no sabemos qué emergerá de estas conexiones.

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