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“Pilar Miró tuvo un empeño muy temprano en conquistar el terreno del hombre”

La profesora Carmen Peña Ardid.

Ana Sánchez Borroy

Zaragoza —

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La directora de teatro, cine y televisión Pilar Miró fue protagonista esta semana del ciclo “Pioneras del siglo XX, organizada por el Ayuntamiento de Zaragoza y la Asociación Clásicas y Modernas. La encargada de descubrir a Miró fue la profesora titular del Departamento de Lingüística y Literatura Hispánica, Carmen Peña Ardid (Zaragoza, 1959), que ha trabajado en investigaciones sobre las relaciones entre la literatura y el cine, la historia del cine español y los estudios feministas y de género.

¿Por qué Pilar Miró fue una pionera del siglo XX? 

Fue pionera, sin duda, en el campo de la cinematografía. Antes que ella había habido unas pocas directoras, como Rosario Pi, Ana Mariscal, Margarita Alexandre o Helena Cortesina; y en los años en que empieza a hacer cine, coincidió con otras mujeres, como Josefina Molina o Cecilia Bartolomé. Por tanto, Pilar Miró no es estrictamente la primera mujer que hace cine en España, pero sí ha sido durante mucho tiempo la cineasta más internacional y la que consiguió desarrollar una verdadera carrera cinematográfica. Realizó nueve películas, algo que no ha podido volver a hacer ninguna otra mujer hasta muy recientemente, hasta llegar a Isabel Coixet o Icíar Bollaín. En el campo de la televisión, también es pionera absolutamente. El camino para Pilar Miró fue duro, pero llegó a conseguir lo que ella quería, que era ser realizadora de programas dramáticos, que eran los de mayor prestigio en televisión. Estuvo vinculada a la realización de casi 200 producciones de televisión hasta el final de su vida, para espacios muy conocidos como Novela, Estudio 1, Hora 11, Teatro de siempre… Realizó, en su mayor parte, adaptaciones de obras literarias de un gran número de autores: Zola, Dickens, Balzac, Aldecoa… y también de algunas novelas de mujeres como Dolores Medio, Ana María Matute, Carmen Martín Gaite… Es importante subrayar que realizó adaptaciones para tres series emblemáticas: Los libros, Cuentos y leyendas y Curro Jiménez, una serie muy famosa durante la transición para la que firmó cinco episodios. Además, Pilar Miró ganó muy pronto un premio en el Festival de Mónaco. Fue también directora de teatro y de ópera. Incluso en aspectos más cercanos a su vida personal, fue pionera, en el sentido de no revelar los nombres de sus parejas o del padre de su hijo.

¿Qué tenía Pilar Miró que le permitió romper esos techos de cristal? ¿Por qué lo consiguió ella?

Tenía una gran vocación, mucho interés por la imagen. Ella misma lo cuenta en uno de sus textos autobiográficos; por ejemplo, en Crecer en España, la familia vista a través de la infancia de seis mujeres destacadas, un libro de 1978 de Nati Massanes. En ese libro, ella cuenta la impronta familiar, su educación en un colegio de monjas, su afición por el cine… El cine, desde niña, fue para ella un lugar de aprendizaje, de huida y de ensoñación. Consiguió que le dejaran ir sola al cine, sin su familia, desde los 9 años. Esa afición por el cine es determinante en la personalidad de Pilar Miró y, desde luego en su empeño, por acercarse al mundo de la imagen. Cuando tuvo que decidir si iba a la Universidad, Pilar Miró se negó a estudiar Filosofía y Letras, que era lo que se suponía que convenía a las mujeres y se matriculó en Derecho, después en Periodismo… no terminó ninguna de estas dos carreras, pero sí terminó los estudios en la Escuela Oficial de Cine, donde fue una de las primeras mujeres matriculadas. Y ya antes de terminar esos estudios, en 1960, se va a televisión y, sin saber nada en ese momento, con 20 años, le dice a uno de los directivos que quiere trabajar allí. Le preguntaron qué sabía y ella respondió que quería ser locutora de continuidad, pero que estaba dispuesta a trabajar en lo que le dieran, desde fregar suelos a ser secretaria. Sus comienzos fueron muy duros. Estuvo dos años sin sueldo ninguno. Después, en el 62, ya le hacen un contrato, pero aún tuvo que esperar hasta el 66 para dirigir su primer dramático, que fue Lilí, cinco capítulos de media hora para el programa Novela. Evidentemente, en su carrera influyó su perseverancia, su tenacidad, su valentía, su interés.

¿Cuál fue esa impronta familiar que recibió Pilar Miró?

Nace en Madrid en 1940, en una familia traumatizada por la Guerra Civil, a pesar de comulgar con la ideología de los vencedores. Su padre era militar, pero la guerra le sorprende en Madrid y trabajó al servicio de la República, en el comisariado de guerra. Cuando terminó la contienda, fue represaliado y sometido a un consejo de guerra. Le pusieron la pena de seis meses de cárcel, le rebajaron la graduación y le suprimieron el sueldo. Se convirtió en un amargado, en una persona que transmitió amargura a la familia. Pilar Miró recuerda a su familia marcada por el autoritarismo, por el silencio y por la falta de afecto. El episodio sobre su padre, ella lo supo mucho más tarde, porque en su casa nunca se hablaba de la guerra. En cuanto a su madre, también era una mujer muy poco afectuosa. Por eso, Pilar Miró siempre recuerda a su madre y a sus tías como personas aficionadas a lo que llamaban “ser de postín”. En la conferencia, bromeé con si a la madre y a las tías les habría parecido bien que Pilar Miró fuese la realizadora de las bodas reales de la infanta Elena y la infanta Cristina; no sé si lo hubieran considerado suficientemente “de postín”. En cualquier caso, su padre sí le transmitió inquietudes culturales y, sobre todo, su afición por la ópera y por la música. El cine fue su refugio frente a una falta de afecto.

Pilar Miró también fue pionera en ocupar puestos de poder…  

Desempeñó dos importantes cargos administrativos con el gobierno socialista en el poder: entre 1983 y 1985 fue directora general de Cinematografía y entre 1986 y 1989, directora general de Radio y Televisión Española. Ambas designaciones eran insólitas, por ser mujer, y porque, además, por primera vez no era una persona burócrata, sino una entendida y conocedora del medio cinematográfico y televisivo. La sociedad española estaba muy poco acostumbrada a ver a mujeres ocupando cargos políticos. Había que remontarse casi a la segunda República, a los nombres de Federica Montseny, Victoria Kent, Dolores Ibarruri; o incluso a Pilar Primo de Rivera. Durante la época de la transición, sólo podemos citar a Dolores Díez de Rivera, que fue asesora de Adolfo Suárez, o a Soledad Becerril, que fue la primera Ministra de Cultura en 1981, nombrada por Leopoldo Calvo Sotelo, aunque estuvo sólo unos meses en el cargo. El nombramiento de Pilar Miró, que era militante del PSOE y amiga personal de Felipe González, aunque no fuese en absoluto un nombramiento improcedente, era verdaderamente insólito. En estos años, en la lista de 200 nombres de intelectuales españoles notables que podían tomar parte en la conquista de una ciudadanía plena y en la creación de un estado cultural, que hacia 1983 elaboraron los asesores del ministro Javier Solana; en esa lista, sólo aparecen ocho mujeres. Además, en buena medida, Pilar Miró llega a la Dirección General de Cinematografía, porque Felipe González quiso premiarla un incidente muy grave que había ocurrido recientemente. Había sido pionera, por desgracia, a la hora de protagonizar un episodio clave de la Transición que le dio una ingrata visibilidad pública: fue procesada por un tribunal militar por supuestas injurias a la Guardia Civil, que se dijo que se contenían en la película El crimen de Cuenca, que ella filmó en 1979, con un guion de Lola Salvador Maldonado. La película fue prohibida cuando iba a estrenarse, por una denuncia del Ministerio. Se abrió un proceso militar a Pilar Miró -se le pedían seis años de cárcel- que se resolvió en enero de 1981, cuando hubo un cambio de legislación, según el cual las causas que afectaban a civiles dejaban de ser competencia de la justicia militar. El proceso de Pilar Miró fue declarado sin efectos con fecha 3 de marzo de 1981, es decir, ocho días después del fallido golpe de estado del 23F. Podemos imaginar lo que supuso para Pilar Miró tener una causa pendiente en un tribunal militar cuando el coronel Tejero entró en el Congreso. La situación que vivió tuvo que ser de una gran angustia.

En el ejercicio de esos cargos, ¿usted habla de que Pilar Miró adoptó formas masculinizadas?

Por un lado, era algo inevitable en una época en la que había muy pocas mujeres como referentes. Cuando Pilar Miró desempeña estos cargos, el modelo por excelencia en Europa era Margaret Thatcher, la dama de Hierro. Coincide exactamente con ese modelo de mujer que, para hacerse oír y respetar, tiene que adoptar actitudes que supuestamente asociamos con lo masculino: no hablar de su familia, no mostrar los afectos, defender continuamente su profesionalidad, trabajar más que nadie, ser más cumplidora que nadie, no romper una promesa… son valores que rechazan lo afectivo y lo que se suele asociar con lo femenino. Por otro lado, es evidente que Pilar Miró tuvo un empeño muy temprano en conquistar el terreno del hombre, que era el espacio público. Quería ocupar ese espacio y demostrar que valía tanto o más que un hombre. De hecho, me gustaría destacar que en los cargos públicos que desempeñó, Miró realizó una aportación notable para la historia cultural de España. Cuando fue Directora General de Cinematografía, su presencia en el cargo está asociada a la llamada Ley Miró, que son una serie de decretos que pretendían dar un apoyo insólito hasta entonces a la producción de películas en España, para intentar frenar la competencia abusiva, sobre todo, de las películas estadounidenses. Las medidas que tomó fueron controvertidas en muchos aspectos, pero fueron beneficiosas en otros. Por ejemplo, promovió la producción de películas de calidad, pero acabó con el cine del destape y permitió crear las salas X para la exhibición de la pornografía, aunque con gravámenes muy altos y sin derecho a ninguna subvención. Otro mérito de su labor, que fue incompleta y con luces y sombras, fue el esfuerzo por internacionalizar el cine español: es la época en la que hubo triunfos muy importantes en festivales extranjeros. Aparte del Oscar que ganó José Luis Garci, hubo premios en el festival de Berlín, de Cannes, de Venecia… Con La Colmena, Los Santos Inocentes, Carmen... Otro beneficio de su política es el apoyo que dio a los debutantes, a las jóvenes promesas que empezaban a hacer cine en España. Esto permitió que entre 1984 y 1986 surgieran más de sesenta nombres de nuevos cineastas, entre los que ya aparecieron seis mujeres. Puede parecer poco, pero eran el doble de lo que había habido en 80 años. De alguna manera, va preparando la eclosión de mujeres cineastas que se produce en los años 90. También en televisión hizo reformas muy importantes.

¿Hacen falta más “Pilar Miró” que sean pioneras en este siglo XXI? ¿Qué techos de cristal quedan todavía por romper en el mundo del cine y de la televisión? 

Sin duda. Es necesario el reconocimiento a unas mujeres que tuvieron que moverse en el espacio público en unos momentos en los que, como eran tan pocas, eran muy visibles y estaban expuestas a una gran agresividad. Era mucho más difícil moverse que en la actualidad. Pero hoy en día no todo está logrado, ni muchísimo menos. En la política, en España muy poco a poco sí se está consiguiendo una cierta equiparación entre ministros y ministras, pero todavía no hemos tenido una presidenta del gobierno. También vamos todavía muy atrasados en todos los espacios en los que el poder económico está presente. El mundo del cine o incluso de la televisión está más feminizado, pero todavía no hay igualdad.

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