Hacernos catalanes

La semana pasada el ministro del ramo transportes dijo en el Parlamento que no habría Cercanías (trenes de cercanías) en Aragón/Zaragoza porque los informes técnicos dicen que no hace falta. Zaragoza Huesca tampoco. O sea pues.

Menos mal que alguien, el solitario diputado de la Chunta, se atrevió a preguntar. Si no, ni siquiera sabríamos que existe (existimos) algún informe sobre algo nuestro, de Aragón. 

Al menos nos hemos enterado de que merecemos un informe técnico del ministerio, aunque no podamos verlo, o nadie lo haya publicado. Será un informe clasificado –secreto– para que ni Putin ni los chinos puedan sabotear un servicio que no existe… ni existirá.

Las autovías, la TCP Travesía Central Ferroviaria, los megavatios… ¡las cercanías! Ni siquiera conseguimos que funcione con regularidad el chuchú Huesca-Zaragoza o viceversa. 

La solución es pedir a Cataluña que nos acoja en su seno, las fórmulas, ante el caos legislativo actual, son variadas y que las decidan los juristas. La bandera ya es la misma.

Así, una vez en el seno del poderoso vecino con el que tantas cosas compartimos, podríamos acceder al trato preferente que le dispensan los gobiernos sucesivos desde el reinicio del Sistema Hispano, que al ser tantas y estar siempre tan presentes sería tedioso e innecesario enumerar.

Los catalanes obtendrían a su vez muchas ventajas, por ejemplo los bienes fatigosamente recuperados serían también de ellos, y los que no han devuelto se los podrían quedar; el Aneto y la parte del Pirineo aragonés, sin duda la mejor, serían por fin catalanes; la sardana, tan simpática, se vería enriquecida por la enegía de la jota... catalana. 

Dada la emigración histórica de aragoenses y aragonesas al país vecino la simbiosis sería algo natural, sin más fricciones que las que la política exigiera cada día, que siendo muchas son variadas, pues se renuevan para poder pelear sin aburrir.

Enumerar las ventajas de esta fusión o absorción o joint venture darían para un buen manifiesto, panfleto o pdf que personas y entes espertas/os pueden completar.

Puede ser que los gobiernos españoles (el proceso sería largo) opusieran alguna resistencia rutinaria o burocrática a esta fusión, pero dado el poderío catalán sería cosa de días, aunque lo más normal es que ni siquiera se enteraran, y de paso se ahorarrían las molestas preguntas parlamentarias y vindicaciones esporádicas de la endeble e intermitente voluntad aragonesa, etc.