El Prismático es el blog de opinión de elDiario.es/aragon.
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Cuenta la prensa que a finales del pasado año había 17.000 niños y adolescentes refugiados sin familiares, sin sueños tibios de papá, ni mensajes sinceros de mamá. Niños que crecen solos en una Europa insolidaria, niños a la deriva en países que están vampirizados por la codicia, niños que pagan sus travesías hacia el sueño europeo a unos traficantes que no dudan en golpearlos, humillarlos e insultarlos.
Y mientras en las casas paternas de esos países en llamas las madres lloran por esos hijos a los que han bendecido y a los que han dejado partir porque el dolor, la pobreza y la guerra no es futuro para nadie. Y en su recuerdo los mecen y en su amor los besan y en esos instantes el mundo es un suave candor de cabellos revueltos, de labios encendidos, de risas. Pero en algún lugar del mundo esos niños luchan por sobrevivir y recuerdan la casa paterna y no entienden la deriva de su vida. Pero saben que hay que vivir y hacerlo a cualquier precio, por muy adversa o dolorosa que sea la situación, por muy doloroso que sea lo que haya que hacerse.
La libre circulación de personas, plasmada en los acuerdos de Schengen y que sirvieron para abolir las fronteras internas, fue uno de los grandes logros de Europa. Lo consigamos y sobre todo no dejemos a esos miles de niños solos, sin futuro, a merced de la tempestad más salvaje, la de su injusta suerte.