Relaciones sociales a través de una pantalla: “Parte de mi personalidad se la debo a Internet”

Internet y las redes sociales han cambiado el modo en el que las personas se relacionan y es que el 57% de los adolescentes de entre 13 y 17 años ha conocido a sus nuevos amigos de manera online. Según un informe de Pew Research Center sobre 'Los adolescentes, la tecnología y la amistad', los jóvenes se sienten cómodos en entornos digitales a pesar de existir la presión por caer bien a un amplio público, por crear un perfil atractivo y una imagen popular, un problema que reconoce el 40% de los adolescentes.

Instagram se encuentra en el cuarto lugar de las redes sociales más usadas por los españoles. El primer puesto lo ocupa YouTube, seguida de WhatsApp, Facebook, Instagram y Twitter. Instagram es una red social, pero también es un espacio de negocio, de fuente de inspiración, de visibilización y de libertad. Cientos de imágenes blancas con frases alternativas forman parte del perfil que comparte amor 'No. Bohemio' y del que está detrás José Luis Tello, un joven zaragozano de 23 años que trabaja como cuidador de personas con discapacidad intelectual en la Fundación Los Pueyos situada en Villamayor de Gállego.

José Luis Tello se considera un chico “bastante sensible y con la capacidad de observar todo y a todos”, pero, sobre todo, admite tener la capacidad crítica y de introspección suficiente para analizarse con el fin de evolucionar y no perder el tiempo que, para él, “es sagrado”. Aunque no encuentra una definición exacta de sí mismo, se ve como “una plantita que crece y crece y que cada vez se va poniendo más guapa y colorida” o “una escultura que cincela en secreto poco a poco en el sótano de casa” sin olvidar a los animales y el amor.

Dos temas que protagonizan su cuenta de Instagram, ese perfil que empezó como una necesidad y que ahora cuenta con casi 40 mil seguidores, algo de lo que todavía no es “consciente”. Aunque se crearon las primeras plantillas con incertidumbre y su nombre surgió en una noche de fiesta entre amigos en las que se recitaron poemas en alto, esta actividad empezó “a raíz de una época horrible sentimentalmente”, algo que le ofreció “una llave gigantesca con la que convertir el dolor en arte y superar esas cosas que apuñalaban por dentro”.

Como en el caso de Tello, las redes sociales pueden ayudar a los adolescentes a conectar con los sentimientos de sus amigos y a preocuparse por lo que sucede en sus vidas, según ha declarado el estudio mencionado arriba. Al mismo tiempo, el entorno digital les permite encontrar un tipo de apoyo que no encuentran de otra forma en medios reales y que les permite afrontar situaciones difíciles.

“Logré vencer mi timidez, ya que cuando era pequeño era muy callado y sufrí bullying por mi estado físico al no ajustarse a los cánones ultra fantásticos que implanta la sociedad. Me hice muchos amigos virtuales con los que me desahogaba y parte de mi personalidad se la debo a ellos, a internet”, admite.

Al final, el objetivo “era doble” ya que Tello quería ayudar a aquellas personas que estuvieran atravesando un “mal de amores” para que “abrieran los ojos antes de que fuera tarde” y, a su vez, ayudarse a sí mismo. Este segundo motivo le ha hecho tener una relación especial y liberal con su perfil, del que comparte ideas como “nos queremos, pero no nos agobiamos” y “no estamos pendientes el uno del otro, pero sí que nos miramos de reojo”.

Misma nostalgia, más seguidores

Su cifra de seguidores, que comenzó a subir en el mes de diciembre de 2019 por una frase que decía “llévame al centro de la ciudad para ver juntos las lucecitas de Navidad”, se impulsó todavía más durante la cuarentena, ya que las frases nostálgicas que compartía sobre echar de menos llamaban la atención a todo aquel que se cruzaba con su cuenta. 

Hoy en día, a pesar de no recibir todavía una cuantía económica por su cuenta, si está abierto a tenerlo como trabajo en un futuro y “a escuchar todo tipo de proposiciones” que tengan que ver con profesionalizar este perfil en el que interactúa con sus seguidores “en función del estado de ánimo como si estuviese hablando con un colega de la infancia”. “A veces mando audios si me cuentan que están mal e intento ayudar. Si se supiese cuántas personas me hablan para ello… muchos me ven como un psicólogo, pero no lo soy. Solo me gusta ayudar de manera desinteresada”, recuerda.

A este joven, que prefiere hablar por Instagram ya que ve Twitter como una red social “más fría”, le gusta compartir historias de amor como la suya en sus posts y stories. “Siento una profunda admiración por ella y siempre la presumo por ahí a todas horas. Al odio se le paga con amor y si me vienen a insultar y a disparar con una escopeta pues se le mete una margarita en el cañón y se le da un beso en la boca hasta volar a mi mundo interior de hadas madrinas. Mi único fin subiendo vídeos y fotos con mi novia es que ella se lleve sorpresas cuando lo vea”, explica. 

"Muchos me ven como un psicólogo, pero no lo soy. Solo me gusta ayudar de manera desinteresada"

Actualmente, también se está haciendo eco de la cuenta Alfonso (@alfonsofp58), un hombre de 83 años que comparte las historias de amor entre él y su mujer María Luisa, que reivindica los derechos de la tercera edad y que promueve el respeto y el cariño en redes. Según considera, su cuenta “triunfa porque nace de lo cotidiano, de este tipo de cosas, de lo que vemos nada más despertarnos como un mensaje, un abrazo o una pareja de ancianos dando de comer pan a unas palomas en un banquito del parque”.

La cara B de las redes sociales

Pero Instagram también tiene su lado oscuro, a pesar de dedicarse a compartir valores y frases positivas entre jóvenes. Los problemas surgen a partir del uso nocivo que puede hacerse de internet, un empleo negativo ante el que los jóvenes son más vulnerables al encontrarse en pleno proceso de formación de la personalidad adulta. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), una de cada cuatro personas sufre trastornos de conducta vinculados con las nuevas tecnologías y un 21% de los adolescentes de entre 14 y 18 años realiza un uso compulsivo de ellas. 

No solo esto y es que, en internet, el anonimato y la cierta sensación de impunidad contribuyen de manera directa en una mayor violencia verbal. Ante esto, se han realizado guías de información para la educación, activismo y narrativas alternativas que combatan el acoso y el discurso de odio en internet. Según datos del Ministerio del Interior, el 45% de los delitos de odio se producen en internet y el 25% en las redes a causa, en su mayoría de la razón de sexo, género e ideología.

Para Tello, a pesar de estos datos, sí que es posible crear un entorno sano dentro de Instagram, pero primero hay que tener “mucha salud mental para eludir los comentarios tanto positivos como negativos y hacer realmente lo que a ti te llene respetando siempre al de al lado”.

El 45% de los delitos de odio se producen en internet y el 25% en las redes a causa, en su mayoría de la razón de sexo, género e ideología

En el pasado, este joven tenía miedo al “qué dirán” y, en el presente, lo ha dejado en un segundo plano porque es consciente de que estos espacios son “un contenedor de basura virtual”, algo de lo que aleja a su familia, quienes desconocen su contenido y publicaciones. Aun así, el futuro de esta red social está lleno de incógnitas, ya que los algoritmos han repercutido de manera directa en la llegada de contenido original al usuario estándar. A pesar de ello, las cuentas de frases, que hablan de amor, desamor y experiencias jugando con letras de canciones y situaciones cotidianas, siguen triunfando entre los más jóvenes.