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Pelirroja y delgada, el 'delito' de una joven que pasó 72 horas en los calabozos y un día en prisión por un rapto que no existió

Maisa da Rocha fue detenida y encarcelada por un error policial y judicial.

Pilar Campo

Oviedo —

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El viernes, seis de octubre, la brasileña Maisa da Rocha, de 23 años, subía un video a Tik Tok junto a su hermana, de 11 años, mostrando cómo se maquillaba en su domicilio del barrio de Ciudad Naranco, en Oviedo. Eran alrededor de las cinco y media de la tarde y se preparaba para ir a su trabajo como camarera en un bar.

A esa misma hora, una menor de 15 años cogía de la mano a un niño de cinco años que jugaba solo en el parque infantil de la Plaza Juan Pablo II, en el mismo barrio ovetense, para llevarle junto a otros niños de su edad que estaban jugando a escasos dos metros de distancia. Cuando la abuela del pequeño, que estaba sentada en un banco, se percató, se acercó a la adolescente y la recriminó.

Horas después, la mujer denunciaba el intento de secuestro de su nieto en comisaría y describía a la supuesta secuestradora como “una joven pelirroja, delgada y que hablaba castellano”.

Eran sólo unos pocos datos descriptivos y genéricos que, salvo el fuerte acento brasileño que destaca en Maisa, coincidían con sus características físicas y que, por una concatenación de errores policiales y judiciales, le han llevado a pasar 72 horas en los calabozos y un día en prisión siendo inocente.

Interceptada la víspera de la detención

Maisa lleva seis años residiendo en Oviedo con su madre y su hermana. El pasado día 6 de octubre, esta joven grababa el vídeo junto a su hermana para subir a las redes sociales, ajena al revuelo que estaba sucediendo en la plaza, muy cerca de su casa.

Acudió a su puesto de trabajo con normalidad y, al acabar su jornada laboral, en la madrugada del sábado, se fue con su novio de copas. Cuando la pareja caminaba por la calle Campoamor, fue interceptada por dos policías que le pidieron su documentación. La joven mostró su DNI y siguió su camino.

“Pensamos que se trataba de un servicio policial rutinario. Al principio nos extrañó pero no le dimos más vueltas”, afirma aún perpleja al recordarlo. La sorpresa llegó al día siguiente, cuando los policías se personaron en su domicilio y la llevaron en un coche oficial acusada de un delito de detención ilegal. Ella repitió hasta la saciedad, primero ante los agentes, y más tarde en el juzgado, que se trataba de un error porque ni había estado el viernes en el parque, ni conocía a la abuela, pero nadie la creyó.

Permaneció tres días en los calabozos, tras agotar el plazo máximo de 72 horas, y al cuarto entraba en el juzgado de donde salía en un furgón policial camino del Centro Penitenciario de Asturias. El juzgado acababa de dictar un auto de prisión provisional, comunicada y sin fianza, siguiendo el criterio de la Fiscalía que había apreciado, entre otros indicios, la existencia de riesgo de fuga.

A su llegada a la cárcel de Asturias, según ha relatado a eldiario.es Asturias, le advirtieron que estuviera alerta porque, por la naturaleza de la imputación, “le iban a pegar otras presas”.

“No estuve en el parque”, repetía

“Ese video demuestra que yo no estaba en el parque el viernes. Cuando los policías me pidieron la documentación en la madrugada del sábado cuando iba con mi novio no pensé en nada, pero cuando el domingo, sobre las dos de la tarde, vinieron unos policías a mi casa y preguntaron a mi madre por mí, me pareció raro”, comenta.

“Me dijeron que había estado en el parque y que me intenté llevar a un niño de la mano. Yo les dije: 'No estuve en el parque'. Y les repetía: '¿Cómo voy a intentar llevar a un niño de la mano de un parque que está al lado de mi casa?' No tiene sentido”, explica.

Maisa insistía en que podía enseñarles las imágenes donde se podía comprobar que ella no era la misma persona que buscaban, pero hicieron caso omiso a sus peticiones, la introdujeron en el coche policial y la condujeron hasta los calabozos donde le ordenaron que se quitara los cordones de los zapatos y los piercings.

¿Cómo que me piden prisión?, le pregunté a mi abogada del turno de oficio. ¿Por qué no traen a la señora que dice que me llevé al niño para que vea que no soy yo? ¡Madre mía!, ¿Qué locura es esta?

Maisa da Rocha Víctima de un error policial y judicial

La joven brasileña estaba hasta ese momento relativamente tranquila porque confiaba en que “todo se iba a aclarar pronto” ya que estaba segura de que si la denunciante la veía en persona podía testificar que ella no era la presunta secuestradora. Pero nada de eso sucedió y la calma se fue poco a poco disipando.

En los calabozos permaneció tres días. Recuerda que llegaban otros detenidos, algunos de ellos gritando que les dieran medicación. Asegura que no comió nada y no pudo hablar con una abogada del turno de oficio hasta el lunes siguiente.

“Yo le dije al policía de los calabozos que no entendía nada de lo que me estaba pasando porque no había hecho nada. Llevaba dos días sin comer y tenía mucho dolor de cabeza. Un policía me dijo que si yo quería una pastilla, que me llevaban esposada hasta mi centro de salud, y si no que aguantara. Yo le dije pues yo aguanto y no me la dieron”, rememora.

La abogada del turno de oficio le comunicó que pedían prisión para ella y ahí se le cayó la venda de los ojos y empezó a comprender que la cosa iba en serio.

“¿Cómo que me piden prisión?, le pregunté a la abogada. ¿Por qué no traen a la señora que dice que me llevé al niño para que vea que no soy yo? ¡Madre mía!, ¿Qué locura es esta?”, exclama.

“Todo lo que decían no tenía sentido”, asegura

Su siguiente imagen fue ya esposada cuando la trasladaron ante la jueza y el fiscal comenzó el interrogatorio. Afirma que no le enseñaron ninguna prueba en su contra y, sin embargo, incidían en que pedían prisión para ella porque veían que, por su nacionalidad, podía tener arraigo familiar y huir a Brasil.

“Todo lo que decían no tenía ningún sentido. Yo les decía que no tenía dinero y que era imposible que me fuera a Brasil, que yo vivía aquí, en Oviedo, con mi madre y mi hermana, que tenía novio y un trabajo, pero me devolvieron para el calabozo y cuando me dijeron que me iba a prisión me quedé con mucho miedo y mucha ansiedad”, comenta.

“En el calabozo estuve gritando que por qué me pasaba a mí eso, que yo trabajaba, que no entendía nada, yo decía de todo, pero vinieron una chica y un chico guardias civiles -continúa-, me pusieron muy apretadas las esposas y me llevaron a la cárcel. Al llegar, la mujer policía me preguntó cuánto me había caído. Yo le contesté que no sabía ni por qué estaba ahí y ella y su compañero dijeron que todos decíamos lo mismo. ¡Y yo que pensaba que esto sólo pasaba en las películas!”, añade.

“En la cárcel les conté que era una injusticia”

Maisa carecía de antecedentes y sufrió un gran impacto emocional al atravesar la puerta de ingresos del Centro Penitenciario, donde le abrieron la ficha, le hicieron la fotografía como interna y le asignaron una presa de confianza para acompañarla hasta la celda. Esa noche en la cárcel durmió muy poco.

“Estaba con otras dos presas. A mí me dieron la cama de arriba, en una litera, y pensaba que si me dormía me iba a caer porque estaba muy alto. Me quedé despierta. Me habían dado una ropa porque llevaba cuatro días con la mía y olía mal”.

Cuenta que al día siguiente asistió a una reunión coordinada por un psicólogo donde cada preso contaba su historia. Ella empezó a contar la suya.

“Les conté que era una injusticia, que no entendía nada, pero ellos me contestaban que no podía estar así porque iba a entrar en un bucle y no iba a llegar a ningún sitio”, señala.

“En la cárcel me decían que la gente no salía tan rápido”

Recuerda con nitidez cómo estaba en un patio “donde la gente daba vueltas de un lado para el otro” cuando oyó su nombre por el altavoz. Cuando ella expresó en voz alta que debía ser para salir de la cárcel, le dijeron que no se creara ilusiones porque, según le exponían, “la gente que entra aquí no sale tan rápido”.

Al contrario, no sólo no le daban ánimos sino que incluso la asustaron aún más. Otros internos le decían que tuviera cuidado porque había un módulo “donde las chicas pegaban y eran muy malas”.

Pero la situación era otra. Le informaban de que todo se había aclarado porque una menor de edad se había personado en comisaría junto a su madre y había declarado que ella había sido la persona a la que la abuela del niño había recriminado su actitud en el parque. Un gesto que la joven brasileña agradece sinceramente: “si no hubiera sido por ella, aún estaría en la cárcel”, manifiesta con alivio.

Diez días después de los hechos, la Jefatura Superior de Policía de Asturias emitió una nota de prensa en la que se reconocía oficialmente que todo se había debido a “un malentendido por parte de las personas que intervinieron en el suceso”.

La menor y su madre aclararon la confusión en comisaría

La Policía hacía constar en ese escrito que la madre de la menor le había pedido a su hija que tuviera cuidado cuando fuera al parque, al que acudía asiduamente, porque había leído que había habido un intento de secuestro de un niño.

En ese momento, la adolescente admitió que había sido ella quien se había puesto a jugar en una rueda giratoria junto a varios niños, entablando conversación con uno de ellos, de unos cinco años, que parecía estar solo.

A continuación, le preguntó al niño si quería que le presentara a otros niños de su edad y cuando se disponía a llevarle, cogido de la mano, una señora mayor la había reñido, por lo que ella le había soltado.

No obstante, la menor todavía se quedó un rato más jugando en el parque tras este incidente, abandonando la plaza junto a su amigo más tarde, sin que se hubiera producido altercado alguno tras la riña, ni se hubiera alertado en ese momento a la Policía.

Sin embargo, la madre al conocer que había una mujer cuyas características físicas coincidían con las de su hija y estaba señalada como presunta autora del intento de secuestro contactó con la Policía Nacional el día 11 de octubre cuando Maisa ya estaba en la cárcel.

Al constatar la Policía Nacional la veracidad de los hechos, trasladó la información al juzgado, que decretó la inmediata puesta en libertad de la mujer detenida, aunque su situación procesal continuó como imputada.

El Juzgado de Instrucción número 1 de Oviedo dictó un auto, el pasado 14 de noviembre, por el que decreta el sobreseimiento provisional de la causa.

“Los hechos denunciados, además de no poder ser atribuibles a Maisa da Rocha quizá debido a una identificación errónea por parte de la denunciante, abuela del menor, pudieron tratarse de un malentendido, por lo que ante la falta de acreditación de los mismos y dado el resultado negativo de las diligencias relativas al volcado de su teléfono, procede decretar el sobreseimiento provisional de las actuaciones”, subraya el auto por el que se procede al archivo de las diligencias.

Una decisión judicial que se produce a raíz del atestado ampliatorio que realizó la Policía Nacional una vez que la menor y su madre se personaron en comisaría y aclararon la situación que llevó a la joven brasileña hasta la prisión.

Las otras secuelas que sufre la víctima

Maisa aún no se ha repuesto de la experiencia traumática que ha vivido. La detención y posterior encarcelamiento le supuso el despido fulminante de su trabajo como camarera que le comunicó la novia del hostelero por estos hechos; unos antecedentes policiales que aún no están eliminados y la apertura de su ficha como reclusa en el centro penitenciario de Asturias.

Además del impacto emocional que se llevó por la naturaleza del delito que se le imputaba, explica que a día de hoy sigue teniendo pesadillas, le cuesta mucho conciliar el sueño, tiene ansiedad y tiene que seguir un tratamiento médico.

Ya hemos solicitado la declaración del despido como improcedente. Estamos estudiando otras acciones a seguir y analizamos la posible existencia de un delito de calumnias, así como la responsabilidad patrimonial de las instituciones públicas intervinientes

Susana Campo, Marta Alonso y Rosa Rodríguez Abogadas de Maisa da Rocha

La joven cuenta con el asesoramiento jurídico de las abogadas Susana Campo Izquierdo, Marta Alonso y Rosa Rodríguez Ortolá, del despacho Mediare, que estudian actualmente las posibles acciones a seguir para tratar de resarcir el daño que se le ha ocasionado por “un malentendido”.

Por un lado, las letradas han solicitado la declaración del despido como improcedente y, por otro, analizan la posible existencia de un delito de calumnias, así como la responsabilidad patrimonial en la que podrían haber incurrido las instituciones públicas que han intervenido en este caso.

Maisa asegura que nadie se ha disculpado con ella y espera que al menos la familia del niño le pida perdón por el sufrimiento y las secuelas que sufre desde que fue detenida.

La Policía Nacional explicó en su comunicado oficial que la abuela del niño la había identificado en comisaría a través de unas fotografías “sin ningún género de dudas” como la persona que días antes trató de llevarse a su nieto mediante engaño.

 Maisa ha puntualizado que ella, en ningún momento, se sometió a una rueda de reconocimiento fotográfico y las únicas imágenes suyas que le mostraron a la abuela “fueron de mi facebook particular y eran del año 2016”, recalca.

“No sé ni quién es la abuela, ni quién es el nieto. No los he visto en mi vida. No fui al parque ese día, ni hemos querido volver ni mi hermana, ni yo. Mi hermana lo ha pasado muy mal. Incluso un vecino le gritó, una vez, desde la ventana de su casa que su hermana estaba detenida. ¿Cómo se puede ser tan cruel?”, inquiere.

Tampoco le han devuelto el teléfono móvil que entregó ante la autoridad judicial para que se examinara y comprobara la veracidad de su declaración sobre el vídeo donde se constata que no tenía el don de la ubicuidad y no oculta su malestar por que la Fiscalía recalcara que existía un riesgo de fuga cuando ni le retiraron el pasaporte, ni dio muestras de eludir la acción de la justicia por un delito que ni siquiera existió.

El juzgado dictó el sobreseimiento provisional de la causa aunque para Maisa aún no se ha terminado su calvario. Sostiene que ha quedado marcada entre los vecinos del barrio, mientras espera a que se vayan cerrando poco a poco todos los flecos: eliminar sus antecedentes, recuperar su teléfono móvil que aún no le ha sido devuelto y que le fue intervenido tras la detención.

Encontrar un nuevo trabajo, dando un nuevo giro a su vida, es una de sus principales preocupaciones en este momento: “Ahora me he quedado sin trabajo. Terminé un curso de auxiliar de enfermería y voy a intentar encontrar un empleo por esa especialidad”, sopesa.

Salir a la calle y no sentir que está siendo observada es otra de sus aspiraciones: “A veces le digo a mi madre que voy a salir de incógnito con una gorra y unas gafas para que nadie me reconozca. Ha sido una injusticia muy grande la que se ha cometido conmigo”, dice entre suspiros.

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