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Gelsenkirchen, el final del EuroTenerife

Alexis y Latal en el partido de vuelta.

ACAN

Santa Cruz de Tenerife —

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Sin Marcelo Ojeda, sin Julio Llorente, sin César Gómez, sin Vivar Dorado y sin Juanele, el héroe de las anteriores eliminatorias de la Copa de la UEFA. Así se presentó el Tenerife a jugar el partido de vuelta de las semifinales de la Copa de la UEFA ante el Schalke 04 en Gelsenkirchen. La mayoría de las bajas habían sido víctimas de la victoria pírrica lograda dos semanas antes en el Heliodoro, un 1-0 con gol de Felipe que se mantuvo con nueve jugadores sobre el campo y después de que los alemanes fallaran un penalti.

El Tenerife salió vivo de ese partido, pero herido. Herido de muerte. El asesino fue David Elleray, un árbitro inglés que tres años antes tuvo la desvergüenza de prolongar doce minutos la eliminatoria en Auxerre mientras el Tenerife resistía con ocho jugadores sobre el campo y con Pier de portero. Y que esa noche en el Heliodoro, amén de regalar un penalti al Schalke 04, expulsó a Vivar Dorado al comienzo de la segunda parte y a Ojeda a veinte minutos del final. Y amonestó a Juanele con una tarjeta que acarreaba suspensión.

En Gelserkirchen tampoco estaban en perfecto estado Robaina y Nacho Conte, por lo que el entrenador blanquiazul, Jupp Heynckes, prescindió de ellos. Así, aquel 22 de abril de 1997, ante unos centenares de valientes desplazados desde la Isla que desafiaron al frío y a 57.000 alemanes, el Tenerife formó con: Andersson; Motaung, Antonio Mata, Ballesteros, Alexis; Chano, Pablo Paz (Dani, 57’), Jokanovic, Felipe; Pinilla (Vidmar, 98’) y Kodro (Neuville, 71’). No hubo partido. Sólo acoso y derribo. Sólo un córner tras otro sobre la portería de Andersson.

Con el portero sueco cada vez más tímido en sus salidas, al decimoquinto saque de esquina, mediada ya la segunda parte, llegó el gol. El 1-0 que igualaba la eliminatoria lo hizo el defensa Linke, una de las estrellas del equipo junto al portero Jans Lehmann o el campeón mundial Olaf Thon. Para entonces, el mejor 'antiaéreo' del Tenerife, el argentino Pablo Paz, se había retirado lesionado. Y el grupo de Heynckes estaba “paralizado, agotado por una temporada muy cargada”, según confesión del técnico alemán. Aún así, aguantó hasta la prórroga.

Con ocho bajas y sin armas para atacar, el Tenrife apostó por la tanda de penaltis. No hubo lugar. En el minuto 108, después de lanzar hasta veintidós saques de esquina, llegó el 2-0. No fue de córner... pero casi. Fue tras una falta lateral que cabeceó en el área pequeña Marc Wilmots, que disputó cuatro mundiales con Bélgica. Sólo entonces se asomó el Tenerife al campo rival. Sin fútbol, sin fuerzas y casi sin jugadores, pero con orgullo. Con lo único que le quedaba. Y en el minuto 121, con el partido 'acabado', aún fue capaz de forzar un córner.

Felipe se llevó el balón a la esquina, lo besó, le dijo algo y lo colocó con mimo mientras miles y miles de tinerfeños rezaban ante el televisor. Y lo golpeó suavito, hasta donde le llegaban las fuerzas, hasta el primer palo. Por allí apareció Chano, que se anticipó a las torres germanas y, mientras se caía al suelo, peinó el cuero y lo colocó lejos de Lehmann, junto al segundo palo… pero por fuera. Aquella noche empezó a morir el gran Tenerife.

(*) Capítulo del libro ‘El CD Tenerife en 366 historias. Relatos de un siglo’, del que son autores los periodistas Juan Galarza y Luis Padilla, publicado por AyB Editorial.

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