El injusto adiós del gran capitán

Toño Hernández, en una imagen de la temporada 92/93.

ACAN

Santa Cruz de Tenerife —

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No fue un jugador, fue un símbolo. Antonio Hernández Hernández, Toño (Gran Canaria, 1962), representó durante años la milagrosa transformación del Tenerife. De las catacumbas al glamour. Estuvo trece temporadas en el primer equipo y durante un tiempo vivió huelgas y encierros, viajes interminables con medio bocadillo y un juguito, impagos y gradas desiertas, contrabando para sobrevivir y sueldos míseros… Y también vivió el oropel de la Primera División y la Copa de la UEFA, los hoteles de cinco estrellas, los vuelos chárter, los traspasos y los fichajes millonarios… Por el camino, Toño participó en 385 encuentros oficiales con la camiseta del Tenerife entre partidos de Liga (en tres categorías diferentes), Copa del Rey, Copa de la Liga, Copa de la UEFA o las históricas promociones ante Betis y Deportivo. Y estuvo en todos esos acontecimientos.

Debutó con 20 años ante la Cultural Leonesa en el Antonio Amilivia, pero vivió como suplente el ascenso a Segunda División en 1983, con 'Terremoto' Fuertes en el banquillo. A partir de ahí, siempre fue protagonista en las grandes gestas blanquiazules: en el ascenso a la categoría de plata con Martín Marrero en el banquillo, en el salto a la Primera División con Benito Joanet como técnico y el Villamarín como escenario, en la agónica permanencia frente al Deportivo en Riazor, en la primera liga arrebatada al Real Madrid, en la clasificación para la Copa de la UEFA (tras quitarle otro campeonato al Madrid), en el debut europeo ante el Auxerre y hasta el la conquista del trofeo Joan Gámper. No es casualidad. Durante nueve temporadas consecutivas, Toño empezaba los cursos como suplente y los acababa como titular indiscutible y jugando al menos treinta partidos ligueros.

Eso sí, la grada siempre lo percibió como un jugador limitado. “Para Segunda B sirve, pero en Segunda A…”, se escuchaba. Luego, cuando participó como titular en el ascenso a la élite, resurgieron las dudas. “En Segunda A te echa una mano, pero en Primera y sin calidad…”. Tras el ascenso a la élite, sólo se perdió tres partidos en tres años, aunque no disipó dudas: “Para luchar por mantenerte si es apañadito, pero para aspirar a la UEFA…”. Porque Toño no sólo tuvo que luchar contra los rivales, también debió hacerlo contra los prejuicios. Y siempre ganó esas dos batallas. Y una de las razones era que tenía más virtudes de las que se le reconocían. Así, era un futbolista técnicamente correcto, aplicado en la marca, rápido, resistente, que jugaba con un alto grado de concentración, conocía el oficio, dominaba el juego aéreo en ambas áreas, poseía un buen disparo y un notable remate de cabeza…

Y así fue en la élite con técnicos tan dispares como Miera, Azkargorta, Solari o Valdano. Le buscaban sustituto, pero jugaba Toño. Hasta que en la temporada 94-95 los prejuicios pudieron más que la realidad. Vicente Cantatore no le dio ni una oportunidad. Ni en Liga, ni en Copa del Rey. Bueno, le dio una oportunidad. Fue en el último partido de Liga, con todo ya decidido y en un partido intrascendente. ¿Fue titular? Pues ni eso. En realidad, le hizo jugar 21 minutos, más por presión del resto de futbolistas que por deseos propios. Al día siguiente, el 19 de junio de 1995, se fue al Granada.

(*) Capítulo del libro ‘El CD Tenerife en 366 historias. Relatos de un siglo’, del que son autores los periodistas Juan Galarza y Luis Padilla, publicado por AyB Editorial.

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