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El baúl de los cangrejos
Lo primero: lleno hasta el altillo en el Castillo San Felipe, público de pie en los laterales y... sin megafonía. Menos mal que la acústica del recinto es sobresaliente y se pudo seguir atentamente, sin problemas, la presentación de El baúl de los cangrejos (Del Medio Ediciones), del que es autor el médico portuense Javier González Pérez y que ha prologado Juan Cruz Ruiz, interviniente en el acto, al que también asistió Francis Pérez, autor de la exquisita fotografía de portada. Entre creadores portuenses andaba el juego: un elenco de lujo.
Lo segundo: el autor se supera a sí mismo después de sus publicaciones anteriores en las que acreditó, ya lo escribimos, algo más que maneras. Hay mucho de reflexivo en este médico escritor: no serviría para periodista pero es idóneo para las interpretaciones de hechos, episodios y situaciones, ya descargando ironía ya propiciando rigor.
Por ejemplo, dijo González que un libro es una nube de pensamientos, que se condensan en gotas, estas devienen en letras y así surge un río de palabras. Explicó el proceso de elaboración de su obra: ¿quién podía proporcionar el sentido o la veracidad histórica a su relato? Pensó en Margarita Rodríguez Espinosa y encontró en su marido, Luis Gómez Santacreu, un fiel aliado para completar y hasta dar unos retoques de estilo. Los filólogos, no crean, pusieron dos condiciones: no querían el texto en papel y tiempo. Hubo un ganador claro: el texto, que se veía enriquecido. Cuantitativa y cualitativamente: el autor pensó inicialmente en una setenta páginas y llegó a trescientas. Entre el regocijo surrealista de Agustín Espinosa, pariente de Margarita, y las audiciones nostálgicas de la Cantata de Santa María de Iquique, de Luis Advis, el baúl fue cobrando forma. Con alusión a personajes de una época allí asistentes y a los apodos, eternos apodos portuenses.
Y se guió por un faro literario, el prologuista, quien como tantas otras veces, ejerció de samaritano. González Pérez afirmó que “Juan es el big bang de esta novela. Cayeron gotas y apreció El baúl de los cangrejos”. El autor escuchó los más cálidos aplausos. Había múltiples razones para dedicárselos.
Tercero: Juan Cruz Ruiz hizo honor y exaltó desde el primer minuto las bondades de la obra, fraguada sobre el pasado del municipio, escrita para hoy, con historia por concluir, desde el entorno de un entorno sin igual como es el refugio pesquero, la guerra y la dura posguerra, la historia humana del Puerto. El escritor declaró su satisfacción por el hecho de que “un portuense nos refresque la historia. Javier ha tenido la paciencia de contar y de haber prestado oído a la historias nebulosas y de vidas truncadas”. Por muchas cualidades, resultó “un libro de intensidad política y humana”.
Afirmó Cruz, tirando de su inagotable recurso memorístico, tras evocar que “la infancia es el territorio de lo auténtico”, que la ciudad acogió historia de ciudadanos y se convirtió en pueblo de ciudadanos. “Por eso -añadió-, el texto tiene mucho de historia natural que está contada como narración literaria de primera magnitud”. Para terminar de persuadir, dijo que “los diálogos están muy bien medidos para la comprensión de la realidad de la historia”.
El prologuista y presentador siguió vertiendo elogios: “Lo que ha hecho Javier es de enorme coraje. Ha logrado identificar la historia moral. Sus hallazgos, que él llama tonterías, son de naturaleza literaria mayor”. Y hasta le hizo un guiño a la musicalidad “pues la fluidez de la escritura, la propia convicción de escribir, depende de la música”. Cruz confesó que vivió el Puerto como “una obra en progreso, un poema que está en la memoria de varias generaciones y que, en cierto modo, también se plasma en este libro”.
Entonces, la conclusión es que el Puerto de la Cruz necesitaba un libro así, escrito con generosidad y sin maldad. “Agradezco -dijo Juan Cruz Ruiz- que Javier haya abrazado todas las épocas del Puerto, porque lo que desprende la novela es también el olor del salitre, el tipismo de sus rincones, el humanismo de sus personajes y la universalidad de su personalidad”.
¿Ciudad, pueblo? Está en El baúl de los cangrejos. Por eso la recomendaba al final tan entusiásticamente Emilia Vié, en nombre de la editorial. El acto y los dichos, desde luego, fueron un sabroso aperitivo.
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