Cachondeo podrido

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En los años ochenta del siglo pasado el alcalde de Jerez Pedro Pacheco definió a la justicia española como un cachondeo. “La justicia es un cachondeo”, dijo el político andaluz después de que los tribunales paralizaran el derribo de un chalet de Bertín Osborne levantado en una zona no urbanizable. 

Aquel atrevimiento contra la justicia le costó caro al alcalde, que tuvo que sufrir seis años de inhabilitación. Según él, la justicia de aquella época era un cachondeo, algo que por otra parte ratificaba buena parte de la población, poniendo en uno de los últimos lugares a la Judicatura cada vez que se le preguntaba en una encuesta.

Es verdad que ser juez no es fácil y que siempre tendrá a la mitad de la gente en su contra ya que los juicios no suelen ser salomónicos ni repartidos a partes iguales para contentar a ambas. Cuando los tribunales se mojan perjudican siempre a una parte, aunque sea legalmente. Esa parte nunca tendrá una buena imagen de la justicia. 

Recientemente el expresidente del Cabildo de Fuerteventura Blas Acosta ha definido a la justicia majorera de una forma muy peculiar. “La justicia está podrida”, ha dicho, dando a entender de que está viciada, entre otras cosas por el cabreo que se cogió al enterarse del inicio de un procedimiento en su contra a través de los medios de comunicación.  

Como no soy corporativista tengo que darle la razón en este caso al político, que como cualquier hijo de vecino debe enterarse antes que nadie de sus propios procesamientos o imputaciones. Si la Justicia investiga a Blas Acosta debe ser él el primero en saberlo y no parece lógico que lo haga leyendo un periódico o escuchando una emisora de radio. 

Acosta denunció las malas artes de la justicia en su isla y se lamentó de tener que padecer la pena del telediario sin comerlo ni beberlo. Los políticos viven en buena parte de su imagen y si ya se les condena socialmente ofreciendo la noticia a través de los medios de comunicación, esta ya es una forma de sentenciarlo, aunque finalmente sea absuelto por los tribunales. 

Blas Acosta hizo estás declaraciones tras haber dimitido como presidente del Cabildo y en medio de un calentón dialéctico. Por eso ha pedido perdón después de que el Tribunal Superior de Justicia de Canarias pidiese sus declaraciones a los medios para ver si eran susceptibles de iniciar un procesamiento contra él. Blas Acosta es político pero no tonto, precisamente por eso: por dedicarse a la vida pública. Y ya tiene unos cuantos trienios. 

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