Canarismo: centralidad, transversalidad y hegemonía

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Tras los acontecimientos de 2015 y en los años posteriores, en el sistema de partidos del Estado español se instaló una suerte de multipartidismo que sustituyó al bipartidismo imperfecto que rigió las primeras décadas de la democracia. Derivados de esta transformación, algunos dirían que vertiginosa, la primera moción de censura con éxito, la consolidación de la geometría variable como vía para construir mayorías parlamentarias, el primer gobierno de coalición en La Moncloa, el cuestionamiento del método para la renovación de órganos como el Consejo General del Poder Judicial, etc. En definitiva, una cultura política inusitada de la que el tiempo y el electorado dirán si ha llegado para quedarse. 

En Canarias, sin embargo, llevamos décadas de adelanto en cuanto a una configuración similar de nuestro sistema de partidos. También en cuanto a los gobiernos de coalición o apoyo externo, un aspecto cuyo análisis excede los propósitos de estas líneas. Desde los nueve grupos parlamentarios en la primera legislatura hasta los siete de la actual, el Parlamento de Canarias ha conocido toda suerte de posibilidades aritméticas, dando cuenta de nuestra pluralidad y complejidad como país, algo que cualquier posible reforma del sistema electoral debe contemplar a la vez que la aspiración de acercarnos cuanto razonablemente se pueda al ideal de la proporcionalidad entre población y valor del voto emitido.

Ahora bien, es verdad que ha habido etapas de mayor simplicidad del panorama parlamentario. El nacimiento de Coalición Canaria como proyecto político de carácter transversal tuvo la consecuencia inmediata de simplificar dicho panorama, que desde 1995 a 2011 constó de únicamente cuatro grupos. Es un elemento que no se puede analizar aisladamente sino en consonancia con su conquista de la centralidad en el tablero político, hoy perdida ¿definitivamente? a causa de dos procesos de distinta naturaleza pero interrelacionados: la escisión protagonizada por Nueva Canarias en 2005 y la progresiva ubicación de Coalición Canaria en el centro-derecha del espectro (su aliado casi exclusivo y preferente en el Parlamento ha sido mayoritariamente el Partido Popular ya desde su nacimiento), algo que le impidió objetivamente alcanzar acuerdos transversales más allá de dicho bloque en las frustradas negociaciones postelectorales tras mayo de 2019.

Un breve apunte sobre el canarismo en la metrópoli relacionado con esto último: no deja de resultar curioso cómo la acción política de Nueva Canarias, normalmente tenida por más progresista, le permite pactar a derecha e izquierda en las Cortes, como ha venido haciendo en los presupuestos de 2018 con el PP, en virtud de la “utilidad marginal creciente” del escaño 176 y los de 2021, ahora con el PSOE. Mientras tanto, Coalición Canaria, normalmente tenida por más conservadora a pesar de votar en innumerables ocasiones junto al grupo de Pedro Sánchez, en una estrategia como mínimo discutible se automargina, siendo incapaz de llegar a acuerdos realistas y razonables con el Gobierno de España y desdibujando su histórico papel de conseguidora ante Madrid. ¿Quién atesora mayor centralidad? Desde la óptica del canarismo negociador, que, a falta de proyecto político estratégico consolidado, limita su acción a la consecución de compensaciones, réditos, beneficios, etc., ¿quién consigue más?

Fragmentación

Pero volviendo al contexto de nuestro Parlamento, del cruce de ambos aspectos (centralidad y transversalidad) quizás pudiera plantearse una hipótesis: a mayor integración del canarismo, mayor centralidad y transversalidad, también mayor hegemonía y de paso, mayor simplificación y estabilidad de las opciones de gobernabilidad. Dicho de otra manera, una fragmentación del espacio político del canarismo tiene como consecuencias ineludibles la pérdida de la centralidad transversal y la hegemonía parlamentarias por parte de aquél, y de paso una mayor complejidad e inestabilidad de la gobernabilidad. Se instaura una dinámica centrífuga que tira de ambas fuerzas (CC-PNC y NC) hacia los extremos, de una manera tal vez forzada por una dinámica de competición y enfrentamiento que acaso no corresponda con fuerzas por lo general bastante moderadas, por otro lado, y perfectamente capaces de llegar a acuerdos. 

A favor de la mencionada hipótesis, un dato contundente: uno de los momentos de mayor éxito electoral del canarismo se produjo con la candidatura unitaria de Coalición Canaria en 1999. Obtuvo 24 escaños sobre los 60 disponibles en aquel entonces, un total de 306.658 votos y el 37’50% del voto emitido. Lideraba la lista Román Rodríguez y se firmó entonces un acuerdo de legislatura con el Partido Popular. A esta lista debemos añadir otros dos escaños obtenidos por AHI, que en aquellas elecciones concurrió de manera independiente y, como curiosidad, aún pudiera haber aumentado algo más el voto canarista de haberse integrado la Federación Nacionalista Canaria de Juan Manuel García Ramos y sus casi cuarenta mil votos en aquella plataforma transversal y hegemónica que era la Coalición Canaria en esa etapa. El siguiente hito sería en 2003, cuando la Coalición Canaria liderada por Adán Martín y que integraba a AHI obtuvo 23 escaños y una Federación Nacionalista Canaria como candidatura independiente alcanzaba los tres escaños. Idénticos resultados en cuanto a escaños y muy similares en cuanto a número y porcentaje de votos. Centralidad y transversalidad, llaves para la hegemonía. 

En cualquier caso, ¿se podrá negar a ciencia cabal que la centralidad del tablero pertenece ahora de manera indiscutible al PSOE y que, de no alterarse el escenario actual de fragmentación canarista, será muy difícil que sea disputada?, ¿que es posible pensar en una réplica del escenario actual en la próxima cita electoral donde el socialismo español siga drenando voto allí donde más posibilidades tiene de hacerlo (Gran Canaria, especialmente) mientras el canarismo se pelea por las sobras? No se puede estar tan ensimismado como para no contemplar dicho panorama o ser tan irresponsable como para que no nos importe. 

Amplio espectro

Quienes defendemos que el canarismo (desde la democracia-cristiana y el socioliberalismo, hasta la socialdemocracia; desde el insularismo no fratricida, el autonomismo, federalismo, autodeterminismo, etc.) debe reagruparse en una opción electoral de amplio espectro, lo hacemos, entre otras cosas, convencidos de que esa es la mejor opción para recuperar la hegemonía necesaria para comenzar a hacer avanzar el autogobierno, consolidando derechos y libertades para las más amplias capas populares de las islas. También porque así podrá cumplir mejor su tarea de civilizar a la derecha y canarizar a todo el arco parlamentario, algo prácticamente imposible de realizar en las condiciones actuales. Conformarse con ser la eterna oposición al PSOE o su muleta necesaria si se dan determinadas condiciones, no puede ser el proyecto de futuro del canarismo. Aprendamos de una vez que centralidad, transversalidad y hegemonía, también en el plano cultural, deben ser objetivos permanentes para un proyecto político con vocación mayoritaria. 

José Miguel Martín es secretario de Canarismo y Democracia

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