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Espacio de opinión de Canarias Ahora

Ciudadanía por el clima

Antonio Morales

Hace unos días, el catedrático de Oceanografía Física de la ULPGC, Alonso Hernández, hizo llegar a los medios de comunicación el último estudio realizado por el Instituto de Hidráulica Ambiental de Cantabria donde se afirma que el incremento del nivel del mar en las costas españolas se agudiza. Canarias sería una de las comunidades más afectadas ya que se prevé un aumento de más de 80 centímetros, frente a la media peninsular situada entre 60 y 72 centímetros. Estos datos vienen a confirmar un estudio realizado hace cinco años por el departamento de Oceanografía Física de nuestra universidad “sin que se hayan tomado medidas para contener las emisiones de los gases de efecto invernadero que provocan el calentamiento del planeta” según su responsable, hoy director del Instituto Universitario de Investigación de Oceanografía y Cambio Global. Canarias y Galicia serían las comunidades más afectadas y ya el ministerio de Medio Ambiente apuntó en 2007 que muchas playas canarias podrían desaparecer en 2050 debido al aumento del nivel del mar en el mundo provocado por el cambio climático.

También hace unas semanas, investigadores de las Universidades de Las Palmas de Gran Canaria y de Cabo Verde, que estudian la flora y la fauna marina macaronésica, nos informaban de la llegada a Canarias de especies marinas caboverdianas a causa del calentamiento global. No son las primeras informaciones sobre incidencias de este tipo: la tropicalización de nuestro clima está haciendo llegar a estas islas peces de otras zonas y está produciendo fenómenos meteorológicos adversos y modificaciones en la frecuencia y en la orientación de los alisios.

En los dos últimos artículos publicados en este medio he hecho especial hincapié en la peligrosa deriva del planeta debido al cambio climático producido por el calentamiento global. Cada vez con más frecuencia distintos organismos internacionales y comunidades científicas nos insisten machaconamente acerca de la necesidad de tomar medidas urgentes para parar esta preocupante espiral. Los ejemplos cercanos suelen mover más las conciencias, pero la realidad es que la OMM, el IPCC, la OMS, universidades y científicos de todo el mundo no paran de advertirnos del avance de la degradación de los ecosistemas, del descenso de las cosechas y la seguridad alimentaria, del aumento y de la propagación de enfermedades infecciosas, de la extinción de especies, del desplazamiento de millones de personas, del aumento de la pobreza, las sequías y las inundaciones, de la acidificación de los océanos, de la escasez del agua…

Como ya he afirmado en otros textos, los embates de las grandes multinacionales de la industria y de la energía para negar esta realidad son brutales. No solo invierten miles de millones en negar el cambio climático comprando informes científicos y medios de comunicación sino que un informe de la ONG Global Witness afirma que entre 2002 y 2013 fueron asesinados al menos 908 ecologistas defensores de los derechos sobre la tierra o el medio ambiente.

Estas y otras razones convocan cada cierto tiempo a las naciones del planeta para intentar reconducir la situación. Hasta ahora todo ha quedado en nada. Una y otra vez se imponen criterios desarrollistas y mercantilistas. Por eso la Cumbre del Clima convocada por la ONU en Nueva York días atrás, con la presencia de 126 jefes de Estado, ha despertado muy poca credibilidad en el planeta. Aunque se firmaron protocolos para frenar las deforestaciones, se creó un fondo verde para ayudar a los países más vulnerables y se pactaron convenios para reducir las emisiones en más de 200 ciudades, lo cierto es que la mayoría de los países más implicados no adquirieron ningún compromiso.

Y muchos de los que lo hicieron lucieron las mejores galas de una retórica hueca. Falsa hasta el hastío. Como en el caso español. Y es que el rey Felipe VI no se cortó un pelo, sin el menor pudor, para afirmar que España es pionera en las medidas para reducir las emisiones contaminantes. Mientras el Gobierno de Mariano Rajoy defiende el negacionismo climático, apoya a las energías fósiles, ataca ferozmente a las renovables e introduce modificaciones en la Ley de Costas que atentan gravemente contra el patrimonio natural, Felipe VI declaró solemnemente en la sede de la ONU que “España está realizando la transición hacia un nuevo modelo de crecimiento basado en las energías renovables y en tecnologías limpias”. Y se quedó tan pancho. Y se atrevió a ir más allá pidiendo un “nuevo acuerdo global y vinculante que permita combatir el cambio climático” y demandando que “seamos ambiciosos, seamos inteligentes… seamos sensibles y solidarios”. Ya lo decía Maquiavelo: “Un príncipe no puede ni debe mantener fidelidad en las promesas, cuando tal fidelidad redunda en perjuicio propio”. Aviados vamos si todas las intervenciones expresadas en la cumbre merecen la misma credibilidad y expresan el sentir real de los gobiernos de turno.

Y sin embargo lo que sí parece es que algo se está moviendo. Ya comenté la semana pasada que la Unión de Bancos Suizos (UBS) ha elaborado un informe en el que sostiene que dentro de muy poco las energías limpias serán más baratas que las sucias y anima a sus clientes financieros a “unirse a la revolución” de las renovables. Los llama a copar el mercado, sin ningún tapujo. También coincidiendo con la cumbre de Nueva York, la familia Rockefeller anunció a bombo y platillo que abandonan el negocio del petróleo para pasarse a las renovables. El representante del Fondo de los Hermanos Rockefeller afirmó que “estamos convencidos de que si estuviera vivo hoy (el magnate petrolero John Davison Rockefeller), como el astuto empresario que vislumbra el futuro, dejaría atrás los combustibles fósiles para invertir en energía limpia y renovable”.

Según el periódico digital Elvigía.com, la reforma eléctrica española propicia el interés de fondos extranjeros. Mientras las pymes españolas que apostaron por las renovables se hunden acosadas por las deudas y las medidas coercitivas del Gobierno, multinacionales de China, EEUU y Reino Unido se interesan por las infraestructuras solares y eólicas españolas.

Está muy claro que estamos inmersos en una guerra sin cuartel por el control de las energías renovables. Mientras apuran al máximo el mercado de las fósiles hasta agotar los últimos recursos, los lobbies energéticos presionan a los gobiernos para impedir la democratización de la energía a través de las pymes, las instituciones públicas y los hogares, asegurándose así su control para no perder el negocio y la capacidad de influencia que les genera. Porque controlar la industria y la tecnología del nuevo modelo energético, para utilizarlas o para frenarlas, les va a permitir seguir manteniendo el dominio de la economía y de la política. Desde luego, para estos lobbies, el cambio climático es algo absolutamente secundario. Porque el capitalismo no conoce otra fórmula que la de producir y consumir insaciablemente. Limitar las emisiones destruiría entonces el crecimiento económico, según sus tesis.

Días antes de la Cumbre del Clima celebrada la pasada semana, unas 1.600 organizaciones mundiales convocaron a más de 300.000 personas en las calles de Nueva York para demandar a los líderes mundiales una mayor implicación en la lucha contra el calentamiento global. Es el camino. No habrá cambios a nivel planetario si la sociedad civil mundial no se moviliza. Es lo que afirma también Naomi Klein en un nuevo libro que acaba de publicar con el título de Capitalismo contra el clima. En él sostiene que solo los movimientos sociales de masas pueden salvarnos ahora. Porque sabemos hacia donde se dirige el sistema actual si se deja sin control. Y ataca a las soluciones de tipo parche como los pagos por las emisiones de carbono que no impiden la degradación del planeta o alternativas presuntamente limpias como el gas natural con la pretensión de que su utilización no contamina. ¿Les suena este estribillo?

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