Crédulos descerebrados

Estamos rodeados de anormales, descerebrados, crédulos e ignorantes que se creen cualquier cosa que les digan, sobre todo aquellas que coadyuvan a apoyar sus ideas, por muy estrafalarias y extravagantes que sean. 

Un facha siempre creerá los bulos que se propagan habitualmente de la izquierda española, especialmente si van dirigidos a dañar la reputación del presidente del Gobierno de España o de su vicepresidente segundo. 

Puede ser la barbaridad más surrealista del mundo, que ellos nunca la cuestionarán porque va a su favor y engorda sus intereses espurios. 

Lo mismo pasa ahora con los negacionistas de la pandemia, que además de ser unos ignorantes supinos pretenden tomarnos a los demás por tontos, tratando de convencernos fatuamente de cosas que ellos mismos no creerían si tuviesen un mínimo de sensatez en vez de un garbanzo por cerebro. 

La gente ya no está por razonar porque eso es trabajoso. La gente prefiere creerse las tonterías que le cuentan por las redes sociales porque sus entendederas no dan más de sí. 

Primero negaron la existencia del virus, después rechazaron la pandemia y ahora echan la culpa de todos nuestros males a filántropos reconocidos y prestigiosos como Bill Gates o George Soros. Lo fácil para estos ultras descerebrados es siempre echar la culpa a los demás. 

Además de los negacionistas, últimamente también tenemos que convivir con racistas y xenófobos que justifican su odio y aversión por otros seres humanos inventándose historias de invasiones marroquíes y subsaharianas para tener una coartada y largar barbaridades a troche y moche. 

Los que se quejan de que estamos siendo invadidos solo ven por la calle a inmigrantes de piel oscura mientras el resto vemos a seres humanos que tratan de buscarse pacíficamente la vida y que por supuesto conforman una ínfima minoría casi imperceptible. 

Algunos ven a militares y agentes secretos de Marruecos donde solo hay jóvenes desesperados en busca de una vida mejor. Estos negacionistas xenófobos son muy pesados y los tenemos hasta en la sopa. ¿No querías caldo?, pues toma dos tazas. Como éramos pocos parió la abuela. Qué paciencia hay que tener.