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Deterioro de la democracia
Un reciente trabajo del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), referido a los hábitos democráticos en nuestro país, pone de relieve algunos porcentajes que vienen a confirmar la creciente preocupación que despiertan las respuestas relativas a las formas de gobierno preferidas por la población. Las dudas serían: los españoles siguen queriendo una democracia pluralista; o en algunas circunstancias se decantan por un gobierno autoritario; o, aceptando un gobierno u otro, la mayoría expresa su identificación con la democracia a cualquier otra forma de gobierno.
El caso es que, según la encuesta, durante los últimos cinco años la identificación con la democracia ha mermado considerablemente, hasta 4.6 puntos porcentuales, para ser concretos. En efecto, de un 85,3 por ciento de los ciudadanos que afirmaban que la democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno en el año 2019, se ha pasado a un 80,7 por ciento en el año 2023. El apoyo es muy mayoritario, pero no hay que despreciar una serie de cuestiones de fondo que, de no ser adecuadamente procesadas y solucionadas, pueden acabar con la democracia -y lo peor- desde dentro de ella. En sentido contrario, aunque minoritario en la sociedad, ha aumentado el porcentaje de las personas que afirman que, en algunas circunstancias, un gobierno autoritario es preferible a un sistema democrático. Concretamente, se ha pasado de un 5 por ciento en el año 2019 al 6,8 por ciento en el año 2023. Es el porcentaje más alto en los últimos veinticuatro años.
No es por apurar el atajo fácil pero todos debemos sentirnos corresponsables. En distintas medidas, por supuesto, unos más y otros menos, pero hay que ser conscientes de que este bien convivencial o se cuida y se cultiva o se deteriora no sabe bien hasta dónde, de modo que sea muy difícil repararlo cuando no se disfruta de él. Las causas son muy heterogéneas, agravadas desde que el entonces presidente de los Estados Unidos y ahora cuasi candidato, Donald Trump, patrocinara un asalto al Capitolio -quién lo iba a decir- sin que hasta nuestros días, el asunto, residenciado en vía judicial, se haya resuelto y dirimido las correspondientes responsabilidades que, a este paso, se volatilizarán y los americanos dirán que aquello nunca existió.
La ideología ultraderechista está tan en boga como mayormente indiferente resulta lo dicho sobre el cuidado del sistema democrático. Es preocupante que haya aumentado el porcentaje de las personas que afirman que, en algunas circunstancias, un gobierno autoritario es preferible a un sistema democrático. Es una convicción muy inquietante. Concretamente, se ha pasado de un 5 por ciento en el año 2019 al 6,8 por ciento en el año 2023. El porcentaje más alto en los últimos veinticuatro años.
Los españoles, según esta entrega del CIS, prefieren mayoritariamente la democracia como forma de gobierno, pero muestran menos entusiasmo con su funcionamiento, de manera que hay que insistir, manos a la obra. Así, creen que funcionaba mejor hace diez años que ahora. Y también afirman que funcionará mejor en el futuro, dentro una década, que ahora, en una escala de 1 a 10, en la que el 1 significa ‘muy mal’ y el 10 ‘muy bien’. Pero no podemos cruzarnos de brazos porque los males y los peligros acechan, los descuidos y el pasotismo de ahora, que otros resuelvan por uno, es una actitud dañina cuando se acumulan sus efectos puede ser tremendos, aunque esto no lo vean quienes esbozan una sonrisa, se ponen al pairo y rezuman indolencia tantos y tantos que, hipercríticos con la democracia, autoritarios y nostálgicos, se aprovechan de ella porque nada tienen que perder. “La democracia –escribe el sociólogo de la UNED, Óscar Iglesias- es un sistema político frágil, y los ciudadanos deberían de manera activa denunciar y combatir a los que pretenden quebrar la convivencia por sus intereses partidistas. La mejor medicina, en democracia, es no votar a los partidos políticos que mediante sus palabras o por sus actos realicen comportamientos antidemocráticos o autoritarios. No votar a quienes utilizan estrategias de crispación y polarización”. El tiempo, mejor dicho, los hábitos y las leyes apremian.
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