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Diversificación económica: solo palabras
La diversificación económica es uno de los mantras del Gobierno de Canarias. No hay discurso en que no se hable de su imperiosa necesidad y se destaque que ya se trabaja en esa línea. El problema, el gran y grave problema, es que de forma reiterada se produce un abismo entre las palabras y los hechos. Lejos de avanzar en la diversificación, el Ejecutivo canario insiste en más de lo mismo: en ocupación del territorio, en más construcción y en más camas turísticas. Lo confirman leyes como la de las islas verdes, el Proyecto de Ley del Suelo o la modificación de la ley turística.
Los gubernamentales discursos no se ven acompañados, en modo alguno, por actuaciones decididas que modifiquen nuestro retraso en este ámbito. Diáfano en el caso del sector industrial de las Islas. Lejos de crecer, disminuye el peso relativo de la industria en nuestro Producto Interior Bruto (PIB), desaparecen empresas y disminuye el empleo en el sector. Se reducen las empresas de base tecnológica y es muy poco significante la inversión en innovación.
Nueva Canarias (NC) insiste en que la escasa diversificación de nuestra economía es uno de nuestros grandes hándicaps. Nuestra economía está muy escorada al sector servicios. Canarias es una potencia turística, con grandes fortalezas pero también con debilidades, que se ve hoy favorecida por distintos factores externos, entre ellos la crisis de seguridad en varios países del Mediterráneo. Pero es imprescindible que nuestro modelo económico sea más diversificado, menos dependiente y más equilibrado.
Industria
El sector industrial ocupa un relevante papel en los estados y comunidades autónomas más desarrolladas. Es una actividad habitualmente intensiva en conocimiento y que genera un empleo estable y de calidad. Las nacionalidades y regiones con más peso del sector industrial son las que presentan una mejor redistribución de la riqueza en la sociedad y los salarios más altos, contrariamente a lo que sucede con las basadas fundamentalmente en los servicios.
Canarias cuenta con una Estrategia de Desarrollo Industrial para el período 2009-2020 que Nueva Canarias consideró acertada, en su momento, por su proceso de elaboración, en el que se contó con la participación de empresarios, sindicatos, universidades y el conjunto de administraciones públicas. Además de disponer de un prudente tiempo de aplicación y de objetivos más que razonables. Sin embargo, cuando hemos sobrepasado el ecuador del plan, sus resultados son completamente decepcionantes.
Los datos de la evaluación de 2015 que recientemente ha ofrecido el consejero del ramo del Gobierno de Canarias confirman que nos encontramos ante un auténtico fracaso. En el caso de la industria manufacturera (que supone aproximadamente la mitad del sector, el resto corresponde a la energética), entre 2009 y 2014 ha perdido el 6% del peso relativo en el PIB canario.
Además, ha desaparecido el 28% de las empresas del sector, al pasar de las 5.934 de 2009 a las 4.281 de 2014, es decir, 1.600 menos; y, asimismo, se ha reducido el empleo en un 18%.
Base tecnológica
El panorama es igual de negativo en lo que hace referencia al caso específico de las empresas de base tecnológica, menos condicionadas por nuestra situación en el mundo. Han pasado, en ese período, de 107 a 37, es decir, se han reducido en dos tercios.
En lo que respecta a las patentes y los modelos de utilidad –que miden bien el momento de la economía y el desarrollo de un país así como su nivel de conocimiento e investigación- nos encontramos situados a la cola del Estado español. Con un bajo nivel tanto en el sector público como en el privado.
¿Qué hace el Gobierno de Canarias para modificar esta situación tan crítica? Poco y mal. Lo confirma el hecho del escaso esfuerzo presupuestario que se dedica a la investigación, el desarrollo y la innovación (I+D+i) y, también, la escasa ejecución del mismo; los penúltimos del Estado, dedicando apenas un 0,48% del PIB y, asimismo, descapitalizando y creando las condiciones para ahogar por completo al Instituto Tecnológico de Canarias (ITC). También el hecho de que en la Estrategia de Especialización Inteligente (RIS3), una exigencia de la Unión Europea, ni siquiera se cita a la Estrategia de Desarrollo Industrial de Canarias. Ni tampoco, por cierto, al sector primario.
El Fondo de Desarrollo de Canarias (Fdcan), alimentado con las partidas procedentes del extinto Impuesto General por el Tráfico de Empresas (IGTE), tampoco contribuirá, a pesar de la propaganda, a cambiar nuestro modelo económico con sus actuaciones dirigidas al mantenimiento del clientelismo político. No se dedica prácticamente nada al sector industrial ni se apuesta por una planificación con futuro, por un auténtico impulso al desarrollo y la diversificación económica del Archipiélago.
Tampoco contribuyen las cuentas públicas canarias para 2017. Repasando el presupuesto de Canarias, comprobamos como el programa 421B, destinado justamente a impulsar los objetivos de la Estrategia de Desarrollo Industrial de Canarias, disminuye un 10% respecto al anterior ejercicio. Que el 433B, programa de apoyo a las pymes industriales, también ve cómo se reducen sus partidas en más de 600.000 euros, una reducción del 40%.
No es fácil cambiar las tendencias, lo sé. Menos aún cuando quien puede influir, el Gobierno canario, muestra escaso interés y actúa justamente en sentido contrario en sus distintas medidas, en sus decisiones presupuestarias. Acentúa un modelo económico dependiente y muy poco diversificado y apuesta, una vez más, por el cemento y el desarrollismo. En definitiva, dilapida el presente y frustra el futuro de esta tierra.
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