Doblar el espinazo
Quien haya vendimiado, cultivado papas o ejercido cualquier otra tarea agrícola sabrá y reconocerá que, de la tierra a la mesa, hay todo un trecho. Si además se comprueba que los costes iniciales de producción no se equiparan con el precio recibido por la mera producción y mucho menos se corresponde con el precio de venta al público, pues más asombro genera porque más allá del romanticismo que se genera alrededor de la tierra y la potenciación de su rendimiento, está la naturaleza propia de la actividad, que no es otra que la de proveer manutención a la población.
Pero, en lo que a formación de precios se refiere, este procedimiento no es monopólico del sector agrario. Teniendo en cuenta la necesidad de una mayor eficacia y lograr una más amplia inserción de la economía regional en el entorno nacional e internacional, toma como preferencia, siempre que las condiciones lo permitan, la utilización de la formación de precios a partir de lo que se extraiga de los mercados en forma de oferta y demanda. En este caso, por el lado de la producción, si hay escasez, el precio sube, ocurriendo lo contrario en entornos de abundancia. Ahora bien, desde la perspectiva del consumo, cuando hay incremento de este, la valoración monetaria asciende, cayendo en caso de que la demanda se deprima.
En todo caso, la determinación consciente de los precios ha de permitir la recuperación planificada de los gastos teniendo en cuenta que condiciona los procesos inversores tanto propios como los referenciados al sector exterior en forma de exportaciones e importaciones. Por ello es necesario incentivar el incremento de la eficiencia para hacer cada vez más competitivos los productos a través del aumento de su valor añadido. Dicho incremento se consigue a través de las innovaciones tecnológicas a través de la mejora de la productividad de cada uno de los factores de producción, dentro de los cuales se ubican las personas. Para ello hay que asumir e interpretar los datos y tendencias de la productividad de nuestros sectores económicos para relacionarlo con el crecimiento económico y el empleo, así como de las condiciones de trabajo. Paralelamente se hace necesaria la utilización de diversos mecanismos financieros y tributarios pueden lograr que se minimicen los denominados fallos del mercado para evitar el estrangulamiento de los diferentes procedimientos.
Así y todo, existen problemas estructurales entre los diferentes sectores de la economía que requieren de modificaciones para que los mecanismos de mercado ejerzan su adecuada influencia. Una de estas características se basa en los reconocimientos intangibles dirigidos hacia las personas. Y ¿para qué? Para atraer y retener el talento, de forma que nos rodeemos de las mejores personas que, de forma bidireccional, mejoran el entorno de bienestar y, en definitiva, la calidad de vida porque a quién no le gusta que le reconozcan el trabajo a través de unas relaciones laborales flexibles a la vez que seguras que logre una mayor adaptabilidad. De esta forma, cuando suene la campana, todo el mundo dará más de sí, favoreciendo las situaciones agradables reduciendo los niveles de estrés teniendo en cuenta que, para quien lo tenga, se pasa más tiempo en el trabajo que en la vida. Así que, la próxima vez que doble el espinazo, sonría. Dolerá igual, pero al menos, le hará sentir mejor.
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