Elecciones gallegas y vascas: una respuesta conservadora

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Elecciones atípicas las celebradas el domingo en Galicia y Euskadi debido a la situación de pandemia actual. Feijóo y Urkullu decidieron adelantar la convocatoria, y forzar que fuesen en verano, por dos motivos: 1. No coincidir con un posible adelanto en Cataluña que pudiese mediatizar la campaña. 2. Consolidar sus gobiernos antes de que las graves consecuencias económicas y sociales provocadas por la COVID-19 salten a la escena pública. Para los dos ha sido un éxito. 

Galicia y Euskadi son dos subsistemas electorales peculiares en España, con dos partidos hegemónicos dentro de cada comunidad autónoma que han perdido en una sola ocasión en la democracia las elecciones. Esto significa que es difícil, más allá de las tendencias, realizar comparaciones con otras comunidades autónomas debido a las peculiaridades de cada una. 

Tanto en Galicia como en Euskadi se ha votado en clave de seguridad, en un clima de shock post-confinamiento y de preocupación/miedo ante las perspectivas sanitarias y económicas de los próximos meses. La pregunta de las elecciones era ¿quién ofrece mayores garantías para afrontar un tiempo muy turbulento? Y la respuesta era necesariamente conservadora.

Moderación y experiencia de gestión de gobierno, dos elementos con los que cuentan las formaciones que ganaron el domingo (PNV, PP), las que se mantuvieron (PSOE), y a su manera también las que se proyectaron como alternativas de gobierno (EHB y BNG). Se trata de una nueva señal de la estabilización del sistema de partidos y de los bloques ideológicos, manteniéndose la mayoría absoluta de las izquierdas en el Parlamento Vasco y en las grandes ciudades gallegas.

Los electores/as han elegido estabilidad ante una situación producida por la COVID-19 que genera muchas incertidumbres. En una situación de crisis económica y/o social se podría haber dado con mucha más facilidad un cambio de gobierno. Por consiguiente, ha sido un acierto por parte de Feijóo y de Urkullu haber adelantado las elecciones y haber evitado que coincidiesen con el probable adelanto electoral catalán. 

 El PNV y el PP gallego han aprovechado también una situación donde no tenían alternativa a su gobierno. En Euskadi el PNV venía de un acuerdo de gobierno con el PSE que, junto al apoyo del PNV al gobierno de coalición de izquierdas en Madrid, garantizaba la continuidad del gobierno vasco. La “alternativa” pasaba por una alianza del PSE con EH Bildu, lastrada por su pasado cercano a ETA, y con Podemos-IU que los socialistas descartaron desde el comienzo de la campaña. La derecha nacionalista española es irrelevante allí. En el caso gallego, el PP contaba con una gran simpatía entre la población envejecida, que es determinante en las elecciones gallegas, y una izquierda atomizada en tres propuestas políticas (PSOE-G, BNG y GeC), donde GeC venía de sufrir una crisis interna detrás de otra y el PsdG una crisis de liderazgo y de proyecto que arrastra desde hace años. Las posibilidades de que tres opciones de izquierdas que se repartían el voto venciesen a la derecha reunida en un sólo partido (ya que CS y VOX no tienen tirón) eran nulas y supuso la victoria de Feijóo con comodidad. 

 A escala nacional, los tres partidos en liza que se jugaban algo (PP, PSOE y UP) han obtenido malos resultados por varios motivos: 1. Las elecciones no se jugaban en clave nacional, sino autonómica, en un contexto de pandemia que ha premiado al partido gobernante. 2. A falta de estudios más precisos sobre las motivaciones del voto, al PSOE y a UP no le ha sumado (ni restado) su presencia en el Gobierno nacional (leve subida del PSOE lejos de las expectativas, hundimiento de UP). 3. La estrategia de Pablo Casado (intento de absorción de Ciudadanos y competición con VOX por el voto ultra), y por consiguiente de los neocons de Aznar, sale derrotada en las dos comunidades autónomas, aunque por motivos diferentes. En Galicia porque el candidato del PP ha ocultado las siglas, que desde Fraga han capitalizado la identidad gallega mayoritaria en el país, y éste ha llevado una estrategia autónoma respecto a Madrid, siendo más moderado, no compitiendo con VOX y no alcanzando acuerdos con CS (que no existe en Galicia). En el País Vasco, la alianza del PP con CS sólo ha beneficiado a CS y a VOX ya que como, no se juegan nada, la gente está más dispuesta a dividir el voto, cómo pasó en Andalucía. En el caso gallego el voto está concentrado porque se jugaban el gobierno.

1.El PP: Feijóo ha logrado una victoria cómoda basada en el agro gallego (ya que la izquierda domina la mayor parte de las ciudades), logrando un 1,5% más que las anteriores elecciones y consolidando su mayoría sin demasiados problemas. Es una doble victoria ya que logra dejar fuera a VOX y a CS y deja tocada la estrategia frentista de Casado reforzando a aquellos, como Feijóo, que defienden un giro hacia el centro-derecha.

2. En el caso de Euskadi el PP pierde varios diputados y tiene que compartir los pocos que hay con Ciudadanos. La entrada de una diputada de VOX demuestra que la estrategia de Casado de parecerse a VOX para disputarle el voto ultra es un fracaso.

3. El PSOE: Obtiene un resultado discreto en Euskadi (+1 diputado) y en Galicia recupera posiciones, pero queda detrás del BNG. Los socialistas gallegos llevan encajando malos resultados debido a la derechización del partido y de los candidatos anodinos que han ido escogiendo. Pese a que Caballero es Sanchista no ha logrado capitalizar el buen hacer del gobierno de Coalición en el Estado.

4. El BNG y EH Bildu. Los dos partidos, con unas bases muy arraigadas en el territorio, numerosas asambleas, que gobiernan varios municipios, con una fuerte base militante y sindical, logran capitalizar el voto soberanista que arrancan de un Podemos en caída libre. Los dos partidos han copiado formas de hacer política de Podemos, pero con más base territorial y siendo nacionalistas viejos.

5. VOX. Fracasa, como era previsible, en Galicia, donde el voto se concentró en el candidato con más posibilidades (el PP), y logra un éxito relativo al obtener una diputada por Álava a costa del PP, que va a reforzar su posición de seguir disputando el espacio contra un Casado que parece que trabaja para ellos.

6. Podemos y confluencias. En Galicia el desastre es mayúsculo (se han perdido 222.300 votos), se quedan fuera del Parlamento gallego siguiendo la parábola descendente de todas las elecciones autonómicas celebradas en 2019. En Euskadi se pierden más de la mitad de los diputados y 84.912 votos. Las explicaciones son múltiples: No se logra capitalizar, en tan poco tiempo, las medidas aprobadas en el Consejo de Ministros. Tampoco creo que haya penalizado estar dentro del mismo. Los trasvases de votos en Euskadi y en Galicia están claros: EH BILDU y BNG, con mayor implantación territorial y con un discurso más virado a lo social (porque lo nacional ya se les presupone).

6.2. La debilidad territorial de Podemos ha jugado una mala pasada. Llueve sobre mojado, ya que desde Estatal nunca ha habido un especial interés por fijar el partido a los territorios, por tener algún interés en la política autonómica ni en la política clásica, pensando que la televisión y las redes sociales compensarían la debilidad en el territorio. Una vez pasada la sorpresa inicial, y normalizado el partido, otros partidos con militantes (y no clickactivistas) y con redes locales y provinciales han absorbido gran parte del voto logrado en comicios anteriores.

6.3. La competición desde posiciones cada día más escoradas hacia el nacionalismo, en vez de mantener el difícil equilibrio entre identidad regional y federalismo y cuestión nacional, ha llevado a que los nacionalistas viejos se beneficien de esos discursos en vez de Podemos y confluencias. Los conflictos internos han pesado. Direcciones desautorizadas, dirigentes débiles, peleas internas, divisiones varias tanto en Euskadi como en Galicia. El caso gallego es sangrante, el anterior candidato, Luis Villares, se hizo con En Marea orillando a EU y a Podemos, y viró el partido a posiciones cuasi-independentistas compitiendo con el BNG (y beneficiando a este), llevó la situación a la ruptura, se salió el acuerdo y ha acabado en la irrelevancia.

Cada vez que competimos en nacionalismo con las fuerzas nacionalistas históricas (BNG, ERC, EH BILDU, NC, etc.) acabamos produciendo un trasvase de votos en favor de estas, ya que la combinación que fue ganadora para Podemos era la unión de la cuestión social y de la cuestión nacional y democrática, no la apuesta por el eje nacional como predominante. Precisamente estos partidos que no tienen que hacer alarde de ser “nacionalistas” en su territorio han virado (con la excepción de ERC por el conflicto catalán) hacia posiciones sociales, dejando la discusión nacional en un segundo plano, que no desaparece, pero no es la revindicación principal. Otra debilidad que tenemos, unida a esta, es la inexistencia de un programa para la cuestión nacional ni un discurso en este sentido mínimamente unificado, dando una sensación de “reino de taifas” que resta, donde en regiones se defiende desde el confederalismo, en algunos casos el federalismo, en otros se defienden posiciones cuasi-independentistas. Por consiguiente, es necesario aclarar que significa “plurinacionalidad” y como convertirlo en un programa serio, aplicable y argumentado que despeje estas incoherencias.

Pedro González de Molina Soler. Profesor de Geografía e Historia y Ex-Secretario de Educación y Formación de Podemos Canarias.

Oda final: En el caso de Podemos o construye estructuras locales, provinciales y autonómicas, y decide darle vida al partido, u otro vendaval amenazará por llevarse por delante la organización. Además del desgaste de la formación derivada de la política interna, las peleas, la descapitalización del partido, la falta de cuadros, los errores de la dirección, los giros de guión no explicados, etc., existe un problema evidente de falta de interés por parte de la dirección Estatal sobre los territorios y la mayor parte de las ciudades y pueblos, y una falta de implantación que lastra los resultados en las elecciones locales y en las autonómicas. El horizonte político tiende a ser cortoplacista, y en muchos lugares los programas no son tales, por consiguiente, cuando se llega al poder no se logra realizar políticas transformadoras por falta de imaginación, de proyecto y de cuadros (todo lo contrario al caso de Barcelona en Común). Barcelona en Común podría ser un ejemplo de buen hacer en la política de confluencia, en la política interna, en la elaboración de un programa contando con los actores de la ciudad y con un horizonte de varias legislaturas, en la extensión barrial, en el trato a la militancia, en la formación de cuadros, etc. O se construye un partido o el siguiente vendaval se llevará por delante la organización

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