Engordar a la bestia

0

Se empieza justificando los porrazos a los inmigrantes subsaharianos que sortean la valla de Melilla y se acaba haciendo lo propio con los golpes de la policía rusa a los compatriotas contrarios a la invasión de Ucrania. 

Josep Borrell nos anima a todos los europeos a prescindir o reducir en lo posible las importaciones de gas ruso pero hay países que no se lo pueden permitir porque significaría un bloqueo económico y social.

Rusia cobra todos los días 700 millones de euros por el gas que llega a la Europa occidental. Borrell insiste en que no podemos sufragar la invasión rusa en Ucrania ni la guerra con nuestro dinero pero Alemania y otros países que reciben un alto porcentaje del gas de Rusia no encuentran alternativas.

 Se da entonces la paradoja de que los primeros que critican y condenan la invasión rusa son también los principales financiadores de esa absurda guerra. Una vez más la economía choca con los derechos humanos y con los principios éticos más básicos. Estamos alimentando a la bestia.

Casi toda Europa está en estado de alerta y de shock por la primera gran guerra en el continente en este siglo 21. Siempre ha habido guerras y desgraciadamente seguirá habiéndolas porque el ser humano es limitado, egoísta, imbécil y pendenciero. 

Lo que ocurría es que no les prestábamos prácticamente atención porque esas guerras se producían en países tercermundistas de África, Asia o Latino América. Los africanos, los asiáticos o los latinoamericanos son personas que sufren y tienen sentimientos igual que nosotros pero en el mundo rico solo nos preocupamos cuando vemos pelar las barbas del vecino. 

Eso de que mueran nos es indiferente, nos importa un carajo lo que pasa en Somalia, Sudán del Sur o en el Congo, nos trae sin cuidado lo que ocurre en Siria o Palestina, en Libia o Yemen, nos da igual lo que pasa en Nicaragua o El Salvador, en Honduras o en Colombia. Esos muertos no están cerca y además tienen la piel demasiado oscura, hablan extrañas lenguas y profesan otras religiones. 

Para nosotros es lo mismo que muera un nigeriano, un camboyano o un hondureño. Tegucigalpa nos quedan muy lejos. Solo nos importan los que culturalmente se parecen más a nosotros. No podemos consentir que maten a los rubios con ojos azules aunque nosotros seamos morenos de ojos marrones. 

Hay pueblos y países que llevan en guerra muchos años pero apenas se habla de ellos. Frente a nosotros tenemos al pueblo saharaui que sigue sojuzgado casi medio siglo después de que España lo abandonara a su suerte. 

Ahora estamos muy tristes y somos muy solidarios porque las televisiones nos transmiten en vivo y en directo los bombardeos sobre Kiev. Y eso nos crea remordimientos con ansiedad y nos dificulta el sueño.

Hablamos de la invasión rusa de Ucrania como si no hubiera otras guerras actuales y más duraderas en el mundo. Mientras los saharauis y otros países empobrecidos no consigan la atención televisiva mundial seguirán siendo pueblos olvidados. Mordiendo el polvo en su lejano y olvidado desierto mediático. 

Etiquetas
stats