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¿Fue antes el huevo?
El nacionalismo canario fue a las pasadas elecciones generales en coalición para lograr más representación en el Congreso de los Diputados. A pesar de todo eso volvió a conseguir dos diputados, el mismo número logrado en los anteriores comicios, aunque en este caso, como la lotería, el premio fue más repartido: de dos diputadas de CC por Santa Cruz de Tenerife a un diputado por cada provincia y por cada partido nacionalista. O sea, que para ese viaje no se necesitaban alforjas.
En la ocasión anterior Ana Oramas logró el escaño junto a otra compañera de Coalición Canaria de La Palma, Guadalupe González Taño. En las últimas elecciones volvió a salir Oramas pero en esta ocasión como única representante de Coalición Canaria en Santa Cruz de Tenerife. Su segunda, la ex presidenta del Cabildo de La Palma, se quedó en esta ocasión fuera de las Cortes.
En cambio el escaño perdido en la provincia tinerfeña lo volvió a recuperar la provincia de Las Palmas con Pedro Quevedo, que ya había estado antes en el Congreso cuando se presentó Nueva Canarias en coalición con el PSOE. En aquella ocasión parecía que Nueva Canarias había antepuesto su ideología al nacionalismo pero esta vez antepuso el nacionalismo a su ideología presuntamente de izquierda.
En las dos ocasiones le ha ido bien porque ha sacado escaño aunque en esta ocasión tendrá que compartir la legislatura con la segunda en la lista, María Fernández, de Coalición Canaria. Fernández se había presentado por Coalición Canaria en las anteriores elecciones y no sacó escaño pero tampoco lo logró Pedro Quevedo. Ahora han ido juntos los dos y Quevedo estará dos años y medio en el Congreso mientras que Fernández ocupará el escaño el último año y medio de la legislatura.
Estas coaliciones interesadas no son bien entendidas por la ciudadanía porque hoy Nueva Canarias se presenta con el PSOE y mañana lo hace con Coalición Canaria, dando a entender que los dos partidos son una misma cosa o parecida.
El batiburrillo al que nos tiene acostumbrados Nueva Canarias ya es algo cansino porque no se aclara con quién está, si con la izquierda o con el nacionalismo canario más conservador.
Estos mismos pactos antinatura se están dando ahora también en las Cortes. Mientras que en el Congreso Ana Oramas se niega a pactar con el nacionalismo radical o con el independentismo, en el Senado Fernando Clavijo no tiene ningún problema en unirse a los independentistas catalanes de Puigdemont para lograr formar grupo propio, algo que le da más visibilidad y dinero en subvenciones.
En realidad estamos viendo que los políticos anteponen sus intereses de partido a sus propios principios. Están dando un espectáculo deplorable. Lo más curioso es que luego son ellos los que se preguntan por qué los ciudadanos están cada vez más desafectos con los políticos. Hay que ser muy tonto para no entenderlo.
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