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La injusticia
Hace frío en la plaza de Antón Martín, en el corazón del Madrid de Las Letras, y me voy al Ateneo en donde hace más calor, incluso político. La sala de conferencias está abarrotada, y la emoción se palpa por todos los rincones. El magistrado del Tribunal Supremo, José Antonio Martín Pallín, intervino en nombre de Justicia y Democracia, y recuerda el brutal asesinato de los abogados laboralistas, y critica duramente la falsa transición, quién dijo que el juicio contra los asesinos de los abogados de Atocha fue el primero ¡y el último! contra el franquismo, y se refiere a la injusticia de los juicios contra el juez Baltasar Garzón, y que las acusaciones contra Garzón del juicio del franquismo sean nada menos que Falange Española, Manos Limpias y Libertad e Identidad, organizaciones fascistas de extrema derecha.
Luego hablan viejos republicanos como Gervasio Puerta, Gregorio Ortíz, Juan Vallejo, y todos coinciden que la transición democrática ha sido un engaño al pueblo español. Con Juan Vallejo, un noventón que defendió Madrid de las tropas fascistas en el Puente de los Franceses en Noviembre de 1936, el auditorio se emociona. “Hace falta derribar la Constitución monárquica, y proclamar la Tercera República”. Trabo palique con un casi octogenario, y al final del acto inolvidable nos tomamos un tentempié con otros asistentes al acto en un bar de la calle Echegaray, cerca de la del Prado en donde está el Ateneo. “ A mi padre lo fusilaron los fascistas en 1940, estuvo escondido en casa de unos tíos de derecha casi un año después que Franco entrara en Madrid en abril de 1939, pero al final un vecino lo denunció, y lo fusilaron por auxilio a la rebelión, mi padre que defendía la legalidad de la República fue acusado de auxiliar la rebelión, se están pitorreando de nosotros desde que dieron el golpe militar”.
En el Ateneo no se habló de otra cosa sino de la injusticia. Injusticia con Garzón, injusticia con los trabajadores, con los estudiantes, con las mujeres, los ancianos y los niños. Y de la transición antidemocrática se habló largo y tendido. Como decía el anciano Juan Vallejo en el Ateneo, la memoria es justa y el olvido es injusto. “No entiendo como José Bono llegó a decir que Manuel Fraga era un buen español”, dijo el anciano socialista Gervasio Puerta. Yo tampoco, ni tocando la gaita. Mientras a Fraga lo dejaron incluso participar políticamente en la España democráticamente monárquica, en Argentina el exdictador Jorge Videla cumple dos cadenas perpetuas. Me parece una barbaridad, y no le hubiese deseado a Fraga nada de eso, pero sí que lo hubiesen inhabilitado junto a los otros exministros franquistas que fundaron Alianza Popular, a perpetuidad, sin poder participar en política a partir de la Constitución monárquica de diciembre de 1978. Pero había mucho miedo al Ejército franquista. Yo también lo tenía, pero de aquellos polvos vienen estos lodos. ¿Hasta cuando?
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