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Kulturkampf, racismo y cine

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En el Festival de Cine de Cannes hemos visto reproducirse la campaña antirusa por parte del grupo de cineastas ucranianos. El grupo dirigente de la Unión del Cine Ucraniano organizó una protesta rusofóbica que no encontró el eco deseado, ya que fue interpretado por algunos como racismo cultural y por otros como algo emocionalmente comprensible, pero fuera de lugar. Como es sabido, el Festival expresó públicamente que no se invitaba a ninguna persona u organización oficial de Rusia. A nivel individual se admitió la participación del director Kirill Serebrennikow con su película Tchaikowsky y su esposa. El director ruso no es ningún partidario de Putin, sino un intelectual crítico que ha sufrido no hace mucho arresto domiciliario en Moscú, antes del conflicto bélico y antes de que los actuales cineastas ucranianos abrieran sus bocas para asentir a todo lo que el gobierno Zelensky dicta unilateralmente a los ucranianos y pretende imponer al resto del “mundo libre”.

Sobre la entrada de Ucrania en la Unión Europea (UE), el Gobierno de Francia ha echado un jarro de agua fría, agua que no es suficiente para aplacar la rusofobia reinante y menos aún para apagar el fuego que está destruyendo la estructura económica de Ucrania. Pero ¿por qué dice Francia que se necesitarán de 15 a 20 años para entrar Ucrania en la UE?

Si Ucrania entrase con toda su economía arruinada, supondría un bajón para la comunidad europea y ninguna garantía de que los actuales oligarcas ucranianos estén tan transformados y depurados como para aceptar las normas éticas europeas. Y las poblaciones europeas afectadas no tardarán en salir a las calles en protestas ya que ahora están comenzando a sufrir penuria económica por la subida de los precios y el aumento general de la carestía de vida. Y el apretarse el cinturón se puede hacer durante algún tiempo en solidaridad idealista, pero cuando el tronar de los cañones mengüe, suponiendo que lo haga, la gente ya estará harta por mucha propaganda anti-rusa que se les eche, como ya pasó después de la Guerra Mundial de 1914.

La ridícula exigencia de los millonarios cineastas ucranianos de prohibir todo lo ruso, tanto lo actual como lo pasado, como dijo el director del Festival Internacional de Cine de Kiev, Andreiy Kholpakchi, presente portavoz de la protesta en Cannes: “No se trata de quemar los libros rusos de la biblioteca”, pero “yo no tengo ganas de abrir ninguna novela de Leon Tolstoy”. No se entiende bien qué tiene que ver la literatura del cristiano Tolstoy de los tiempos del Zar con el cine o la política actual, pero todavía más extrema ha sido la postura de Victoria Yarmoshchuk, jefa de la Unión de Cine Ucraniano, al proclamar: “Todo ruso tiene que saber que no es bienvenido en el mundo”. Esta frase totalitaria no diferencia entre el ruso que está a favor de Putin y de la guerra y los rusos que están contra la guerra y contra la política de Putin. Ahora que está de moda recordar al Führer, Adolf Hitler, no parece descartado ver la similitud condenatoria del derrotado y suicidado nazi con las condenas de todo lo ruso. Si eso no es racismo, ¿qué es?

A otro nivel y en tiempos anteriores al conflicto armado, ya el España hubo una particularísima versión del Kulturkampf, cuando Aznar y otros acólitos católicos se enfrentaron al Papa Francisco por razones políticas ibérico-catalanas.

Y todavía más cuando el Papa, Sumo Pontífice de la Iglesia, no aceptó condenar tajantemente a Rusia y criticó la agresiva y expansionista política de la NATO con palabras que no debieron gustar al católico presidente Biden que tanto ha rezado por ampliar el conflicto armado y derrotar a Rusia.

La verdad es que no resulta muy cristiana ni acorde a los evangelios de la No Violencia y del Amor al Prójimo la continuación de la guerra y el envío de armas a Ucrania negándose al diálogo desde Washington con una intención electoralista del Partido Demócrata denunciado por el Republicano.

Los belicistas de nuevo cuño no necesitan papas ni profetas, ya tienen al omnipresente Presidente Zelensky al que se dio cancha abierta y preferencial invitándole a hablar al comienzo, en la inauguración del Festival. Naturalmente, no todos los ucranianos están de acuerdo con el nuevo presidente y antiguo actor de comedias y por eso han sido prohibidos, pero Zelensky no hizo crítica de cine ni aspiraba a un nuevo papel cinematográfico. Sólo pedía el absoluto boicot a la cultura y al cine rusos.

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