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El “nuevo pueblo” según Oramas

Santiago Pérez

Coalición Canaria, con Oramas de portavoz estelar, ha vuelto a brindarnos un ejercicio insuperable de cinismo, suplantación e impostura. Y todo a cuenta de la aprobación por el Congreso de la Reforma del Estatuto de Autonomía.

Si se trata de “un día de felicidad”, tenemos que agradecer a Coalición Canaria que este magno acontecimiento se haya retrasado, más de 10 años, por su exclusivo interés partidista.

Es de dominio público que, hace más de una década, Coalición Canaria pidió y logró la retirada de esta Reforma del Estatuto --porque, en lo fundamental, es la misma-- por el pánico que les produjo la posibilidad de que el sistema electoral fuera democratizado por las Cortes Generales. Pretendiendo hacernos olvidar que, en la Reforma del Estatuto de 1996, se aprovecharon de las Cortes Generales y de la debilidad del primer Gobierno Aznar para aprobar el todavía vigente sistema electoral, piedra angular del Régimen de Coalición Canaria.

El sistema electoral que ha impedido la alternancia democrática, consagrando la irresponsabilidad del Gobierno, y degradando lo que debía ser un sistema político pluralista en un sistema de partido hegemónico.

Segundamente. Afirmar que con el nuevo Estatuto nace “un nuevo pueblo”, que es hijo del “nuevo nacionalismo moderno” --que ha aplazado más de una década tan feliz alumbramiento-- es una falsedad y una usurpación. Por mucho que no les guste, desde el Preámbulo hasta la redacción de los artículos claves (como el que incorpora y perfila el concepto de ultraperifericidad, o el del “blindaje” del REF) están presentes las aportaciones, la letra y hasta el estilo de muchos diputados que no nos sentimos identificados con ese sedicente “nacionalismo moderno”, alias de Coalición Canaria, aunque sí intensamente con nuestra condición de canarios. Esto es tan fácil demostrarlo como cotejar los textos originales y los incorporados por la ponencia del Parlamento de Canarias durante la Sexta Legislatura.

Tan identificados con nuestra canariedad como comprometidos con Canarias, es decir con los derechos de las canarias y los canarios. Y con la defensa de la identidad de esta tierra, empezando por su sentido más telúrico: el de la defensa de la naturaleza canaria, especialmente amenazada por la Ley del Suelo que nos han impuesto --a través de Clavijo y compañía-- los constructores y promotores inmobiliarios.

Terceramente. Esta Reforma no nos sitúa ni nos reconoce como autonomía “de máximo nivel”. Sencillamente porque ya lo somos, desde la aprobación de la LOTRACA junto al Estatuto de 1982. Y, definitivamente, desde la Reforma de 1996. A no ser que lo que marque la diferencia sean novedades como la disolución anticipada de la legislatura o la potestad del gobierno de dictar decretos-leyes.

Que Canarias, en intensidad y calidad, no disfrute del máximo nivel de autogobierno no ha tenido nada que ver con deficiencias de carácter legal-estatutario, sino con la plaga de malos gobiernos que hemos sufrido durante demasiado tiempo. Los que nos han convertido, pa´no alargarme, en la segunda autonomía en la que es más barato contratar trabajadores o en el crónico farolillo rojo de la sanidad pública española. Y la responsabilidad principal de todo ese pésimo legado tiene nombre y apellido: Coalición Canaria.

Cuartamente. Y, como guinda, Oramas hace un alarde de la histeria y la falta de escrúpulos de ATI ante sus dificultades --por su propio desgaste y por la resiliencia del PP y la irrupción de Ciudadanos-- para mantener amojonado todo el espacio de la derecha en Tenerife en las elecciones locales y autonómicas, como han venido haciendo desde 1987.

Oramas dixit que el nuevo Estatuto “no pesca en las aguas envenenadas del secesionismo”. Esta afirmación, impropia de una persona de cultura y convicciones democráticas, es como una radiografía. Está a un paso de reproducir literalmente el lenguaje del franquismo.

Vamos a ver: el secesionismo o la reivindicación de independencia de un territorio no es ningún veneno. Es un ideal legítimo y respetable. Lo que puede ser venenoso es intentar imponerlo violentamente, o quebrando el orden constitucional y la convivencia entre las personas y los pueblos de España.

Ni siquiera le pido que vaya con esa cantaleta a convencer a Clavijo de que abandone su apuesta no tan lejana por el “Estado Libre Asociado” --que ni él mismo sabe lo que es-- “aunque eso sea la independencia ¿y qué miedo hay?”. Porque tiene derecho a seguirla defendiendo. A menos que se haya caído del caballo en su incesante procesionar en este año preelectoral.

Sigan ustedes compitiendo desesperadamente con el PP y con Ciudadanos. Pero entre el nacionalismo canario del que presumen y el lenguaje más propio de la derecha autoritaria española que Oramas utiliza con verdadero deleite, están hechos un lío.

Suplicantemente. Y un ruego: a los demócratas canarios, que creemos que la España de las Autonomías, la unidad, la pluralidad y la solidaridad de sus tierras y sus gentes están llenas de sentido, no nos den la lata con sus pantomimas. Que no es mucho pedir. ¿O sí?

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