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Ponga un emoji en su comunicación

Salvador García Llanos

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A estas alturas, les damos por enterados: esas caritas, esos simpáticos dibujitos, esos símbolos característicos de la comunicación de nuestros días, llamados emoticonos o emojis, han sido elegidos por la fundación Fundéu BBVA la palabra del año 2019. No son palabras propiamente dichas pero se confirma con ello el impacto que han venido causando en la vida cotidiana y cómo se acentúa su relación con el resto de elementos que se integran en la comunicación, esto es, palabras, frases y signos de puntuación, en tanto que siguen ganando peso para las perspectivas de la comunicación del futuro. La fundación fue creada en 2005, a partir del Departamento de Español Urgente de la agencia EFE, en concierto luego con el banco BBVA.

Primero fueron los emoticonos, allá por los noventa, cuando fuimos invadidos por pequeños dibujos creados con signos ortográficos que, a menudo, se leían inclinando la cabeza; y luego los emojis, ya en en el siglo XXI, definidos como pequeñas figuras dibujadas con valor simbólico.

No es que vengan a sustituir a nadie ni a robar palabras ni a pervertir la lengua, quede claro, ni a elaborar un nuevo alfabeto o similar para acabar expresándonos con este tipo de elementos. El coordinador general de Fundéu BBVA, Javier Lascuráin, ha venido a aclarar que son uno más “que contribuye a lograr el fin último de las lenguas: la comunicación entre las personas”. Y es que para la fundación, en efecto, los emoticonos aportan “agilidad y concisión”, en un mundo “marcado por la velocidad”, permitiendo añadir matices gestuales y de intención “que de otro modo se perderían”. Desde el punto de vista de la lengua, el uso de estos pequeños elementos plantea reflexiones y retos “muy interesantes” que ya se empiezan a abordar en las obras académicas: cómo usarlos, por ejemplo, en trabajos de tal condición y cómo interactúan con el resto de las palabras.

De modo que ponga un emoji en su vida, en su comunicación, en su e-mail, que terminará siendo algo cotidiano y, si nos apuran, hasta consustancial. Proporcionará vitalidad, gracia. Hasta ilustrará las ideas, puede que las robustezca, para confirmar, por enésima vez, que vale más que las mil palabras del célebre dicho. Hasta eso, no están solos: vienen con sus derivados y evoluciones: los bitmojis, los memojis y los animojis. Todos parecen tener cabida y van conquistando su espacio, da igual en chats que en distintas aplicaciones de mensajería.

Los emojis, desde luego, han venido para quedarse. Entre las prisas, la economía del lenguaje y la inmediatez, su empleo será un hecho común en la comunicación del presente y del futuro. La filóloga de Fundéu, Judith González Ferrán, destaca la capacidad de los emojis para “comunicar la mayor cantidad de información en el menor tiempo posible” y ha defendido que eso “hace que todos recurramos diariamente a esos pequeños elementos que, al alcance de nuestra mano y nuestros dedos, condensan gran parte de lo que queremos decir en el espacio que ocupa tan solo un carácter”.

Lo dicho, ponga un emoji en su vida.

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