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Espacio de opinión de Canarias Ahora

Prensa y redes sociales

Rafael González Morera

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Las redes sociales se han convertido en los últimos años en un modernismo que ha originado muchas polémicas, algunas poco creíbles, incluso cínicas, farsantes. Parece claro que en el momento en que decidimos ser participes de este mundo “social”, nos sometemos voluntariamente al escrutinio, a las críticas públicas, y está claro que no siempre recibimos elogios. Hay que enfrentarse a comentarios negativos, y en ocasiones incluso a insultos agresivos. En este caso siempre que recibo un insulto lo primero que hago es invitar a discutir en privado. Si hace caso omiso y me sigue insultado le advierto que a quien me insulte, lo insulto. No me gusta hacerlo, pero a veces no hay más remedio, porque todavía hay mucha gente imbuida de la sociología del franquismo y no entiende sino la voz de mando, y el palo y tente tieso. Es una pena a estas alturas del siglo XXI, pero por desgracia es así. Además invitar a platicar en privado es una forma que el resto de los miembros de FB no tenga que aguantar un cruce de insultos y sandeces de los dos contendientes “filípicos”.

Sin embargo hay colegas, mayormente de derechas, que insultan a diestro y siniestro –más a siniestro- en las redes sociales, y pretenden que no se les ponga un dedo en el ojo en plan dialéctico, y además argumentan que una de las cosas negativas de internet es que todo el mundo puede opinar, y claro, a estos periodistas de derecha no les hace gracia no poder controlar a estos “opinadores” y si lo pueden hacer en sus periódicos porque para eso tienen “filtros”, y hasta “cernidores” y “podaderas”. Y censores. Algunos de estos periodistas amanuenses/mercenarios, se han quejado últimamente porque dicen que a Felipe Borbón lo insultaron en Barcelona pidieron que se fuera de Catalunya. Eso no es un insulto, eso entra dentro de la libertad de expresión. Es un claro insulto cuando periodistas centralistas dedican improperios, palabras gruesas, a Catalunya y a los catalanes. Parece más un insulto estar unas veces sí y otra también poniendo a bajar de un burro a Venezuela y a su pueblo, y calificar al terrorista Leopoldo López de “opositor” al régimen de Maduro, y a su esposa Lilian Tintori tratarla de forma exquisita mirando para otro lado a cuenta de los doscientos millones de bolívares que le requisó la Justicia venezolana en su coche.

No había redes sociales cuando el joven Quevedo ponía a parir al cuarentón Góngora en unos versos venenosos que abrían las carnes y hasta el corazón filipicamente a su odiado adversario literario, poético. Siglos después, Vargas Llosa le pegó un puñetazo en un ojo a García Márquez allá por los años 70 en una discusión entre familiar y política, todavía no ha querido aclarar el motivo del piñazo el que sigue vivo de los dos, el fascista peruano. No habían redes sociales en esa época pero ambos se odiaban y se amaban a partir de Cien años de soledad y de Conversación en la catedral, pero Marito era tan, tan, tan, suyo, que se cabreó con Gabi porque el colombiano quería que el peruano no se separara de su primera mujer, Patricia, muy amiga además de la esposa de García Márquez, Mercedes, aunque hay historiadores que afirman que la cuestión fue porque Vargas Llosa se había hecho muy de derechas y García Márquez de izquierda. Miren por donde los de izquierda son menos partidarios de los divorcios, tales y cuales, y el Vargas ha terminado en los brazos y en la cama de Isabel Preysler. Con la revolución cubana como controversia final al fondo, dicen algunos historiadores que la quisicosa iba por esos derroteros más intrínsecos. Gabo a favor de Fidel, Marito en contra de la revolución cubana, y cada vez más de extrema derecha. Como El País. El escritor británico Gerald Martin, en la biografía de García Márquez, da otra versión del puñetazo famoso, y afirma que Vargas le dijo a García: “esto por lo que le dijiste a Patricia”. Pero hay otros historiadores que afirman que la trifulca fue originada por esa cuestión de la defensa de Gabo a Patricia y su deseo que no rompieran el matrimonio, y además porque Vargas se había hecho ya un furibundo anticastrista y García Márquez seguía defendiendo la revolución cubana, como hizo hasta su muerte.

Dice la deontología del periodismo que una de sus premisas es decir la verdad. Los periodistas amanuenses/mercenarios, incluidos los del Grupo PRISA (El País, Cadena SER, etc) han dicho cientos de mentiras con respecto a Venezuela, incluso calificándola de dictadura, cuando saben perfectamente que Hugo Chavez ganó cuatro elecciones (1998, 2000, 2006 y 2012), y Nicolás Maduro las de 2018, todas con observadores internacionales de la ONU, la OEA, la Unión Europea, incluso con la presencia de diputados españoles. Pero estos mismos periodistas han tenido el cinismo de calificar también a Rafael Correa (expresidente del Ecuador), Evo Morales (Bolivia), Daniel Ortega (Nicaragua), de dictadores, cuando en el caso de Correa incluso no se presentó a las últimas elecciones que ganó su compañero de partido, Alianza País, Lenin Moreno.

En lo que respecta a Daniel Ortega, en Nicaragua, incluso perdió las elecciones en 1990 y cedió el Poder a Violeta Chamorro, de Unión Nacional Opositora (UNO), y tras 18 años de gobierno neoliberal, Daniel Ortega vuelve a ganar las elecciones en 2006 liderando el Frente Sandinista de Liberación Nacional. Más democracia imposible, pero todo esto lo ocultan los periodistas amanuenses/mercenarios. Por supuesto también ocultan que Leopoldo López es un terrorista culpable de la muerte de 43 personas en Venezuela en 2014, y que su esposa Lilian Tintori es una presunta delincuente por desfalco económico de doscientos millones de bolívares, que aunque decía era para su abuelita, hay sospechas que eran para ayudar a organizar “guarimbas”, terrorismo urbano. Con respecto a la llamada dictadura de Venezuela, decir que los principales periódicos, “El Nacional” y “El Universal”, son de propiedad privada y de derechas, lo mismo que las principales emisoras de televisión y radio. Una dictadura poco dictatorial, y bastante original.

La primera esencia del periodismo es la verdad, y el deber lealtad a los ciudadanos, a la sociedad, y la disciplina de verificar las informaciones, de contrastarlas. Esa siempre ha sido mi norma, y por supuesto también en un tema de envergadura, la investigación que hice y posteriores artículos sobre Jaime Mayor Oreja, cuando fue Ministro del Interior del Gobierno de Aznar, etapa en la que presuntamente vació de contenido a las Fuerzas de Seguridad del Estado y a la Ertzaintza vasca para potenciar las contrataciones de sus guardaespaldas de las cinco empresas de seguridad privada que controla el Oreja y su familia con el objeto de ganar más dinero. Investigué el asunto/trasunto en Vitoria, en Bilbao, en San Sebastián, en diversos medios e instituciones vascas, y a cuenta de dos artículos muy críticos, Mayor Oreja me puso una querella, me la ganó en primera instancia en la Audiencia Provincial de Madrid, empatamos en el Tribunal Superior de Justicia de Madrid, recurrió Mayor Oreja al Tribunal Supremo de España, en donde gracias a la magnífica defensa de mi abogado y de Canarias Ahora, Luis Val, le ganamos al Oreja en el desempate definitivo en el TSJE. Todo porque había hecho unos artículos adjuntados a la verdad, meticulosos y exactos en todas sus expresiones. Y le gané a Mayor Oreja porque me suscribí a los hechos, y el Ministro del Interior estaba adscrito a las más inmunda de las ilegalidades. Gracias al abogado de la empresa, Luis Val, por su gran profesionalidad y tecnicismo jurídico, le ganamos a Mayor Oreja, ¡casi nada, 30.000 (treinta mil) euros!

Las redes sociales son hoy motivo de gran discusión, pero con una profunda contradicción entre los amanuenses/mercenarios de la pluma, que un día enaltecen a Facebook, Twitter, y otras redes sociales, y al día siguiente despotrican de ellas argumentando que todo quisque puede opinar, y eso no les gusta, que la gente opine libremente. Lo peor es que se dan de alta de Facebook y Twitter, y luego se enfadan si algún miembro les critica. Entre los escribidores amanuenses/mercenarios hay muchos que se pasan de rosca, lease Eduardo Inda, Francisco Marhuenda, Alfonso Rojo, Isabel San Sebastián, Salvador Sostres, Hermann Tertsch, Federico Jiménez Losantos, Alfonso Ussía, y otros del mismo pelaje que sueltan sapos por sus bocas. Son además insultadores permanentes de las instituciones de Catalunya empezando por la Generalitat, y del pueblo catalán en general, y los que con sus vomitonas hacen crecer el independentismo y el radicalismo. En el fondo el president Puigdemont les está a estos siniestros escribidores muy agradecido. Muchos de ellos participan en las redes sociales, y cada vez que lanzan un escupitajo a Cataluña crece el soberanismo, como se llama ahora el independentismo.

En realidad las redes sociales hoy día tienen una gran importancia en la sociedad, pero hay que saber utilizarlas, diría cómo el móvil o la tablet, no ser un esclavo de la red. No sólo es interesante por la comunicación a distancia con los demás, en mi caso estoy en contacto con familiares en Caracas y Buenos Aires, sino que puede ser, entre otras cosas, una aportación a descubrimientos musicales. Algunos amigos me han remitido canciones y piezas de música clásica, sacra, de órgano, ópera, folklórica, de gran interés. Otra de las ventajas al menos para mí es el reencuentro con conocidos que hacía muchos años no teníamos conexión, y por supuesto el conocer a otras personas muy interesantes, y nos mantiene actualizados acerca de temas de interés, además de enterarnos de eventos o actos y conferencias. Además puede generar movimientos masivos de solidaridad ante una situación de crisis o una injusticia social. Con todos estos asuntos/trasuntos me parecen de por sí ya muy positivas las redes sociales, y lo que no quieran estar en ellas, en el caso de mis colegas periodistas, que se encierren en sus periódicos y sigan practicando los “filtros”, “cernidores”, y “podaderas” para que los demás no puedan opinar y estos amanuenses/mercenarios sigan con sus censuras a todos los que difieran de sus informaciones y artículos.

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