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Prohibir fumar en todos los bares sería profundamente fascista

Emilio de Fez Marrero / Emilio de Fez Marrero

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Permítaseme numerar lo que sigue para mayor claridad.

1. Una de las características de los regímenes fascistas, cuyo primer exponente en el siglo XX fue la Italia de Mussolini, es el control totalitario sobre las formas de vida y sobre la vida social. Ese control opresivo no sólo se logró por la vía violenta de la represión policial y militar y por la tolerancia ante los abusos llevados a efecto por repulsivas organizaciones “no oficiales” de fanáticos y otra escoria social. No. Un elemento fundamentalísimo para viabilizar ese control asfixiante y acallar el libre pensamiento fue (tanto en el fascismo italiano como en otros regímenes totalitarios de diverso signo) la intoxicación informativa fomentada por la manipulación de los medios de comunicación y la propaganda uniformizante.

2. El tema del tabaco se está planteando, tanto por la clase política como por la práctica totalidad de los medios de comunicación, en unos términos de “doctrina única e incontestable” que tiende a achantar y acallar toda disidencia de los ciudadanos perjudicados. Esta estrategia y esta praxis, son, a mi juicio, profundamente fascistas.

3. En España existen (entre bares, restaurantes, cafeterías y similares) unos 400.000 negocios de restauración. A efectos de simplificación me referiré en lo que resta de artículo a “bares” aunque con este término englobo a todos los establecimientos del ramo.

4. Lo que no pueden pretender los conciudadanos no fumadores ni debe imponer legislativamente el Congreso de los Diputados es que “la totalidad” de esos bares se amolden al gusto de un solo segmento de la población, es decir, al gusto de la población no fumadora.

5. Del mismo modo que la situación anterior a la actual Ley (es decir, cuando se fumaba en prácticamente todos lados) era un atropello a quienes no querían estar expuestos al humo del tabaco, la prohibición de fumar en unos sitios públicos a los que nadie tiene obligación de ir constituiría un atropello a aquellos ciudadanos para los que el tabaco forma parte cotidiana de su relax vital.

6. Se argumenta que, en los locales donde se fuma, una parte de su personal se ve afectado contra su deseo por el humo del tabaco. Bueno ¿y qué? Es ni más ni menos lo que ocurre en los locales donde no se fuma y en los que una parte de su personal se ve afectado contra su deseo por la prohibición de fumar. Nadie les obliga, ni a unos ni a otros, a trabajar en un sitio cuyas normas no les gustan. Lo que no pueden pretender, ni unos ni otros, es que la clientela y el negocio hostelero de España se arrodillen ante sus gustos al 100%.

7. Por definición, en una sociedad libre los empresarios deben ofertar aquello para lo que creen que hay mercado. Pues bien: del mismo modo que hay mercado para bares con prohibición de fumar, también hay mercado (y más, a lo que se ve) para bares de libre fumeteo, siendo cada empresario hostelero el que debe decidir qué es lo que oferta.

8. Es correcto, y además obligado, que el Estado informe a la sociedad sobre los perjuicios derivados de la adicción al tabaco, del mismo modo que debe informar sobre los perjuicios de la ingesta excesiva de azúcar o grasas, o de la vida sedentaria. Pero a partir de esa información, cada ciudadano es muy libre de “coger miedo” o de “no cogerlo” y de, en definitiva, decidir con su vida lo que quiera asumiendo los riesgos que le parezcan oportunos.

9. Respecto al perjuicio que ocasionaría esa pretendida prohibición a las empresas y por ende al nivel de empleo en el sector hostelero, huelga todo comentario, máxime en una Comunidad Autónoma receptora de turismo como lo es nuestro Archipiélago. Quienes conocen mínimamente el sector turístico y tienen, como es mi caso, trato cotidiano con nuestros visitantes saben que la normativa actual es satisfactoria para la inmensa mayoría de los turistas que recibimos. Por el contrario, el “runrún” de que la prohibición de fumar puede extenderse a toda nuestra industria del ocio está provocando una cólera no disimulada en quienes ven su cigarrillo o su habano una parte esencial de su salida a comer o beber fuera durante sus vacaciones. No está la cosa como para fomentar, con prohibiciones totalitarias, la fuga de una parte de nuestros turistas a otros destinos más liberales: Marruecos, Malta, Grecia y Chipre, entre otros.

10. Los 350 diputados de nuestro Congreso deben ser conscientes de que este país, España, es de todos y de que todos tenemos derecho a sentirnos cómodos en él. Todos. Los vegetarianos y los omnívoros; los abstemios y los bebedores; los creyentes y los ateos; los de una acera y los de la de enfrente; y, por supuesto, los no fumadores y los fumadores. Entregarle los 400.000 bares de España en exclusiva a los primeros sería una intolerable ruptura del tolerante equilibrio convivencial en que se basa nuestro sistema socio-político.

11. Espero que este artículo ayude a que otros muchos ciudadanos y organizaciones de toda España abandonen su actual silencio y opinen sin complejos ni mordazas, creando con ello un estado de opinión que ataje de raíz las pretensiones legislativas totalitarias del Congreso de los Diputados en este terreno. A tiempo estamos de poner las cosas en su sitio.

Emilio de Fez Marrero

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