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Que el ritmo no pare

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Ya tenemos la solución. El problema sanitario tiene remedio. Y un remedio técnico y médico más allá de estar basado meramente en comportamientos de la ciudadanía con relación a las medidas higiénicas y distanciamiento físico. Era la fórmula que estábamos esperando, en donde todas las urgencias se centraban. El resto de las acciones eran paliativas, intentando que no empeorara la salud de las personas y, en un segundo plano, aunque muy cerca del primero, la salud económica de las familias. Estamos hablando, como no, de la vacuna. 

Está demostrado y hay que convencerse que la resolución sanitaria ofrecerá una mejora ostensible de la economía. Porque, recordemos, no hay una crisis económica de causa, sino de consecuencia. Por ello, más allá de tener retrovirales efectivos que impidan la multiplicación vírica y así limitar la propagación de este, la vacunación se muestra como la solución más eficaz. En este sentido, a finales del pasado año, se presentó un plan de vacunación no obligatorio frente al COVID-19, dividiéndose en varias fases temporales. La primera de ella ha de transcurrir en el primer trimestre de 2021, comenzando por las personas que vivan en residencias de mayores, el personal sanitario denominado de primera línea y grandes dependientes que no vivan en residencias. Luego se pretende finalizar la vacunación del resto de los grupos de riesgos. Será a partir de ahí donde se tiene la intención de orientar las acciones sanitarias a la población en general, dependiendo de la disponibilidad de la medicación, con la finalidad para generalizar el tratamiento, teniendo en cuenta las necesarias condiciones logísticas de tenencia, conservación y distribución. Como no podría ser de otra manera, esta planificación se hace acreedora de un proceso de seguimiento y evaluación con la finalidad de plantear un control exhaustivo de la enfermedad. 

Vista la voluntariedad demandada junto a la aparente falta de confianza que la población ha mostrado por la vacunación de manera masiva, entendiendo que se ha de tener como objetivo primario el alcanzar un rango de inmunidad a un importante porcentaje de la población con la finalidad de mantener una cierta cobertura de seguridad, es necesario plantear un plan de comunicación basada en procesos de sensibilización hacia la concienciación del tratamiento. Es cierto que la disposición a vacunarse se va a ir incrementado según se palpe su eficacia y ausencia de complicaciones. Ahora bien, si bien el inicio de la vacunación marca un hito importante en la lucha contra la COVID-19, el proceso es probable que se alargue durante gran parte de este ejercicio, por lo que será necesario mantener las reglas y recomendaciones seguidas hasta ahora. 

Pues bien, estando ya aquí, hay parte de la población que no entiende los ritmos de vacunación porque las cuentas son claras. En este sentido, si hay que vacunar prácticamente a un 70% en el primer semestre del año, incorporándole dos dosis a cada persona, sería necesario disponer de veinte mil porciones al día. Ahora bien, viendo el ritmo actual, empezaríamos el segundo semestre del año con solo un diez por ciento de la población vacunada, quedando pendientes casi un millón trescientas mil personas. Así que, sabiendo que estamos en una situación sin precedentes con una destrucción de futuros a marchas forzadas, no llevar a cabo la técnica 24x7 implementando todos los medios sanitarios disponibles, no solo es una temeridad. Es una auténtica falta de respeto hacia una población inundada de sacrificios.

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