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Ritos de agua y fuego en la noche de San Juan

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Noche de San Juan bendito

alumbrada con hogueras,

ecos de las caracolas

bajando por las laderas (...)

Plomo al fuego derretido

en el agua lo echarás,

con la figura que forme

lo que ha de ser te dirá (...)

Salten niñas, saltaderas,

fuego del señor San Juan,

la que no se salte el fuego

soltera se quedará. (...)

En esta canción, “Sanjuanito”, de Juan del Río Ayala, se recogen las principales supersticiones amorosas de la noche de San Juan en nuestras islas.

¿Por qué en Canarias existe una cierta inclinación hacia lo mágico? Por nuestros cruces culturales, por ser una sociedad de mestizaje. Además se constata que históricamente tuvimos pocos médicos ?en la ciudad de Las Palmas sólo lo tenía la gente principal: el obispo y los corregidores, el inquisidor y los aristócratas de los mayorazgos- por esta circunstancia florecieron los curanderos que conocían los rudimentos del arte de la sanación. La noche de San Juan incorpora prácticas de adivinación sobre la vida, los amores y la muerte. Se observa el agua de un estanque o un aljibe, de una palangana o de un vaso para concluir ?según esté clara o turbia- si el futuro será bueno con nosotros. Se pone agua con pétalos de rosas y se deja al sereno, o para pronosticar si habrá lluvia en el siguiente año se escriben los nombres de los doce meses, se les echa sal y se dejan al aire libre para que la humedad nos indique cuáles serán los meses de lluvia. Las predicciones relacionadas con el amor se utilizaban para saber si el futuro esposo será pobre o rico, conocer su profesión o desvelar si sus intenciones son las de casarse o sólo divertirse. Para ello las jovencitas usaban elementos cotidianos, como papas, frutos, granos de trigo, bolas de pan, claras de huevo, etc. San Juan era, asimismo, propicio para rituales de curación, y las plantas medicinales debían ser recogidas justo esa noche. Los niños herniados debían ser curados al alba de cada 24 de junio, mediante la ceremonia de pasarlos por el mimbre. Los curanderos conocían las plantas, manejaba los objetos y ejecutaban las ceremonias invocando siempre la fe religiosa, la vida de Cristo y los santos, el evangelio, las oraciones y el apoyo de los apóstoles, de los cuales San Juan era el predilecto.

Por otro lado nuestro lenguaje tiene ecos de poesía y de simbolismo, porque muchas veces hablamos por ocultación, lo cual en cierto modo supone un ejercicio mágico. Aunque constituimos una sociedad en rápida transformación nos queda cerca el mal de ojo, el arreglo del pomo, la isla de San Borondón, supuestas casas poseídas por ánimas como la de Tacande en La Palma, las leyendas de la luz de Mafasca en Fuerteventura y la luz de El Time, también en La Palma, el sorteo de los santos cuando no llueve, etcétera. Hemos carecido de ciencia y por ello recurrimos a una cultura popular en la que aparecen arcaísmos. Nuestra configuración como sociedad que nació de diversos aportes, hace pervivir creencias y usos aborígenes, como las tibicenas o perros de la noche, la sangre de drago, los ritos de invocación al sol o las ceremonias dedicadas a propiciar la lluvia, como la fiesta de La Rama de Agaete. A las islas llegó también el influjo de judíos y moriscos expulsados de la Península, de los esclavos negros traídos del Golfo de Guinea y Cabo Verde y de los artesanos portugueses que dirigían las labores en los ingenios; vinieron agentes del comercio de toda Europa y familias que trajeron costumbres mediterráneas, y otras de Galicia que añadieron elementos celtas; además de todo ello, hicimos el camino de ida y vuelta con América.

En esta época del año los pueblos primitivos configuraron ritos relativos a la luz, la fecundidad y la resurrección de la naturaleza. El verano supone el estallido de la vida, la recolección de las cosechas. Hacia el 21 de junio la declinación del sol con respecto al ecuador es la máxima y los días pasan a ser más largos que las noches. Sabemos que los guanches tenían ceremonias de adoración al sol, al que ofrecían vísceras de animales para propiciar la buena fortuna en la recolección del cereal. El pueblo llano ha ido conservando ciertos procedimientos que incorporan el subconsciente de la tribu, la liturgia desarrollada en la cueva neolítica cuando el primer hombre, para propiciar la caza, dibujaba las piezas que deseaba obtener, pensando que de este modo le sería más fácil apresarlas.

La posesión del fuego, junto con la fabricación de herramientas, marcaron el inicio de la humanidad. Prometeo lo robó para darlo a los hombres. Prometeo fue, pues, el primer dios humanizado, que impartió el conocimiento y sobre todo enseñó a moldear, a construir, esculpir, trabajar los metales.

El humo que produce la hoguera en la que arden muebles, vestidos viejos y desechos de la casa tiene ?al igual que el aroma del incienso de los hindúes, los budistas y los cristianos- una acción positiva: es como si se desvanecieran los malos recuerdos y quedasen protegidas las casas, los sembrados, los animales domésticos. San Juan era, en el Tenerife rural, el tiempo de iniciar los baños de mar, no sólo para las personas sino también para los rebaños de cabras, los caballos, mulos y otros animales, que eran purificados en tal fecha. Viera y Clavijo dice que en El Charco Verde de La Palma acudían los enfermos a bañarse justo por San Juan. En Icod, Tenerife, existe la tradición de los “hachitos” de trapo empapados en petróleo, una procesión nocturna con danzas y la imagen de San Juan, mezcla de paganismo y cristianismo ya que se funde la llegada del verano con el ceremonial católico. En Agulo, La Gomera, existe la tradición de los “piques” o pugna verbal entre los barrios, también en la noche de San Juan.

Para los cronistas, la recogida de las cosechas o Beñesmén aborigen sería algo más tardío que San Juan. Según Mármol Carvajal, en 1573, “los antiguos africanos de Berbería fueron todos ydólatras y adorauan el sol y el fuego”. En opinión de Hermógenes Afonso de la Cruz, las hogueras que los guanches practicaban a finales de junio en honor al sol, fueron cristianizadas tras la conquista. Según el historiador Marín y Cubas, “entre el 21 y el 22 de junio, los primitivos canarios hacían fogaleras y llamaban a los magos, que eran los espíritus de sus antepasados.” Para Pedro Gómez Escudero, citado a su vez por Francisco Morales Padrón, los canarios “llamaban a los magos, que eran los espíritus de sus antepasados, que andaban por los mares y venían allí a darles aviso cuando los llamaban, y veíanlos en forma de nubecitas” En el Atlas de Marruecos hombres y mujeres realizan la misma ceremonia: rodean la hoguera, saltan la primera humareda que se eleva y exclaman: ¡Cualquiera que sea el lado hacia el cual tú deseas inclinarte, oh humo, muéstralo“ Se observa la dirección en la cual el viento conduce el humo y sacan los presagios; el año será malo si se inclina hacia el oeste y el norte, bueno si se dirige al Este, al poniente. En relación con esto ciertos sectores de las islas conmemoran el llamado Achún Magek, con que se iniciaría el nuevo año en la noche del 21 de junio. Se rompe un gánigo y se queman frustraciones, se salta sobre las cenizas y se pide que el año venidero traiga salud, progreso para rebaños y cosechas. Luego se realiza un baño en el mar.

La noche de San Juan sigue viva entre nosotros.

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