Silencio soriano

Son reacciones propias de una sociedad sorprendida no tanto por las trapisondas, conocidas de viejo a ciertos niveles de información, sino por el sentimiento de impunidad de quienes consideran la política una oportunidad de oro, nunca mejor dicho, para asegurarse un futuro opulento. Tan interiorizada está esa impunidad que obraron de forma chapucera, con un uso desastrado de la telefonía y no se ruborizan de verse imputados. Cosas de la política, dicen. Incluso se ven mucho más líderes cuando sus conciudadanos se concentran en los juzgados para recibirlos a la salida como a ganadores de la Champion; con uves de victoria y todo.

Pero el espectáculo está llegó al punto de saturación en que se advierte que la información afecta a la vela chica. No se va, dicen, al fondo del asunto que está, más bien, en lo alto. Oigo decir que sí, que mucho hurgar aquí y allá para al final echar tierra y reducirlo todo al castigo de los imputados políticamente más desvalidos. Y mientras en Telde y en el caso eólico Soria calzó por los militantes señalados con el dedo, en Mogán sigue su alcalde protegido, al que nadie advirtió antes de la desvergonzada rueda de Prensa con cargo al municipio, que Paquito, mi niño, ¡esas cosas no se hacen!

En medio de la que está cayendo, llama la atención precisamente el silencio de Soria. Al que tiene derecho, faltaría más; no vayan a utilizar en su contra lo que diga. Los imaginativos lo relacionan con sus dudas acerca de si se presentará o no a la reelección de presidente del PP canario, que no debe tener clara. Dicen que prepara su salida de escena y sólo espera a que le garanticen que podrá hacerla sin un rasguño. No me lo creo mucho y ni falta que hace. Tampoco imagino quién puede darle semejante garantía cuando está políticamente bajo mínimos y en campo minado. Pero sí extraña tanto silencio. No se ha ocupado del pronto secesionista de su colega Zerolo y no se ha pronunciado sobre Rajoy-Aguirre. Raro, raro, raro.