Temas para una nueva temporada

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-Que todo cambie para que nada cambie: la cosa mejora, pero hay veces que recuerda al baile de la yenka, en donde se dan muchos pasos para quedarse en el mismo sitio. La falta de decisión junto a la incoherencia de determinadas actuaciones impide, en algunas de las ocasiones, avanzar con determinación, impidiendo que se puedan alcanzar los objetivos propuestos. Las diferentes instituciones públicas aparentan solvencia cuando realmente devuelven una percepción de frustración ante la apreciación de que están atenazadas.

-El papel de los protocolos: vivir con incertidumbre es posible. De hecho, solo tienes que incorporarla como una variable más, no intentando eliminarla, sino asumirla. Para ello hace falta la generación de escenarios de ocurrencia y, sobre cada uno de dichos escenarios, respuestas de actuación basadas en protocolos. Para ello hace falta tener conocimientos, tanto teóricos como prácticos y maniobras de gestión alejadas de digestiones lentas.

-La ubicación de la responsabilidad: ¿Quién tiene la culpa de lo que está ocurriendo? ¿Por qué la respuesta mundial no es homogénea ante un mismo problema? ¿Por qué la evolución de las cifras es tan diferente? Se le achaca a la expansión del COVID-19 a la falta de actitud por parte de determinado segmento de la población, llegando incluso a su estigmatización. Tener una mentalidad distinta no significa que sea peor. La diferente percepción que se tiene frente al riesgo es solo eso, diferente. Tendríamos que fijarnos en la colaboración intrínseca que estamos haciendo sobre un sistema sanitario vapuleado debido a la inconsistencia política a la hora de asignar los recursos públicos en lo que verdaderamente aporta valor y seguridad a la población más allá del mero pago correspondiente de impuestos.

-El riesgo de desaprender: en el ámbito educativo y laboral, la transición de la presencialidad a las modalidades on-line se ha hecho de forma obligada y abrupta a través de la implosión, con las consideraciones positivas y negativas que tiene tal hecho. Ahora bien, dichas consideraciones no solo hay que visualizarlas desde la perspectiva de la denominada brecha digital, sino de la intermitencia en el aprendizaje, asumiendo que unas vacaciones de ocho meses provocan el olvido hasta de la tabla del uno.

-Si hay reproches no hay avances: si esperamos al error como una rendija que muestra la debilidad, terminaremos con el dicho “ojo por ojo, todos tuertos”. Además, si en lugar de aportar propuestas alejadas de posiciones radicales que inviabilizan el diálogo, nos centramos en la crítica destructiva y culpabilizadora, si se alcanzara a construir algo, se terminaría por basarlo en cimientos inapropiados que se desmoronarían a las primeras de cambio.

-El conocimiento nunca sobra: aprendizaje, formación, reorientación y adaptación son líneas de actuación sobre las que se ha de sustentar la vida diaria, no solo desde la perspectiva de la obtención o no de un empleo, sino la de configurarse como una persona satisfecha que sabe combinar lo que tiene y con lo que desea.

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