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Que trabaje el rey

Pintada de Guy Debord (Rue de Seine, Paris, 1953)

Ana Tristán

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El 1 de mayo fue durante muchos años el Día de los Trabajadores en todo el mundo. También el día que inicia la primavera en varios países del norte de Europa. Creo que lo sigue siendo, aunque ahora muchos trabajadores no sepamos que lo somos y la primavera ande como alelada con tanto cambio climático.

“Yo es que soy autónomo, pero curro para una empresa.

Yo tengo un contrato a tiempo parcial, aunque curro todo el día.

Yo soy escritora freelance y a veces cobro. A veces incluso cobro a tiempo.

Yo estoy en prácticas, trabajo 40 horas a la semana sin cobrar porque me nutro de experiencia y aprendizaje, hasta que reviente“

El Día de los Trabajadores es el día oficial que conmemora el movimiento obrero mundial. Lo cual explica por qué el carácter reivindicativo del mismo haya ido mermando con los años y los sindicatos: apenas hay movimiento, apenas hay obreros, y los trabajadores no llegan nunca a saber de qué lo son. Flexibilidad, creo que lo llaman. Clasemedianismo, me da que también.

¿Dónde has visto eso de las clases sociales? A ver, listilla, no me seas caduca. ¿Dónde hay fábricas? ¿Dónde queda acaso industria? ¿Dónde hay temporeras? ¿Dónde sindicatos?, ¿Dónde fue la explotación? Si de eso ya casi no queda, que se lo han llevado a otros países como Polonia, Túnez, Marruecos, China, India...

Tampoco se sabe bien si el Día de los Trabajadores es un día de lucha, celebración o simplemente de descanso. Elija su propio menú. Puedes quedarte en casa y protestar vía Twitter o felicitar a todos tus empleados en un estado de Facebook. Puedes ir a una manifestación con tus compañeros de lo que sea (si acaso formas parte de algo), a un festi organizado por el Ayuntamiento de tu pueblo o a una batucada combativa con picnic vegano y poesía feminista. También puedes seguir con tu jornada laboral mientras unos te felicitan por currante y otros te insultan por esquirol.

Lucha y celebración se han entremezclado. En Berlín, clásico epicentro del Black Block más combativo, la fiereza del 1 Mayo ha transmutado en un festivalaco de música techno del que las asociaciones de vecinos ya no ven un duro. Lejos va quedando la auto-organización de espacios de encuentro por barrios y colectivos. Lejos van quedando los barrios, la auto-organización y los colectivos. Lejos va quedando lo que estaba cerca. No encuentro las gafas, ni a mis vecinos, dónde está eso en lo que creer. Seguro que inventan una App para encontrarnos.

La posmodernidad, que la llaman, esa especie de resaca intelectual de mayo del 68, nos dejó patinando las neuronas. Después de tanto correr delante de los grises, los más avispados pillaron una pértiga y entraron de un salto en los despachos del poder. Socialdemocracia, fue la fórmula única, la solución mágica para todo análisis, la tapia para cualquier alternativa. Cincuenta años después del mito de mayo, seguimos bailando con la explotación a ritmo de neoliberalismo, mientras de lejos suenan batucadas. ¿Lo escuchan? Es la espectacularización de la política vaciada.

Vivimos en la era del capitalismo 2.0, desregulado y feroz, el neoliberalismo ya llegó. Pero aquí todos venimos a hablar de nuestro libro, de nuestra “marca personal” y nuestro particular trastorno de identidad. Teorías vendo y para mí no tengo.

El 15-M, tragado y deglutido por el sistema de partidos y la Institución con Mayúsculas, fue una reminiscencia del horizonte posibilidades del poder colectivo, de la necesidad de posicionarnos e implicarnos en el mundo mutante que nos rodea, en el sistema que nos produce y que nos consume. Feliz noche de Walpurgis. Y que trabaje el rey.

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