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La triple alianza conservadora

Enrique Bethencourt

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La pinza. Así se denominó periodísticamente la acción, presuntamente coordinada, entre el PP aznarista y la IU de Anguita contra el entonces presidente Felipe González, lo que tiene parte de verdad y parte de leyenda. Nadie está a salvo de cometer errores. Los partidos políticos y sus dirigentes, tampoco. Seguramente también hubo pinza entre la UCD y el PSOE contra la UPC en Canarias a finales de los años setenta. El que esté libre de pecado que tire la primera piedra; al suelo, que no es cuestión de lastimar a nadie.

Recordé lo de la pinza estos días con las reacciones ante la ponderada reforma electoral que han acordado PSOE, PP, Podemos y NC. Una reforma que no quita nada a nadie, pero que posibilita incrementar la pluralidad de la Cámara canaria, que no es la reforma perfecta e ideal (¿hay alguna que lo sea?) pero que supone una mejora sustancial respecto a lo que hay: el sistema más injusto y desequilibrado de todas las nacionalidades y regiones.

Entiendo, y no me sorprende, que se sumen al rechazo los insularismos varios que consideran que los territorios son lo exclusivamente importante y las personas mucho menos. Lo vimos en el debate del FDCAN, en el reparto de fondos públicos, en el que querían dejar de lado el crucial elemento poblacional, clave en cualquier modelo de financiación.

Pero comprendo menos que se apunten de forma decidida y entusiasta a su conservadurismo sectores de Podemos, no sé si fruto de una batalla interna de la vieja guardia comunista contra su secretaria general. Poner como excusa el presunto coste económico de los diez nuevos diputados resulta tan demagógico como lamentable. Es posible, además, ajustar las cuentas parlamentarias para evitar aumentos en sus partidas globales.

Alianza

Sería curioso que ante la oportunidad única de cambiar, después de 35 años, un modelo tan caduco como escasamente democrático, fuera una santa alianza CC-sectores de Podemos quien lo impidiera. En muchas ocasiones, los que juegan al todo o nada, los que defienden modelos inviables que no apoyaría nadie en la calle ni en el Parlamento, los que hacen elucubraciones teóricas y política de laboratorio, suelen conseguir que no se consiga el menor cambio. Son revolucionarios en la forma, en la apariencia, y profundamente conservadores en el fondo, en la realidad.

En este caso, sus inflexibles posturas –que dejan además entrever el carácter de los que se creen en posesión de la verdad verdadera y son incapaces de ceder y buscar encuentros con la ideas de los otros, acuerdos esenciales en la actividad política- solo llevan de forma directa al más desmoralizante continuismo. Un continuismo que parece buscar esa pinza conservadora a la que se ha incorporado, como no, con toda su artillería, la tropa mediática afín al Gobierno. La triple alianza.

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