El dueño de esta casa, una triste construcción de ladrillos de adobe, se ha atrincherado en su interior, mientras su mujer sigue sus peripecias desde el otro lado del foso de las obras. El hombre apela a la recién aprobada Ley de la Propiedad Privada en China, que viene a reconocer este derecho en las ciudades, que no en el campo todavía. De modo que, de alguna manera, ha puesto al Gobierno chino en un brete: el de seguir adelante con la apisonadora contradiciéndose a sí mismo o asumir lo hecho y reconocer el derecho de este ciudadano y el de millones a continuación, claro está. El propietario de “la casa clavo” es profesor de artes marciales y no tiene un pelo de tonto. Se ha dado prisa por dar a conocer su historia al mundo, y para seguir sus avatares no tienen más que conectarse a su bitácora digital www.danwei.org, en esa web pueden incluso dejarle mensajes de ánimo o darle ideas, que en tales situaciones nunca vienen mal.No obstante, esta defensa del propio hogar, de la dignidad individual y de los derechos humanos tiene un componente especial, y es que se da en un país donde el Estado no se anda con contemplaciones cuando un ciudadano se atreve a levantar la voz y a cuestionar las decisiones tomadas. Que entre tanta burocracia, tanta injusticia y tan escasa libertad de expresión un señor levante la mano y diga “Yo no sigo, no lo acepto”, resulta un gesto absolutamente revolucionario. En estos tiempos en que estamos tan habituados a girar la cabeza para no meternos en líos, la defensa numantina de una casa clavo debería recordarnos que hay cosas por las que es necesario alzar la voz. Esperanza Pamplona