Las razones oficiales de la defenestración de Juan Domínguez seguían siendo la noche de este domingo su forma de gobernarse solo, su desprecio por el funcionamiento interno del CCN y sus personalismos. El afectado respondió el sábado mismo con un acto multitudinario (cien personas puede considerarse multitud en el CCN) en la sede del partido, con vítores hacia su figura y con el tránsfuga levitando en plan Juana de Arco a por la toma de la sede central del partido y, si se terciara o terciase, por el control de las empresas del clan González. Total, ya puestos. Acompañaron al líder en tan solemne proclamación de lealtad inquebrantable todos los que tienen o aspiran a tener un puesto por los alrededores de la Vicepresidencia del Cabildo, donde Domínguez ha ido colocando a su mediocridad para que todos le digan exactamente lo que él quiere oír: que si se presenta como persona física, barre. La euforia diminguista era total, incluso entre los recién llegados, como Arcadio Domínguez, asesor por el tercio del CCN incrustado en una consejería del PP, que hizo los honores de leer la proclama en favor del humillado dirigente. También apareció por allí Eusebio Bautista, que no oculta ante nadie sus colaboraciones con Nueva Canarias (les recomendamos su artículo sobre los últimos episodios municipales), y hasta se dejó caer Matías Campos, consejero insular no electo del CCN, llamado a jugarse el pescuezo como no se le ocurra dimitir como vicepresidente insular de Gran Canaria. Por cierto, que todo parece indicar que esta semana, sobre el miércoles o el jueves, se escenificará la ruptura total del CCN de Gran Canaria con la casa madre, con sede en Tenerife, y el pistoletazo de salida de lo que será el enésimo suicidio centrista canario.