No es la primera vez que en el sector de las renovables circula esta noticia que hoy les ofrecemos: la intención del ministro Soria de hacer una cacicada en Canarias adjudicando a dedo la potencia eólica de nueva generación mediante decreto. La indignación en esos ambientes ya viene acompañada de la habitualidad con la que asumen que este ministro es una auténtica calamidad para las energías renovables y una bendición para las fósiles, verbigracia, Repsol. Sin embargo, en ese sector se vincula estrechamente a Soria y a su partido con una de las compañías que más intereses tiene en el sector eólico canario, Atlas Capital, a cuyo frente se sitúa un alemán, Thomas Scharfenberg, que ?paradojas del destino- fue ejecutivo del Grupo Anfi del Mar, otra metopa en la estantería de tropelías políticas del líder del PP canario (ver caso Salmón-Anfi Tauro). Atlas fue la compañía que resultó más beneficiada en el último concurso eólico celebrado en Canarias, cuyo desarrollo se encuentra estancado en Gran Canaria fundamentalmente por las ya más que sospechosas trabas que está poniendo Aena por las afecciones aeroportuarias en el Sureste, la zona de mayor potencialidad. Todo hace pensar que el verdadero interés de Soria, sin embargo, no está en las renovables, o al menos en permitir que pueda desarrollarse algo más de lo que ya está adjudicado. Porque si el ministro coincidiera con su homóloga canaria, Paquita Luengo, facilitara la instalación de más potencia, abriera la mano a la participación directa en la explotación eólica a los consorcios de administraciones públicas, desbloqueara las trabas de Aena y las que el mismo Gobierno central pone a la central de bombeo Chira-Soria, en pocos años podría alcanzarse una producción de renovables cercana al 60% de las necesidades de la isla natal del interesado en cuestión. Pero se chafarían prioridades como la de la central regasificadora o las bondades de las prospecciones petrolíferas, además de las que pueda recuperar en su momento la compañía Endesa.