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El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora

Crisis socialista con las ansias del PP de fondo

Manuel Fumero, secretario general del PSOE de Tenerife, en plena intervención ante el Comité Insular.

Es impepinable. No es que las encuestas den actualmente un resultado especialmente brillante al PSOE canario, pero con la que está cayendo, es de los tres grandes partidos en liza el que mejor parado sale de esta crisis y del siempre caliente pacto regional. Jamás en su historia, y tras los pésimos resultados obtenidos en 2011, habían acumulado los socialistas tanto poder en Canarias como ahora. Pero, como es norma de la casa, con un escenario más o menos favorable, sus pugnas internas lo someten a un desgaste que hace las delicias de sus adversarios, provocan el enfado de sus simpatizantes y generan la carnaza necesaria para esta parte de la prensa tan dada a comentar las cosas que pasan en los partidos. Mientras no cambie el modelo político en España, tan sometido a las decisiones de los partidos, a eso habremos de dedicarnos, nos parezca divertido o no. Y lo que ocurre en el PSOE canario es bastante divertido, para qué negarlo. Resulta muy divertido, por ejemplo, contemplar cómo cada crisis en cualquier agrupación insular se convierte, automáticamente, en un reproche encarnizado a la dirección regional, particularmente a su secretario regional, José Miguel Pérez, al que se ensalza como el mejor consejero de Educación de la historia más reciente al tiempo que se le acusa de no dedicarse con más entrega al partido. Como si otras trayectorias de secretarios generales dedicados a tareas gubernamentales se olvidaran de un plumazo, o como si no se tuviera en cuenta que casos, por ejemplo, como el de Jerónimo Saavedra se saldaron satisfactoriamente gracias a que había una guardia pretoriana de calidad (JJ Rodríguez o Carmelo Padrón) que se ocupaba eficazmente de lo que ahora no hacen sus sucesores, Julio Cruz y Hernández Spínola, mayormente.

Tenerife prefiere al PP

El caso es que las grietas orgánicas que se le abren a José Miguel Pérez en el PSOE canario más tienen que ver con las pugnas y purgas de cada agrupación local o insular que con su acreditada dejadez a la hora de ejercer la cercanía exigible a todo cargo partidario. Es cierto que Pérez no es un dechado de presencia en las casas del pueblo, y que su mayor esfuerzo se centra en gestionar una Consejería de Educación, cuyos resultados son envidiados en muchas otras autonomías hasta convertirse en santo y seña de la mayoría de los discursos propagandísticos de Paulino Rivero. Pero es más cierto que su núcleo duro se ha dedicado más a encharcarla que a resolverle los problemas naturales de una organización viva cuyos dirigentes quieren ya posicionarse de cara a las inminentes elecciones de 2015. Pero siendo grave esa falta de dirección en la Secretaría de Organización, en manos de Julio Cruz, o esos peligrosos vaivenes del vicesecretario general, Francisco Hernández Spínola, peores son los movimientos de muchos dirigentes hacia un cambio de socio a partir de las próximas regionales. Sí, aunque pueda parecer increíble, la verdadera crisis del PSOE canario no es de liderazgo, ni de quién sucederá en La Gomera a Casimiro Curbelo, ni si hay que perdonar a los disidentes palmeros, es una crisis en el modelo de pactos. Algunos, pocos todavía, mayormente residenciados en la provincia occidental, pretenden que los socialistas formen gobierno regional con el Partido Popular, y a ser posible ya, sin esperar a la convocatoria de elecciones. Son pocos, pero muy ruidosos. Y ahí radica el principal motivo de crítica a José Miguel Pérez, erigido por voluntad propia y por mandato de la Federal en el principal obstáculo para esos propósitos. “Antes me voy para mi casa”, repite incansablemente cuando a cualquiera se le ocurre la menor insinuación. Por eso han sido expulsados reiteradamente los seis consejeros del Cabildo de La Palma, que quebraron las órdenes concretas de no pactar en esa institución con los populares, por eso Elpidio Armas se enfrenta, y por eso se juegan el bigote algunos dirigentes del PSOE tinerfeño, empeñados en abrir una grieta con Coalición Canaria por un asunto tan menor como al privatización de los casinos propiedad del Cabildo de esa isla.

Los casinos, como si no hubiera nada más importante

Sí, está comprobado. Los dirigentes del PSOE en Tenerife, en La Palma y en El Hierro prefieren un pacto con el Partido Popular que con Coalición Canaria o cualquiera de sus marcas locales. Les condicionan una serie de históricos atavismos, de enconamientos personales que en algunos casos han acabado con el trasvase de concejales socialistas a las filas del nacionalismo mayoritario. No ven más allá de la punta de su nariz, y a pesar de las advertencias y de lo que dicta la lógica política, prefieren pegarse un tiro en el pie a tener que compartir mesa de gobierno con los eternos adversarios. Es el caso, por ejemplo, de la Ejecutiva Insular del PSOE de Tenerife, elevada a tal condición por Paco Spínola con el salvoconducto de que iba a ser una dirección leal a José Miguel Pérez, cuando en realidad se ha convertido en su peor pesadilla. La última escaramuza ha sido la crisis de los casinos, provocada por el cambio constante de postura en torno a la privatización pactada y decidida de tal guisa por el grupo de gobierno en el Cabildo del que el PSOE forma parte. La privatización está en los acuerdos previos al pacto con CC, lo que significa que no cabía ningún tipo de discusión, pero cuando llega el momento de emitir el voto, la Ejecutiva Insular trata de desautorizar a sus consejeros en el Cabildo tras una cumbre con sindicatos que jamás se ha celebrado para asuntos mucho más sangrantes como los déficits sanitarios, las comunicaciones o los graves problemas de abastecimiento de agua que sufre la isla. No les preocupaban los casinos, pero vieron en ese affaire una ocasión extraordinaria para meter un cuerno al pacto con Coalición Canaria. Conminados a entrar en vereda, su última posición ha sido la de culpar a la Ejecutiva Regional de imponer una posición, la que tenía originariamente el grupo socialista en el Cabildo, cuando la historia ha sido bien diferente.

La historia de las tres cartas

Las andanzas de la Ejecutiva Insular son impropias de personas mayores. Sus dirigentes parecen chiquillos jugando con meados y tierra, a ver qué construir con el barro resultante. Lejos de salirse del entuerto al comprobar que erraban desde el principio, perseveraron en él con la esperanza de que finalmente se produjera el daño pretendido. Y no a Coalición Canaria, que finalmente no habría necesitado los votos del PSOE (sorprendentemente, el PP votó a favor de la privatización de los casinos), sino a su propia dirección regional. Para que no quedara duda de las trapisondas, hasta se han atrevido a poner por escrito todo su proceso, eso sí, con evidentes incompetencias gramaticales que evidencian la calidad intelectual de los autores de las indisciplinas. Efectivamente, cuando se aproximaba el pleno definitivo en el que tenía que tomarse una decisión, el portavoz socialista en el Cabildo, Aurelio Abreu, pide a Manuel Fumero, secretario general de Tenerife, que le aclare la posición del partido en la isla porque, tras una primera toma en consideración, había ordenado a los suyos no volver a votar jamás a favor de esa privatización. Esa primera carta de Abreu la contestan al alimón Manuel Fumero y el secretario de Organización insular, Manuel Fernández, en el sentido de que el grupo debía votar con Coalición Canaria, esto es, a favor. Pero después de ese intercambio de misivas, en concreto el sábado santo, se celebra una reunión en el Parlamento en la que participan los referidos Fumero y González, junto al consejero insular Valbuena y los nacionalistas Fernando Clavijo, alcalde de La Laguna, y Carlos Alonso, presidente del Cabildo.

La culpa, de la Regional

Aquella reunión, que tuvo dos fases claramente diferenciadas, concluyó en un primer momento con una ratificación de los acuerdos del pacto, esto es, reiterando el apoyo de las dos fuerzas a la privatización. Cuando todo parecía concluido, se incorporaron Hernández Spínola y Julio Cruz, por el PSOE, y José Miguel Barragán, por CC, que avalaron el acuerdo allí alcanzado. Del encuentro salieron Fumero y González con la encomienda de reunir a su Ejecutiva para cambiar su acuerdo negativo anterior, mientras que el Cabildo retrasaría el pleno para incorporar al pliego de la privatización algunas exigencias como el mantenimiento de los puestos de trabajo de los trabajadores de los casinos. Pero, en vísperas del pleno, la Ejecutiva Insular todavía no se había reunido, lo que significaba que no se había modificado aquella primitiva postura contraria, lo que obligó a Fumero a escribir una nueva carta, a exigencias de Aurelio Abreu, ratificando la posición. A esa tercera carta siguió una cuarta, dirigida a todos los miembros del comité insular, y es en ésta donde se descubre la jaula de grillos que tiene José Miguel Pérez en Tenerife, porque lejos de relatar los acuerdos (del pacto y de la reunión del sábado santo) y reconocer la metedura de pata, lo que hacen el secretario general y el de Organización de Tenerife es enfrentarse a su dirección regional acusándola de haberle impuesto una decisión manu militari, como si no hubiera testigos sobrados de lo ocurrido. “Queremos dejar claro que nunca llegamos a un ”preacuerdo“ con Coalición Canaria. Ni sus argumentos, ni sus formas, sobre todo, eran las adecuadas para tratar de encontrar el consenso necesario. Ante este bloqueo es cuando interviene la Regional”, se puede leer en la carta. Y añaden: “La conclusión que sacábamos era obvia: para qué convocar a la Comisión Ejecutiva Insular, si la decisión estaba ya tomada”. Lo mejor de todo es que uno de los firmantes de esa carta, Manuel González, secretario de Organización, es viceconsejero de Relaciones con el Parlamento, adscrito al departamento de Paco Spínola, es decir, uno de los beneficiarios del pacto con CC, uno de los puestos en la dirección insular para pacificar y controlar el partido.

Que se prepare Spínola

Lo que trataba de forzar la Ejecutiva Insular del PSOE de Tenerife no era otra cosa que una nueva tensión en el pacto con Coalición Canaria, llevando hasta el límite las instrucciones a los consejeros en el Cabildo, a los que explicaron que su voto era consecuencia de una decisión regional, no insular. Creyeron hasta el último momento que rompiendo el voto socialista iban a impedir la privatización de los casinos, ignorando que el PP tenía preparada su propia estrategia: manteniéndose hasta el final contrario a la propuesta, votó a favor para recoger los restos de la ruptura entre PSOE y CC en el Cabildo para así erigirse en el único socio de fiar que los nacionalistas puedan tener en Tenerife. El ridículo ha sido colosal: ha prosperado la privatización de los casinos y ha vuelto a quedar en entredicho la lealtad de la dirección insular del PSOE de Tenerife hacia su propia dirigencia y hacia su socio de gobierno. Pero ha debilitado enormemente a Fumero y a Manuel González, y de rebote, a quien los puso allí para frenar a los que consideraban más revoltosos, justo los que se han tornado los más leales de la película. Amortizados los Yanes, los Fumeros y los González, el siguiente pescuezo a remojo no es el de José Miguel Pérez, por mucho que pudiera colegirse, sino el del propio Spínola, porque son sus propios beneficiados los que van ahora a por él.

Pedro Martín se postula

Todos dan por sentado en Tenerife que ya ha dado comienzo la operación El Sur también existe, protagonizada en sus papeles estelares por el alcalde de Adeje, José Miguel Rodríguez Fraga, cuya hermana también tiene el honor de servir en la Consejería de Paco Spínola como viceconsejera y en la Ejecutiva Insular como número dos de Manuel González, y por el alcalde de Guía de Isora, Pedro Martín. Ambos alcaldes saben perfectamente que su largo ciclo municipal toca a su fin si no consiguen que se modifiquen las directrices que prohíben pactar con el PP. A Rodríguez Fraga no es que lo tengan como maldito en CC, es que los nacionalistas en aquel municipio están dirigidos ahora por escindidos del PSOE, que se marcharon airadamente tras años de servicio al eterno alcalde. En el caso de Pedro Martín, ya ha mostrado en reiteradas ocasiones su interés en abandonar el Ayuntamiento, que a punto estuvo de perder en las últimas elecciones. Quiere ir al Parlamento y, primarias mediante, disputar a José Miguel Pérez y a Gustavo Matos, la candidatura a presidente del Gobierno. Su puesto de cabeza de lista por Tenerife es justo el que pretende Spínola, lo que lo convierte en víctima de sus propios patrocinados. A todos ellos les apoya casi silente Jerónimo Saavedra, que mantiene discretos contactos con secretarios generales de casi todas las islas y casi todas las grandes agrupaciones locales para repetir el soniquete que viene escuchando en sus constantes encuentros con los empresarios: hay que hacer un pacto patriótico con el PP que deje a CC en la oposición unos años. Desde Madrid ya le han dicho que no juegue con ese fuego, que con el partido que ha desmantelado el estado del bienestar no se juega ni una partida al envite. Pero Saavedra, que paradójicamente recibe todos los días alguna coz de los deslenguados diputados regionales del PP reclamando la amortización del cargo de Diputado del Común que ocupa, sigue erre que erre.

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