Sobre este blog

El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora

20 años sin Antona

Paulino Rivero conversa con Asier Antona durante un receso del Debate sobre el Estado de la Nacionalidad.

Carlos Sosa

El espíritu de Adolfo Suárez sólo planeó sobre el salón del Plenos del Parlamento de Canarias durante la lectura, por parte de su presidente, de la declaración institucional y el minuto de silencio que se guardó en memoria del primer presidente del Gobierno tras el franquismo. No hay manera de convertir ese acto anual de rendición de cuentas, de revisión del camino andado, de propósito de la enmienda y de increíbles propuestas de resolución en algo que realmente termine por entusiasmar al personal con la política o al menos devuelva a sus predios a los que antes de esta aterradora crisis general tenía alrededor. Paulino Rivero, el presidente, no tuvo su mejor día, y amparado en unas cuantas notas, sin discurso escrito, empezó como empiezan los que quieren ganar el partido en el minuto uno: con una batería de diez propuestas alrededor de las cuales, en un intento que luego se tornó baldío, girara el resto del debate parlamentario. El primero, claro, en quebrarle la intención fue el portavoz parlamentario del PP, Asier Antona, al que todavía le falta cuajo suficiente para articular un discurso creíble. Su primer fuera de juego lo cantaron todos los jueces de línea de la Cámara cuando intentó, en un salto mortal con tirabuzón, quiso situar la responsabilidad de gobierno de estos últimos veinte años exclusivamente en el presidente. Es verdad que él no ha estado, que lo más cerca que estuvo de algún pacto de gobierno entre su partido y Coalición Canaria ocurrió cuando asistía como jefe de gabinete a ese presidente del Parlamento que fue Gabriel Mato. Luego terminó rematando su contraproducente discurso acusando al Gobierno actual precisamente de todos y cada uno de los estropicios que en toda España, incluyendo sus ultraperiferias, ha propinado su partido, su líder nacional y, cómo no, su Gran Timonel, José Manuel Soria. Ni la más hábil de las demagogias o la más retorcida manipulación habrían conseguido convertir en creíble las tres cuartas partes de su discurso.

No escuchar al PP

Es absolutamente cierto que el Gobierno canario no puede irse de rositas, que algunos pecados mortales ha cometido en esta legislatura, algunos de ellos heredados. Pero siempre tendrá la inmensa coartada de los recortes nacionales, de la legislación básica del Estado, de los recursos, las presiones y los desplantes que ha obligado a dinamitar gran parte del Estado del Bienestar en todas las autonomías. Y es verdad que las cifras de paro son insoportables, que la sanidad presenta graves problemas de gestión y que somos la vergüenza nacional en materia de dependencia. Pero escuchar al portavoz del PP acusando a cualquier gobierno de haber abierto la brecha de las desigualdades, de haber incrementado la pobreza, de que se haya disparado el desempleo, de que haya fracaso escolar o del desastre de la Ley de la Dependencia genera un sentimiento que se mueve entre la indignación o la carcajada. Es precisamente en la aplicación de la Dependencia donde el Gobierno canario ha cosechado un suspenso clamoroso en todas las convocatorias, incluso en la época de vacas gordas, como muy certeramente destacó el portavoz de Nueva Canarias, Román Rodríguez, quizás el que más se aproximó con diferencia a las inquietudes de la gente de la calle. Que su dura pero fundada crítica al Gobierno de Paulino Rivero fuera apasionadamente aplaudida por la bancada popular es una muestra más del desnorte de la oposición conservadora en Canarias porque, previamente, el ex presidente ya había advertido a Rivero que al único partido que estaría justificado desoír es, precisamente, el Popular.

Educación, la joya del Gobierno

La intervención del portavoz del PP reveló un aparente cambio de estrategia en la formación conservadora. Los ataques ya no se limitan exclusivamente a Paulino Rivero, sino que ya se extienden de manera evidente a su socio gubernamental, el PSOE. Quizás por eso Antona no esperó mucho para leer en su libreta grande (otro vestigio de las enseñanzas de su maestro) que había que descalificar la gestión en Educación, en manos del vicepresidente, el líder de los socialistas canarios, José Miguel Pérez. El portavoz del PP descrestó por completo los datos, cogió el informe PISA por la página que le dio la gana, se tragó los recortes que en la materia ha impuesto el Gobierno de Rajoy y dedicó una buena parte de su discurso a describir un panorama apocalíptico en la escuela y las universidades públicas canarias. En su contrarréplica, Rivero fue inclemente hasta transformarse en un apasionado defensor de la educación pública y, por ende, de la gestión de su vicepresidente, por otra parte el único que recibió elogios de Román Rodríguez. José Miguel Pérez aparece en las encuestas hasta ahora conocidas con una puntuación relativamente alta, teniendo en cuenta que todos los líderes políticos suspenden estrepitosamente. El nivel de conocimiento que el cuerpo electoral tiene del secretario general del PSOE es llamativamente bajo, pero parece que quien lo conoce, lo compra. En esos datos puede radicar la andanada del portavoz del PP, a cuyo partido esas mismas encuestas colocan tercero y bajando. En este contexto, no debe ser casual que el paquete de medidas lanzado por Paulino Rivero en este debate girearan mayoritariamente alrededor de la educación y la formación. Parece increíble que durante los veinte años de reproches del PP no se haya hecho un esfuerzo mayor. Ni en educación, ni en reforma electoral, ni en políticas energéticas… Antona no estaba, pero sus compañeros, sí.

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