Todos en el PP reconocen el éxito alcanzado por Tavío y Soria en estas últimas elecciones, fruto en gran medida del tsunami nacional, de la proverbial tendencia al centro derecha del electorado canario y de la evidente caída de opciones conservadoras como el sector tinerfeño de Coalición Canaria. Por eso y por la experimentada tendencia de Soria y Tavío a decapitar y silenciar a los opositores, el PP canario parece un partido plácido y unánime. Pero a partir de la segunda línea de responsables hierven los movimientos, aún sin estar oficialmente organizados, para dar el salto al control de las direcciones insulares y regional. Hay muchos cadáveres políticos dispuestos a recuperar el orgullo perdido, quizás más en Tenerife, donde además de los Cabrera-Pérez Camacho, los Llanos o los Alfonso Soriano, hay una tropa ofendida como Torvisco, Becerra, Eva Navarro, García Talavera, Gutiérrez Pajarón, García del Castillo o Félix Sierra. Sin olvidar a los que le deben sus puestos y solo sus puestos a Cristina Tavío que, una vez obtenidos, han quedado liberados del cortejo. Es el caso de Antonio Alarcó, senador; Pablo Matos, diputado nacional, o Manuel Domínguez, alcalde de Los Realejos. O de cabreados por su última traición en Santa Cruz, los ex concejales que cumplieron las órdenes pero no obtuvieron lo prometido, como Brito Arceo, Xeila Trujillo y Hernández Abad. ¿Y en Gran Canaria? Deseosos de remover a Soria por elevación y bajo palio se encuentran sin duda los Bravo, Cardona, Álvarez, Montesdeoca, Sánchez-Simón o Jordán, y otros que sin ambicionar sustituirlo respirarían más aliviados, como Australia Navarro o Mercedes Roldós. Una buena tropa.