La directora del Festival de Música de Canarias, Candelaria Rodríguez, está a punto de conseguir una gesta: celebrar la trigésima edición de esta cita con el presupuesto más escuálido de la historia y con la mayor repercusión internacional hasta ahora conocida. Sortea con garbo las dificultades propias de una organización así y las puñaladas traperas tan frecuentes en esta tierra cuando alguien se dispone a triunfar y, por ende, a dejar en evidencia a quien no debe. Pero el caso es que el XXX Festival de Música de Canarias está ahí, a la vuelta de la esquina, y será (ya lo está siendo) la edición más celebrada internacionalmente de cuantas han tenido lugar en Canarias, sin desmerecer en absoluto de algunas convocatorias más que memorables. El pasado día 20, sin ir más lejos, The New York Times se hacía eco en su calendario cultural de la cita de la música clásica en Canarias con una espectacular fotografía del auditorio Adán Martín, de Santa Cruz de Tenerife, y especial mención a las dos capitales canarias como puntos calientes del acontecimiento. Un golpe de divulgación que no ha costado ni un euro a las arcas públicas canarias y que surgió de manera espontánea desde el periódico neoyorquino, desde el que llamaron a las oficinas del festival para conocer los detalles de esta trigésima celebración. No es baladí que en el programa que ahora mismo se va a iniciar aparezca la Orquesta de Chicago bajo la batuta de Ricardo Muti, el plato fuerte de esta cita de enero y febrero de 2014 y una de las más ansiadas contrataciones de la historia del festival. El muro de Facebook de esta orquesta, seguida por más de 114.000 personas, no para de hacer referencia al festival. Sus directivos y sus músicos están absolutamente maravillados con la oportunidad de acudir a él. No reconocerle esos méritos a Candelaria Rodríguez sería una mezquindad en ocasiones demasiado generalizada.