Nadie parece haber dado un paso atrás. La apoteosis de la corrupción lanzaroteña adoptará este lunes la forma de asalto al poder mediante la utilización más obscena que se puede hacer del muy democrático y lícito procedimiento de la moción de censura. Ninguno de los partidos promotores de esta iniciativa, por la que regresarán al Ayuntamiento de Arrecife los implicados del caso Unión y los que desde fuera de las instituciones roban a destajo, ha modificado su postura. Ni José Manuel Soria ha dicho a los suyos que hay que aplicar el código ético del PP, sacado a relucir este mismo domingo por Dolores de Cospedal, ni Román Rodríguez ha telefoneado a Juan Carlos Becerra para que detenga ese atropello y, de paso, explique qué es eso que dice Fernando Becerra de que su hermano se ha forrado gracias a la política y a unas prácticas que requieren cuanto menos una revisión de oficio de sus decisiones al frente de la Consejería de Turismo.