El espectáculo que está ofreciendo el PSOE canario, particularmente el tinerfeño, es resultado de una serie de percances que seguramente empezaron en el momento en que se marchó de aquella manera Juan Fernando López Aguilar dejando a sus más directos colaboradores colgados de la brocha. El cisma latente en el socialismo tinerfeño acabó por estallar y con ese estallido cayó, entre otros, Santiago Pérez. Fue la oportunidad que esperaban otros dirigentes, hasta entonces resignados a un segundo plano, como Javier Abreu, y la ocasión para regenerar una organización dividida históricamente. Ocasión perdida del todo, porque ni siquiera la reposición de Paco Spínola en la comandancia del partido y la prudente retirada a un segundo plano de Juan Carlos Alemán ?el eterno conspirador- han conducido a la unidad. A esta actual confusión contribuyó de manera decisiva el último congreso regional, celebrado precisamente en Adeje, con medio Tenerife echado al monte en busca de mayor reconocimiento y con Javier Abreu pidiendo in extremis a Spínola que se presentara ante la amenaza de José Miguel Pérez de marcharse para su casa si no acababan las rencillas de siempre. Aquel congreso lo ganó la disciplina socialista y el terror a quebrar un partido que en estos momentos se sostiene por la inercia de miles de militantes que en aquel congreso solo aplaudieron con pasión a Juan Fernando López Aguilar, últimamente recuperado para la causa oficialista.