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El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora

El magaruto de Rodin

Los burgueses de Calais, obra de Auguste Rodin

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Desde el principio eso de montar en Santa Cruz de Tenerife un museo dedicado a Rodin ya sonaba raro. Vete tú a saber qué ciudadano intermediario se presentó un día delante del alcalde de la ciudad, José Manuel Bermúdez, diciéndole que era una operación cojonuda que iba a colocar a la co-capital de Canarias en el mapa mundial de la cultura y a él como un referente universal de la gestión pública. Hay que pasar a la posteridad con un proyecto de resonancia internacional, le convencieron, de esos que te puedan catapultar luego a cualquier candidatura de tu partido que te saque ya de la política municipal, que te tienen condenado a ser alcalde y tú te mereces mucho más. Ministro de Cultura, incluso.

Bermúdez se lo creyó. Sólo necesitaba que su socio del PP se lo creyera también para tirar palante sin encomendarse a ninguna otra instancia política, cultural, institucional, religiosa o seglar que pudiera ofrecerle una opinión crítica, ni siquiera contraria, sólo crítica, que le invitara a pensárselo mejor y que le evitara derrapar en la primera curva para darse una hostia de proporciones bíblicas. Y su socio del PP, que tiene como capitán de uno en la Corporación a otro simplón como él, se lo creyó.

Entonces ese pedazo de alcalde ordenó a los suyos poner en marcha un expediente administrativo con el lomo bordado en oro con el muy rimbombante nombre de Proyecto Estratégico Municipal, para que los de la oposición se caguen y a ver si se atreven a decir que eso no conviene a la ciudad. 16 millones en esculturas, más 14 de remodelación del museo que habría de albergarlas, el parque cultural Viera y Clavijo.

Había que vestir el machango, y para hacerlo, los promotores del expediente no tuvieron mejor idea que convertir la paparruchada en algo inmenso, tan inmenso que habría de superar en Santa Cruz de Tenerife las cifras de visitantes (y de retorno económico, claro) que tiene el mismísimo Museo Rodin de París. Y el PP se lo volvió a tragar. ¡Ay, Tarife!

Pero, pese a lo habitual, no fue la oposición la que más se opuso al proyecto estratégico y galáctico del magaruto y su socio simplón. Fue el mundo de la cultura, la gente especializada en arte la que puso el grito en el cielo, la que dijo al alcalde y a su corte de aduladores y comisionistas, a su equipo de mociones de censura, que mejor se busca una playa que regenerar, unas calles que reasfaltar o unas murgas a las que hacerles los coros antes de meterse en territorio ignoto, y mucho menos invirtiendo lo que jamás en su historia un ayuntamiento de Coalición Canaria habrá invertido en acción cultural.

El Museo Rodin asistía inquieto a la polémica, que saltó de los pocos periódicos insulares críticos a la prensa y a la televisión nacionales, donde no alcanza el untamiento y las promesas de untamiento de Coalición Canaria. El ridículo del magaruto de Rodin se convirtió entonces en galáctico y cosechó más visitas que las que él decía que iba a tener su pretencioso museo en un mes. Los franceses se mosquearon, y a pesar de la necesidad de financiación que tiene el museo parisino, prefirieron la ruina económica a la moral, algo que todavía se estila en algunos puntos muy concretos de Europa.

Ahora dice el alcalde magaruto que abre un periodo de diálogo con el mundo de la cultura y las artes para ver qué hace con el parque cultural Viera y Clavijo, donde iba a ir el pretencioso museo. Ahora. Y dice que busca proyectos, lo cual se puede traducir sin excesivo esfuerzo intelectual en que no tiene proyectos, que tenía uno, solo uno, y era el de Rodin.

Debería tener Bermúdez más proyectos en cartera, como el de retirar de Santa Cruz de Tenerife todos los vestigios franquistas que convierten a esa ciudad en uno de los mejores ejemplos de incumplimiento de la Ley de Memoria Democrática. O el de no cargar a la ciudadanía a través del recibo del agua la devolución de un regalo ilegal de más de tres millones a la multinacional Sacyr, la de Emmasa. O la de explicar despacito cómo fue el proceso de la moción de censura que le convirtió en alcalde con el concurso de una concejala tránsfuga de Ciudadanos. A la que a lo mejor habría que erigir una escultura conmemorativa. Quién sabe.

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