Es absolutamente comprensible la decepción, incluso el cabreo. Pero con la boca caliente no se pueden hacer declaraciones públicas, que luego pasa lo que pasa. Porque suena bastante peregrino pensar que ha habido una mano negra que ha llevado a los miembros del comité evaluador de la capitalidad europea de la cultura a otorgar ese título a Donostia sencillamente por motivos políticos y/o de lucha contra el terrorismo, que es lo que todo el mundo quiere decir sin atreverse. Tal maquinación tendría que contar con la complicidad de ese comité, cuyos miembros habrían de haber recibido presiones de la Comisión Europea, que es a la que se deben, en el sentido de premiar a una ciudad que está en estos momentos gobernada por la coalición Bildu. A su vez, y siempre según esta teoría conspirativa, la Comisión Europea debió recibir presiones del Gobierno español (los malvados Zapatero y Rubalcaba, por no pensar en la ministra Sinde) en el sentido de conceder a ese Ayuntamiento de gobierno soberanista fondos de la Unión Europea para que desarrollen un proyecto que fue elaborado por la anterior Corporación, de mayoría socialista, con el objetivo final de acabar con la violencia de ETA y transformar la lucha armada en participación política. Con los datos que tenemos actualmente en la mano, la cosa no coneja del todo. Insistimos, mejor es leerse el proyecto de Donosti.