ANÁLISIS
Por qué molesta tanto TVE
Una televisión pública con audiencia. ¡Qué escándalo! El Partido Popular ha intensificado su campaña contra Televisión Española y algunos de sus profesionales más destacados al descubrir que los efectos de determinados programas sobre la opinión pública están provocando que sus discursos más recurrentes queden desenmascarados.
La llaman Telepedro pero pronto la llamarán No-Do o cualquier otra ocurrencia de la factoría Miguel Tellado. No solo les molesta que en ella se entreviste a Pedro Sánchez o que varios de sus programas se dediquen a desmontar los bulos que lanzan las cadenas privadas adictas a los discursos contrarios al Gobierno y al presidente del Gobierno. Lo que realmente indigna al Partido Popular y a Vox es que por primera vez en mucho tiempo Televisión Española bata todos los registros de audiencia y empiece a consolidarse como la cadena más vista precisamente en las franjas horarias más decisivas. O sea, una televisión pública que se vea y que cumpla con unos de sus fines sagrados: informar con rigor a la audiencia.
Irrita en la derecha que ese fin lo cumpla TVE con programas de información y análisis, plurales y de mucha más calidad que algunos que compiten entre sí en algunas cadenas privadas con comunicadoras y comunicadores consagrados a la cruzada contra el Gobierno. Puestos ambos fenómenos juntos, el resultado es descorazonador para el PP y Vox: cada vez hay más telespectadores que empiezan a conocer lo que está pasando verdaderamente y a desenmascarar consignas, con lo que también esas cadenas empiezan a quedar en evidencia.
Las audiencias que registran programas como La Hora de La 1, Mañaneros 360º o Malas Lenguas está siendo decisiva para intervenir en las conversaciones de la gente. Por fin hay un esfuerzo de un canal público por verificar y, en su caso, desmontar bulos; por ofrecer a la ciudadanía la versión del Gobierno o de los socios parlamentarios que sostienen al Gobierno, es decir, el contraste a la avalancha de insultos, de insidias y de acusaciones sin fundamento que lanzan cada día algunos portavoces políticos con la certeza de que serán convenientemente amplificados por los medios de comunicación que están en la misma operación y conscientes de que ninguna de sus imprecaciones, por más violentas que sean o más incitadoras al odio que sean, no van a tener reproche alguno por parte de la justicia.
Lo acaba de acreditar la Sala Segunda del Supremo (la de lo Penal), archivando de plano la querella por odio, injurias y amenazas interpuesta por el PSOE contra el presidente de Vox, Santiago Abascal, por haber dicho en una entrevista al periódico argentino Clarín que habrá un momento en que el pueblo querrá colgar de los pies a Pedro Sánchez.
Para el Supremo, “no parece compatible con los propios fundamentos del pluralismo político que puedan oponerse límites penales a los discursos de los representantes públicos electos que, aun en términos descarnados o exagerados, pretendan cuestionar y deslegitimar, desde la oposición, la gestión política del Gobierno y de su presidente”. Es decir, que en el actual clima de confrontación política, no cabe esperar nada de los tribunales de justicia, aunque algunos de los representantes públicos rebasen todos los límites concebidos hasta ahora.
Y si el Supremo establece eso, todos los juzgados y tribunales españoles ya saben lo que se le puede permitir a los que insultan, amenazan y lanzan consignas de odio.
Se trata de un auto judicial que, de paso, da alas a los voceros de esos mismo discursos violentos y de odio, es decir, los medios informativos que ya hace tiempo que no se detienen en minucias como esas de evitar el insulto, las injurias y las calumnias, o contrastar las acusaciones que se lanzan, bien por un testigo protegido de esos tribunales tan laxos con la oposición, o bien por la escuela de Miguel Tellado, que cada vez cuenta con un alumnado más aventajado y ávido por superar al compañero o compañera de pupitre.
Si nada cabe esperar ya de los tribunales en este panorama, vuelve a ser el buen periodismo el que puede contribuir a aliviar esta avalancha de mierda.
Por eso es decisivo que en estos momentos la radio y la televisión públicas de España se remanguen para cumplir con su obligación de medio de comunicación al servicio de la ciudadanía. Verificar, contrastar, informar sin cortapisas… no solo no incrementa la crispación o a la polarización, esos usos que la derecha atribuye exclusivamente a la izquierda, sino que además puede contribuir decididamente a quienes profieren insultos, incitan a la violencia o lanzan bulos sepan que hay un medio de comunicación público y con una audiencia masiva que está dispuesta cada día a contrarrestarles con buen periodismo y buen análisis de la actualidad.
Las últimas encuestas fiables arrojan tendencias que alarman al Partido Popular. Muchos aspectos de su discurso se resquebrajan frente al contraste con la verificación y, a la postre, con la verdad. Muchos de sus votantes prefieren el original de Vox, que se limita a recoger los frutos de esa deriva ultra que ha adoptado el partido de Feijóo y Ayuso. Por muy denso que sea y muy alto que suba, el humo, como está científicamente comprobado, llega un momento en que se disipa y desaparece.
2