Nada hacía pensar que el fin de fiesta del programa Canarias me suena, retransmitido en directo por Radio 3, de Radio Nacional de España, desde el teatro Cuyás para todo el Estado iba ser el que fue. No nos referimos a la última actuación musical, a cargo de Cabeza Borradora, que para el alcalde de Las Palmas de Gran Canaria, debió haber hecho bueno su nombre y hacer desaparecer de los registros sonoros lo que acababa de ocurrir en ese recinto de la calle Viera y Clavijo. Nos referimos precisamente al bochornoso papel que tuvo que interpretar la primera autoridad municipal de la ciudad respondiendo como pudo (mayormente con mentiras incomprensibles) a las preguntas de los presentadores hasta dejar en pelota viva su ausente política cultural y el buen funcionamiento que ha tenido la máquina segadora desde que llegó a la alcaldía. La cosa empezaba más o menos bien para el regidor, con amables preguntas sobre el Festival de Cine de la ciudad, borrado del mapa después de diez años de existencia. El público no quería oír al político explicando como podía que el festival se repondrá “para los últimos fines de mayo” (sic) con un presupuesto reducido, pero la noticia era que habría festival, compromiso que adquirió el alcalde después de que la gente del programa El séptimo vicio, de Radio 3, lo hubiera visitado en verano en su despacho para afearle tal decisión. Su director le dio fuerte en vivo y en directo: “No entendí nunca que se quitara diez años después de crearlo, con lo que cuesta hacerlo”. Pero disculpó levemente al Ayuntamiento porque “la cosa está muy achuchada, pero la crisis no puede servir para quitar la cultura de en medio”. Entre tímidos pitidos, Cardona se defendió como pudo y se zafó de la polémica con ese anuncio del regreso del festival que un día creara Claudio Utrera bajo la alcaldía de José Manuel Soria. No pudo sin embargo el alcalde zafarse en ningún momento de la monumental pitada que se produjo a continuación cuando los presentadores del programa le pidieron que dijera que también vuelve el Festival Womad, despachado de un manotazo por él mismo tras reducirlo a una cómica edición final en 2011, hecha con cuatro duros y con un indecente sometimiento a los organizadores a la sospecha y a la falta de respeto que condujo finalmente a su cancelación sine die. Se le notó especialmente irritado con que se le sacara la cuestión, y cuando acabó atropelladamente su entrevista, abandonó el Cuyás con paso ligerito y una cara de cabreo indisimulable.