Por supuesto es del todo descartable, y el tiempo lo irá confirmando, que esos escasos márgenes de respaldo alcanzados por Paulino Rivero y José Miguel Pérez tengan algo que ver con un desgaste en el pacto de Gobierno que mantienen. Es difícil recordar en la historia de la autonomía tan alto grado de sintonía personal entre dos socios políticos, si descartamos por sus funestos resultados finales aquel idilio que desembocó en traumática ruptura entre Manuel Hermoso y Jerónimo Saavedra. Rivero y Pérez van a mantener el pacto de Gobierno todo el tiempo que puedan, y si sumaran en 2015 y dependiera de ellos, hasta 2019. Porque ninguno de los dos congresos que han ganado, sin que en ambos casos se presentaran candidatos alternativos, acordaron romper el acuerdo de legislatura, sino más bien todo lo contrario, fortalecerlo frente a las irrefrenables apetencias de José Manuel Soria de desgastarlo para colocar a Coalición Canaria en la más abrupta oposición. Es cierto que tanto Rivero como Pérez sufren cierta contestación interna, territorialmente localizada en ambos casos, pero no hasta el punto de convertirse en un cisma incontrolable que afecte a algo más que al muy saludable debate interno y externo. Un debate imprescindible que se amplifica cuando las cosas van mal, como es el caso ante la terrible crisis que sufre Canarias por endemismos propios y por los ataques que infiere desde Madrid el ministro canario y líder del PP, José Manuel Soria.