Es curioso observar cómo Juan Francisco García fintó a los órganos de La Caja para ejecutar este negociete contrario a los intereses de la entidad. La Caja Vivienda, de la que él era presidente, adquirió cinco parcelas en La Minilla el mismo día de su constitución, el 17 de junio de 1996, con el fin de promover en ella viviendas que luego colocar en el mercado. Así, en dos de esas parcelas, las señaladas con los números 12 y 13, La Caja empezó de inmediato la edificación y promoción, y enseguida vendió la totalidad de las viviendas. De las otras tres, las 7, 8 y 18, La Caja Vivienda encargó proyectos, licencias, etcétera, y hasta llegó a pagar más de 62 millones de pesetas en esos trámites. Pero, de repente, como ocurrió con Triana 110, García tuvo una visión, una revelación divina, y pasó a venderlas de manera más que sospechosa, como reflejan los informes del Banco de España, de Price Waterhouse y del auditor contratado por el juzgado para analizar tan estrafalaria operación. ¿Y si ponemos unos violines, Paquito? ¿Sonará mejor?