Quizás aquella oportunidad de ser alcalde, desperdiciada en aras de la estrategia regional, fue la primera rueda de molino que tuvo que tragarse Julio Pérez, un baqueteado y disciplinado militante socialista que aceptó a regañadientes el encargo de José Miguel Pérez, que vio en él el líder aglutinador que necesitaba el socialismo tinerfeño tras el cisma provocado con la ruptura con Santiago Pérez, la marcha de centenares de militantes y la creación de gestoras insular y capitalina con unos resultado francamente desalentadores. Julio Pérez aceptó a regañadientes y empezó su trabajo de levantar un ayuntamiento arruinado y un partido moralmente más arruinado todavía. En Santa Cruz de Tenerife ha verificado con sus propios ojos los peores pronósticos de lo rastrera que puede llegar a ser la vida partidaria y la profunda quiebra que separa a la militancia de la dirigencia socialista regional. Incomprensiblemente para muchos, este mismo lunes anunció que, a pesar de los pesares, no abandonará la presidencia de la gestora de Santa Cruz de Tenerife, lo que desde luego choca con el tiempo que ha dicho que necesita para recuperar su despacho, tocado también por la crisis. Seguramente ese último servicio es el que le ha pedido José Miguel Pérez para evitar que el estropicio sea mayor y en esa sede capitalina no vuelvan a volar los cuchillos. Sin embargo, las más recientes escaramuzas preparatorias del inminente congreso insular del PSC tinerfeño han resucitado la bandería y han puesto en evidencia que el aparato oficial del partico como mucho controla un tercio de la agrupación.