Juan Cruz: “Mi desasosiego proviene de la brutal falta de ternura que hay”
El periodista y escritor Juan Cruz le escribe una larga carta a su nieto Oliver en su nuevo libro, El niño descalzo, una obra emotiva y autobiográfica, como todas las suyas, en la que traza la crónica de la soledad que siente y le habla de las razones de su desasosiego.
“Mi desasosiego proviene de la brutal falta de ternura que hay en la sociedad”, afirmaba hoy Juan Cruz en una entrevista con Efe, con motivo de la publicación de este libro en el que evoca episodios cruciales de su vida y reflexiona sobre el sentimiento de pérdida, el desarraigo y el dolor, pero también sobre la alegría de vivir.
Editado por Alfaguara, el libro es en realidad “el diccionario del desasosiego de un ciudadano que no se acostumbra nunca al malentendido, a la incomprensión y a la mezquindad”, asegura este autor que escribe para tratar de apresar el tiempo, “un tesoro que se va deteriorando”, y para contarle a su nieto el mundo que su abuelo ha vivido, los peligros que vislumbra y cómo debe combatir el odio, la sinrazón.
“Cuídate del odio sabiendo más, de los otros, de ti mismo”, le dice Juan Cruz (Puerto de la Cruz, Tenerife, 1948), que habla, además, del periodismo, un oficio al que ha entregado su vida y que “ha sido sustituido por el comentario y el rumor”.
El periodismo “es un oficio mustio y muerto al que le han quitado el papel de las manos para someterlo a la dictadura de la gratuidad y del robo”, afirma en el libro Juan Cruz, muy crítico con la influencia que las redes sociales están teniendo en la información.
“Las redes sociales nos han hecho creer que el periodismo es cualquier cosa. Disparamos muy pronto palabras como puños contra personajes públicos o privados, contra empresas, sin pedir confirmación de nuestras sospechas, de nuestros datos”, le dice a Efe Juan Cruz, vinculado al diario El País desde su fundación.
Ganador de premios como el Canarias de Literatura, el Azorín de Novela o el Nacional de Periodismo Cultural, Juan Cruz rememora en “El niño descalzo” su propia infancia, la de su hija Eva y recrea episodios que marcaron su vida entera, entre ellos cuando su madre, ya enferma, dejó de reír y de hablar. Y había sido de esas mujeres que siempre inundó la casa de vitalidad y alegría.
“Mi madre dejó de hablar porque no quería comunicar la tristeza. El dolor es indecible”, señala el escritor al evocar la figura de esa mujer que no quiso asistir a la boda de Juan Cruz porque sabía que su hijo dejaba para siempre la casa en la que había crecido.
“Mi madre me hizo periodista. Ella era una persona de cultura ni siquiera media, que leía a duras penas y escribía con una corrección emocionante. Un día le dieron un recorte de periódico sobre un suceso ocurrido en la isla de La Palma y ella me lo leía todos los días, cuando aún yo no sabía hacerlo”, evoca el escritor.
Aquel recorte y la radio que su padre compró fueron “decisivos” para su vida, como lo fue también el asma que padecía Juan Cruz, que le obligaba a estar mucho tiempo en la cama y que le impidió “trabajar de adolescente”, en una época, la de la posguerra española, en la que “se trabajaba desde muy pronto”.
“La posguerra fue muy dura para los adultos, pero también para los niños”, asegura Juan Cruz, a quien le gusta citar esta frase de Albert Camus: “el sol que reinó sobre mi infancia me privó de todo resentimiento”.
“La posguerra fue la guerra civil por otros medios, sin armas y sin que el adversario se pudiera defender. Por esa razón, el período de paz que tiene España ahora, del que a veces se burlan las nuevas generaciones, me parece que no ha sido cosido a la conciencia de la época actual con la generosidad que se merece”, añade el autor de “Retrato de un hombre desnudo” y “Ojalá octubre”, dos libros que guardan relación con su nueva obra.
En “El niño descalzo”, evoca también el episodio del hombre que amenazó con un cuchillo a su padre, cuando “Juanillo” tenía cinco o seis años. Aquel suceso lo recuerda “con nitidez”, y eso le previene “contra el odio”.
Por eso Juan Cruz le cuenta a su nieto cómo pudo ser la muerte de García Lorca, “que es un símbolo mayor de las consecuencias del odio, del rencor”, e imagina la tristeza y el dolor de Antonio Machado en sus últimos días de vida, ya en el exilio.
Y quizá, para contrarrestar aquellos años de quietud a que le obligó el asma, este escritor y periodista convirtió luego su vida en una carrera:
“Mi vida es correr. ¿Por qué? No lo sé, quizá para huir del miedo. Miedo al dolor, a la soledad”, asegura.
“Yo siento la soledad de los que me han precedido. Yo soy la soledad de los otros, de las personas que he conocido, y sobre eso escribo”, concluye.