Mostafá, el arte de Essaouira en Canarias
Llanamente, “la búsqueda de una mayor calidad de vida” fue lo que movió a Mostafá Kachchaf (Essaouira, 1973) a abandonar su Marruecos natal para trasladarse a Francia. Eso fue hace ya hace siete años, “cuando sólo pensaba en el surf”. Esa actividad acuática movió a Mostafá, sin que ni él mismo supiera que también abría otra puerta, quizá más trascendente y seguro más interiorizada por Mus, la del arte.
Aunque no sabe muy bien cómo explicarse cuál es el origen de su necesidad creativa, su familia está trufada de manitas: desde las alfombras que tejía su madre en la bella, histórica y artística Essaouira hasta la artesanía que continúa labrando uno de sus nueve hermanos, pasando por el menor de ellos, profesor de Bellas Artes. “Mi hermano hacía tallas de madera y desde que yo era muy pequeño me las puso en las manos”, cuenta el marroquí.
La cabeza de toro
Entre el mar, las manualidades y con el sueño de una vida mejor y más desahogada creció Mostafá. Pero vivir de algo tan bonito y tan placentero como el arte no resulta nunca sencillo, más bien al contrario. Mostafá, absolutamente autodidacta -al menos hasta septiembre cuando ingrese en la Escuela de Arte y Oficio para academizar poco a poco lo que lleva dentro- debe ganarse la vida como camarero en La Verónica, un restaurante en la calle La Pelota donde sus obras empiezan a despertar el interés de muchos. En la barra del local, y por encargo del empresario Liano Luján, luce ya una imponente cabeza de toro hecha en hierro forjado y aprovechando cubiertos viejos de la propia taberna. No hay quien la vea y no se pare.
Antes de llegar a Gran Canaria persiguiendo las mejores olas, Barcelona, donde trabajó en un taller de hierro forjado, y Mallorca -“hice de jardinero pero conocí artistas muy buenos”- fueron sus paradas. Ahora, mientras encamina sus pasos hacia un oficio que le dé de comer mientras hace lo que adora, pinta, esculpe, modela? todo lo que le cae en las manos.
“Pienso que el arte que brota de tu cabeza tiene que llevar un mensaje. A veces mis obras contienen carga política, porque el arte debe transformar, pero sobre todo sientes una perentoria necesidad de crear, de sacar lo que llevas dentro, aunque normalmente exteriorizas mediante tus obras los sentimientos negativos, lo que te revuelve por dentro. Y comunicarlo, sea bueno o malo, y ver la gran reacción de la gente que me compra algo. Ésa es la mejor recompensa. Ahí se que he dejado mi esfuerzo en buenas manos. En cualquier caso, mi mensaje es, básicamente, de amor y de paz”, sentencia Mostafá Kachchaf.